veintiséis

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Las puertas del ascensor se abrieron en el sótano, piso menos dos, siendo exacta. La cantidad de carros que ocupan los parqueos es impresionante, iban desde Ferraris, Jeeps, Bugatti, y muchos otros que captan tu atención de manera inmediata. Aunque, no tanto como aquel hombre que revisa su celular mientras descansa su cadera en la parte delantera de un Audi.

Carraspeé y me miró con sus bellos ojos verdes, levantó el cabeza tan rápido que su cabello negro se movió. ¿Por qué tiene que ser tan hermoso? Es injusto que se vea así.

—Señorita, ¿cómo está? —de la nada apareció John vestido completamente de negro justo a mi derecha. Jadeé por el asombro y llevé una mano a mi pecho, pensé que éramos solo Donovan y yo. ¿Se habrá dado cuenta en la manera que me le quedé viendo?

—John —respiré—. Bien, gracias —sonreí amable y él hizo lo mismo regalándome un asentimiento cortés. Extendió la mano dándome el paso y dejándome saber que iba detrás de mí—. Señor. ¿Cómo prefiere ir hoy?

—Ah —soltó un suspiro y masajeó el puente de su nariz. Probablemente le habrá estresado algo que vio en el celular. Qué hombre tan dulce para atraer el estrés a su vida—. Voy al centro comercial, ven detrás de mí en el Audi —le lanzó las llaves y él las atrapó con agilidad—. Violet viene conmigo.

Oh. Mordí mi labio por la emoción que me causó escuchar mi nombre salir de boca, especialmente como si no estuviera frente a él.

—Perfecto.

John no dijo nada más y fue directo al carro, esperando que su jefe saliera primero. Di un paso acercándome más a Donovan. Alcé la mirada hacia sus hipnotizantes ojos verdes que me veían con cierta diversión que su cara seria no reflejaba.

—Elige uno, Violet.

Solté una leve risa nerviosa.

—¿Qué? —pregunté confundida.

—Un auto. ¿En cuál quieres ir?

Mis cejas se dispararon.

—No vamos a robar un carro, Donovan Russo —le advertí en tono duro.

Él soltó una risotada y quedé aún más confundida. ¿Me está diciendo en serio de robar un vehículo? Debe ser una broma.

—Cada uno de los carros que ves aquí son míos, mujer —dijo. Sentí calor en mi rostro y miré a la izquierda para evitar mostrar mi vergüenza. ¡Claro que son suyos! Estás hablando con un hombre que pagaría hasta para que le laven los dientes. Reacciona—. ¿Alguna preferencia? —antes de que dejara de hablar ya mis ojos estaban puestos sobre el Ferrari color gris. Y al parecer se dio cuenta. Donovan rió—. Podría decir que es lo único en lo que podemos estar de acuerdo. El Ferrari es la mejor opción. Ven.

Con toda la seguridad del mundo se acercó al Ferrari hurgando la llave en su bolsillo. En silencio fui detrás de él casi corriendo como una niña tonta, esperando no caer.

Su figura irresistible se adelantó y abrió la puerta para mí haciéndome sentir mariposas en el estómago. Qué tonto sonó eso. Susurré un pequeño gracias y noté como recorrió mi cuerpo y cada movimiento que hacía con aquellos ojos verdes suyos.

—Wao —susurré viendo el Ferrari por dentro. Nunca había estado en uno de estos. Cuando se subió lo miré con una sonrisa—. Tienes que dejarme conducirlo.

—Ni hablar —fue rápido en responder y así de rápido se me borró la sonrisa—. ¿Me lo vas a pagar si lo chocas? —su ironía me hizo verlo de mala manera, bromea porque sabe que apenas tengo donde caerme muerta. Él rió con crueldad y condujo fuera del edificio. En voz alta me deleité en cuán cómodo se siente andar en el Ferrari—. ¿Tanto te gusta? Podríamos negociar y quizás te deje conducirlo.

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