treinta y dos

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MICHAEL

Mismo día, 1:48 PM


El flujo de la adrenalina en mi sangre es una de mis sensaciones favoritas, vivo por arriesgarme por lo que quiero sin pensar en las consecuencias ya que al fin al cabo nunca pienso en que algo podría salir mal. Así funciono yo. Y así me gusta.

Tamborileé los dedos en el volante echando miradas en el espejo retrovisor comprobando que Donovan no haya mandado a John a seguirme. Sé que me fui de manera abrupta, pero la ocasión lo amerita.

Sonreí satisfecho al pensar en todo lo que va a ocurrir en unos minutos. Inflo mi pecho al inhalar. Pisé el acelerador finalmente adentrándome al parqueo subterráneo de uno de los hoteles más prestigiosos de la ciudad. No tardé ni quince minutos en llegar a la recepción, estoy tan acelerado que ni cuenta me doy de los pasos que estoy dando. Estoy movido por la expectativa.

—Buenas tardes, señor. Bienvenidos a...

Quité la atención de la rubia de ojos claros cuando mi celular vibró, me llegó un nuevo mensaje del mismo número que me ha estado contactando.

Habitación 9A.

¿Realmente será la persona que dice ser o será una trampa? No lo sé, pero desde anoche hice mi tarea de ponerme en contacto con alguien y solo pasaron unos cuantos minutos para empezar a recibir mensajes con indicaciones para reunirnos, asumo que no hubo ningún mediador entre nosotros, por su firma puedo creer que sé quién es.

Está claro que no le dije a mi hermano, a nadie.

—¿Señor? —alcé la mirada y me di cuenta que llevaba unos minutos sonriendo a la pantalla con la imaginación volando.

Me enfoqué en los hermosos ojos azules de la rubia que tengo enfrente vestida de una apretada falda de tubo azul. Mhm, imposible no ver como sus pechos luchan por salir de su camisa. El botón está a punto de salir volando y perforarme la frente. Me gusta.

—Hola... —a pesar de que miré su pecho más de lo debido no me fijé en el nombre que tiene bordado—... Stacy. Qué lindo nombre, Stacy —dije coqueto con sonrisa ladina, me gustó cómo se sonrojó y se le resbaló el lapicero de los dedos.

—Gracias —se aclaró la garganta—. ¿Tiene alguna reservación?

—Habitación 9A, amor.

—Habitación... —susurró buscando en su computador— ¡Oh! Claro —pareció recordar algún recado que le habrían dejado, leyó y volvió a mirarme—. Señor Russo.

—El mismo —dije orgulloso y lleno de confianza.

—Aquí está su llave —me pasó una tarjeta y no perdí el tiempo, al tomarla rocé mis dedos con los de ella poniéndola aún más nerviosa y estremecida—, que disfrute su e-estancia, Señor Russo.

—Por supuesto que lo haré —respondí en un susurro y me di la vuelta para ir caminando rápido al ascensor, fui acompañado por otros huéspedes pero no les hice caso. Junté mis manos y jugué moviendo mis dedos.

El hotel es amplio y bonito, no obstante no le llega ni a los tobillos a los varios hoteles que tenemos mi hermano y yo. Ash, mi hermano... prefiero no pensar en él en estos momentos. Si me viera me amarraría a un poste y me daría un discurso de como o no hacer las cosas.

Con una mueca de desagrado quité esos pensamientos de mi mente y en cuanto llegamos al piso siete las puertas del ascensor se abrieron. Choqué con otro hombre pero no fui capaz de prestar atención.

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