treinta

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No pude dormir. A las seis de la mañana estuve tan ansiosa que tomé la decisión de sacarle provecho a esa sensación. Salí en silencio vestida de leggins. Cuando pude ignorar la mirada de los de seguridad que están ubicados en cada piso, salí y corrí por las afuera de la torre con mis audífonos puestos. Hace tiempo que no hacía esto, el ejercicio bajó al puesto número cien de cosas que tengo como prioridad.

Recuerdo que esta era la manera de olvidarme de los deberes de la universidad, mi momento para despejar la mente un rato. Hoy no está funcionando de esa manera.

No puedo dejar de reproducir en mi mente el recuerdo de mi cuerpo sobre el de Donovan, como sus manos se entraron en mi blusa y acariciaron mi piel. Su dedo acariciando mi boca.

Mi subconsciente me está traicionando.

Me quedé sin aire y paré en seco con las manos en las rodillas. Mi coleta rizada cayó a un costado de mi cara.

Suspiré.

Aprieto los ojos tratando de blanquear mi mente, si no es eso, entonces pienso en Vasily. En aquella mujer misteriosa, Charlotte. Que impotencia me da saber que afecta de mala manera a Donovan, mientras que Michael probablemente esté bailando con una pata. Quizás, solo quizás.

Y no solo eso, en el fondo de mi mente sigo triste por la universidad y aquel examen que nunca pude tomar y que de él dependía si seguía avanzando o no.

Chequee la hora, ha pasado una hora, debería volver ya. No quiero perderme la reunión con Michael. Quiero nutrirme de todo lo que tiene que decir de Vasily para por fin saber qué vamos hacer con ese hombre.

En mi camino de vuelta al hotel me sentí incómoda, de repente. Como si alguien estuviera siguiéndome. Miré a mi alrededor y la gente estaba caminando normal rumbo a su destino. Nada se veía fuera de lugar. En cambio, seguía sintiéndome de esa manera.

Me arrepiento de haberle dicho a John que no era necesario que me acompañara.

Es como si tuviera un peso en mi espalda, alguien acechándome. Esa sensación abrumadora la sentí días antes de que alguien destruyera mi apartamento. Mi corazón se aceleró y me empecé a asustar.

¿Estoy paranoica? A este punto no sé qué pensar. Aumenté la velocidad de mis pies hasta que, por fin, llegué. Jadeé cansada, mis piernas se sienten sumergidas en fuego.

—Buenos días —me saludó la recepcionista como si no me hubiera saludado hace una hora. Intenté sonreírle, pero solo salió una mueca cansada.

Miré hacía atrás por última vez, nadie está siguiéndome. O al menos eso parece. Qué extraño. La gente pasaba por la acera pendientes de sus propios asuntos, mirando al frente como robots acelerando el paso para llegar a su destino. Nada fuera de lo común.

Entré al ascensor y permanecí viendo hacia afuera, con la esperanza de ver algo para poder justificar mi miedo. Pero no, nada. Todo esto tiene una sola respuesta, y es que aún tengo miedo a estar sola. Me aterra pensar que en cualquier momento Vasily pueda volver a buscar venganza, hacerme a mí todo lo que le hizo a mi apartamento. Destrozarme. Matarme.

El sonido de la puerta abrirse me hizo sobresaltar, giré y mis pies se quedaron adheridos al metal ante la escena que ven mis ojos.

Una mujer rubia se está arreglando el vestido y pasándose la mano por el pelo, Donovan a su lado está dejando unos papeles dentro de un folder para luego entregarlos.

¿Quién es ella ahora?

No es como que debería importarme, claro. Pero, me parece tonto que haya estado atormentando mi mente con recuerdos de anoche mientras él está en el país de las maravillas con la rubia voluptuosa.

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