treinta y cinco

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—Oh, deja que te vea Donovan Russo —me quejé entre dientes tomando la brocha para difuminar mejor el maquillaje que me puse en el cuello. Puedo darme la libertad de hablar en voz alta dentro del camerino porque estoy sola, todas las chicas están trabajando y ya casi es mi turno de salir.

Si no fuera por esto... ¡Ugh!

Un chupón. ¡Un chupón! Donovan Russo me dejó marcada como si fuera una vaca y me vengo a dar cuenta justo antes de salir a bailar. Estoy segura de que a muchos les excitará verme así, pero me siento demasiado... ¿tímida? como para salir así. No soy una experta en el maquillaje, tampoco sé la teoría del color, así que hacer que desaparezca el rojo de mi cuello se me está complicando un poco.

Escuché la puerta abrirse detrás de mí y por el espejo veo a Karmen entrar. Pensé que para esta hora ella estaría trabajando en las sesiones de bailes privados. Miró en cada esquina antes de entrar.

—¿Buscas algo? —pregunté alzando una ceja sin enterarme de nada.

Ella sonrió, una sonrisa que no me dio buena espina. Entró y para mi sorpresa sus dos secuaces la siguieron adentro, son las mismas chicas que estaban aquí la vez que tuvimos el roce. Al ver mi cara de confusión ellas dos se miraron entre sí y se rieron. Los vellos se me pusieron de punta y me paniquee al ver que no se movían, se quedaron viéndome como estatuas.

—¿Qué está pasando?

Un mal presentimiento se me subió hasta la garganta y fui obligada a voltearme por el miedo de que las tres me sorprendan por la espalda. Algo anda mal.

Karmen puso seguro a la puerta para que no entrase nadie más.

—Tranquila, Violet —me dice con una sonrisa mientras se acerca lentamente—, solo vamos a hablar.

Las dos chicas se volvieron a mirar entre ellas como cómplices. Pasé saliva, no pude alejarme de Karmen por más que quiera, mi espalda baja ya está pegada al tocador. No tengo escapatoria.

—¿Qué quieres? —volví a preguntar. Estoy consciente de cómo es Karmen, de sus intenciones dentro del club y por lo tanto sé que no puedo confiarme para nada con ella y mucho menos a solas. Tampoco puedo dejar que vea mi miedo. Erguí los hombros y di un paso al frente para intentar irme, si tan solo se apartaran tuviera el camino libre—. Permiso, tengo que ir a trabajar, no tengo tiempo para hablar.

Karmen me sorprendió cuando metió la mano en su pantalón y sacó una navaja. Abrí los ojos y cuando la levantó hacía mí de inmediato retrocedí.

—Te dije que vamos a hablar, si yo digo algo tú escuchas y haces caso —dijo con una sonrisa de psicópata maniática—. ¿Entiendes eso, Violet? Violet, Esthela... como te llames. ¿Lo entiendes?

—A-ah... —abrí la boca para hablar pero solo pude emitir un sonido. No puedo dejar de ver la filosa punta de la navaja casi besándome la nariz—. Te volviste loca, ¿o qué? ¡Guarda eso!

—¡Tú no me das órdenes! —me gritó de vuelta y su sonrisa se borró por unos tres segundos antes de reaparecer. Dios mío, está loca— ¿Ahora qué, Violet? ¿Eh? — movió en el aire la navaja en dirección a mi cara para provocarme— ¿Ya no eres tan valiente? Por supuesto que no lo eres porque estás sola, no tienes a tus estúpidas amigas aquí para que te den valor.

—Baja eso, Karmen —le pedí con voz moderada, no quiero alterarla más de lo que está.

Me arrepiento de haberle dicho a John que no entrara a cuidarme la espalda cuando insistió que sus órdenes fueron de cuidarme ya que los Russo no vendrán esta noche.

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