veinticinco

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Mis ojos se abrieron y me tomó unos minutos para caer en cuenta que no estoy en mi apartamento, sino en un penthouse que le triplica el tamaño. Gemí estirándome, el reloj en la mesa de noche marca que aún no cae la tarde. Normalmente duermo mucho, el trabajo me deja agotada, quizás la ansiedad no me dejó conciliar bien el sueño. Fui directo al baño y con ojos cerrados me quité la ropa. El agua caliente caía sobre mi cuerpo, relajándome.

Ni siquiera me di tiempo para explorar todo el baño, es espacioso y se ve muy limpio. Tiene ducha y una tina que posiblemente use muy pronto. El espejo es grande, también.

Hago lo posible para no pensar en la noche anterior. Trato de pensar en soluciones, pero no se me ocurre nada. Necesito comprar ropa, usar el dinero que gané ayer para eso. Mientras tanto hoy seguiré con mis shorts de tela de algodón y mi camiseta. ¿Acaso molestará mi vestimenta? Estoy en casa ajena... Di un vistazo a mis vestidos veraniegos. Me da tristeza, son de las pocas cosas que no destruyeron. Volví a meterlos en mi bolsa y la cerré.

Luego de cepillarme los dientes y peinarme en una alta coleta, salí del cuarto.

—Perfecto. Me encantaría reunirme con usted para cerrar el trato. ¿Mañana temprano, podría ser?

La fuerte voz de Donovan resuena en la planta baja. Habla por teléfono frente a la chimenea encendida. Verlo ahí todo imponente y fuerte hizo que un cosquilleo placentero me recorriera. Pero claro, recordé que no quiere verme.

A lo lejos veo dos chicas vestidas con uniforme limpiando el área de la cocina, lo hacen en silencio y en tranquilidad. Es como si no se sintieran.

—El placer es mío. Adiós —colgó. Donovan cerrará un trato, ¿será algo legal? ¡Oh! ¿haber comprado todo este edificio habrá sido algo legal?

No puedo quedarme haciendo nada. Me siento patética parada en medio de la gran sala con mis pies descalzos admirando la espalda de Donovan, preguntándome si su reacción al verme sea de echarme a patadas o de escupirme en la cara.

—Hola —saludé pasando las manos por la tela de mi pantalón. Él se volteó y su cabello se movió junto con mi corazón. No está vestido con camisa, tiene un suéter azul oscuro y unos jeans negros. Hermoso como siempre.

A esta distancia puedo oler su perfume. Delicioso.

—Buenos días. Dormiste muy poco—fue directo. Son las diez de la mañana, sabía que podría haber dormido más después de la terrible noche de anoche. Metió el celular en su bolsillo y caminó hacia la mesa. Fui detrás de él tratando de igualar su paso. Me fijé que hay una bandeja tapada con una tapa de plata—. Mandé a cocinaran para ti, hace poco Eva preparó desayunó para ti.

Sonreí cálida. Eso fue un buen gesto de su parte. Me hace creer que ya no le molesta tanto la idea de que esté aquí.

—Oh, gracias. No tengo mucha hambre, la verdad —agregué, sin embargo, no fui tímida y destapé al banquete que tengo en frente encontrándome con un delicioso plato de hotcakes y bacon, y otro de frutas. Mi estómago rugió de manera audible y lo miré por debajo de mis pestañas, alzó y bajó las cejas. Oops—. ¿Dónde está Eva, por cierto?

—Salió a comprar cosas que necesita para cocinar —respondió. Ni siquiera me mira y es molesto—. ¡Amanda!

—¿Sí, señor? —una de las mujeres de la cocina respondió amablemente.

—Traele un jugo de naranja a la señorita, por favor.

—Enseguida.

Entorno los ojos. Sin que me invitaran me senté a su lado en la mesa. Esta vez sí me miró sin decir nada, estoy invadiendo su espacio. Pero, algo en mi cuerpo está antojado de su cercanía. Amanda no tardó en traerme el jugo. Está frío, qué rico.

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