tres

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Guardé todo mi dinero sin necesidad de contarlo, cada una de nuestras cosas están en lockers en nuestro camerino y nunca he sufrido de un robo, es lo que menos me preocupa de este lugar. Sequé el sudor que adornaba mi pecho y mi nuca, y me cambié de atuendo a uno color rosado chillón. Estaba sola una vez más, las chicas ya están en sus bailes privados, ahora ya es mi turno.

Estuve a punto de salir del camerino, pero José entró con prisa tomándome por sorpresa.

—Esthela, qué bueno que te encuentro.

—Iba a buscarte, ¿me toca la habitación de siempre? ¿noventa y uno? —pregunté cansada. Tengo mucho sueño, estoy agotada del baile y mis pies me duelen.

Él asintió:— Sí, así es. Pero quería avisarte algo antes de que entres. Los jefes quieren hablarles a todas las chicas antes de cerrar el club.

Mi corazón cayó a mis pies y me puse seria. ¿Qué? No puede ser.

—José... no puedo. Sabes que no puedo.

Él dudó.

—Esthela, lo sé. Pero ellos no lo saben y son los nuevos dueños, así que hay que acatar órdenes —insistió con manos entrelazadas. Se nota que le da terror defraudar a sus nuevos jefes—. Dijeron que no cambiarían nada pero poco saben ellos que eres la bailarina que se va más temprano del club. Si quieres volver a establecer tu tiempo laboral tienes que hablarlo con ellos.

Un frío subió por mi espina dorsal haciendo que me quede callada, ¿quedarme hasta el cierre? Es imposible, yo me quedo siempre hasta las tres de la mañana, siempre tuve ese acuerdo. El club cierra a las cuatro casi cinco de la mañana. Hice lo mejor que pude para elegir un horario diferente en la universidad pero lamentablemente me tocó uno a la siete de la mañana.

—No, José, yo...—tragué saliva—. Yo no puedo—concluí firme mirándolo directamente a los ojos. No estoy dispuesta a poner este trabajo por encima de mis estudios. ¡De ninguna manera! Antes de que José interviniera con mi decisión me apresuré a cortarlo—. Tengo que atender a mi cliente. Lo mejor es que tenga mi mente despejada, hay que ser efectivos, ¿o no?

Lo dejé con la palabra en la boca y salí de ahí con pasos largos y rápidos en dirección a mi habitación asignada. Sé que estoy huyendo del hecho de que tengo que volver a enfrentarme con ellos una vez más.

Traté de echar esas preocupaciones en el fondo de mi mente y no pensar más en ello, es lo mejor que puedo hacer. ¿Cómo se les ocurre? Primero llenan el lugar de gorilas en todas las esquinas, se presentan con aires de superioridad y ahora nos sacan de nuestros horarios.

¿Será así siempre? Parece el inicio de una dictadura.

Hay dos pasillos, uno a la izquierda guía a la oficina administrativa, ahí han de estar ese par. Que ganas de irrumpir y exigir que le bajen dos rayitas. Pero elijo la paz y mi dignidad, y me voy por el pasillo derecho. La luz me dirige a las habitaciones es blanca, mis tacones resonaban con mis pisadas fuertes y me siento claustrofóbica por las dos paredes estrechas que rodean mis laterales. Las horas pasaban lentas, es como una tortura. Y ni hablar del calor.

—¡Ah! —gruñí enojada, repentinamente fastidiada por toda la situación y el estrés.

Habitación 91. Sé que mi cliente no está ahí, siempre debemos ser las primeras en entrar y esperarlos a ellos. Esta habitación está pintada de azul, recuerdo que otras están pintadas de rojo. Tiene poca iluminación, una vez el cliente dentro las demás luces se encienden, están programadas para horas específicas. Al igual que las bocinas.

Está adorando con cortinas transparentes, alfombra y espejos. Hay una pequeña tarima en forma de círculo con escalera y un tubo en el medio de ella para hacer las cosas un poco más interesantes. Alrededor hay un sillón largo acolchado para la comodidad del cliente, tiene una distancia perfecta para que no intente abalanzarse sobre la bailarina.

Me quedé en mi posición de espaldas con el tubo frío chocando mi piel. Nuevamente mi respiración es la única que me acompaña en estos minutos que se me hacen eternos, ni siquiera me puedo concentrar, ¿qué querrá decirnos el jefe? ¿Será que ya sabe a quién sacarán de aquí? Es bastante obvio ya que nos citó luego de ver nuestras funciones.

El sonido de la puerta abriéndose y cerrando me dio escalofríos. Esta sensación familiar me indica que ya casi va a empezar la sesión privada. Escucho los pasos de mi cliente, no le vi la cara cuando entró por la poca intensidad de la luz y porque mantuve mis ojos cerrados.

Una vez que las luces se encendieron abrí los ojos y me volteé con sensualidad. Y lo vi, ahí estaba. Tomás. Tan guapo como siempre, una ternura curiosa lo vestía.

—Estás hermosa —me dijo viendo cómo movía mi cintura al momento que la música inició. Sonreí complacida y seguí moviéndome para él.

Tomás dejó su asiento y dio pasos hacia mí, yo siguiéndole el juego dejé el tubo y bajé con cautela por las escaleras de la tarima hasta llegar donde él.Sus manos firmes tomaron mis caderas, nunca dejo que ningún cliente me toque, pero este es Tomás. El tierno Tomás que me mira con ojos brillosos.

Sus manos me tocan como si fuese de cristal, hasta tiembla porque no sabe si hacerlo o no. Acarició mi mejilla y miró directo a mis ojos. Su mirada marrón es hermosa, aunque está cubierta por sus lentes, su sonrisa adornada por unos labios carnosos es totalmente contagiosa.

A simple vista podría verlo y decir que Tomás es un nerd total, sus gafas, esa suavidad característica. Pero aquí está el nerd, bailando con una stripper en una habitación privada. Irónico.

—Realmente estás preciosa —volvió a halagarme sin dejar de acariciar mi mejilla. Por más dulce que sea la escena, me alejé, estoy orgullosa de que sus palabras y toques no saquen una reacción de mí, de hecho, no siento nada. Seguí bailando alejándome de él. No puedo olvidar que esto es trabajo, y por más guapo y dulce que sea Tomás, no puedo dejar que me distraiga.

Así que seguí bailando, seduciéndolo y tomando todo el dinero extra que me estaba dando.

Al fin y al cabo, para eso estoy aquí. Bailar y conseguir dinero.

 Bailar y conseguir dinero

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Qué lindo Tomás, pero... solo estamos aquí para trabajar Tommy.

¡Gracias por leer! Me ayudarían muchísimo con sus votos y comentarios 

No se van a querer perder el próximo...


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