veintiocho

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Luego de ducharse, Donovan se encerró en la oficina, dijo que tenía que hablar unas cosas por teléfono antes de comer. Aproveché para meterme a bañar y guardar las cosas que compré. En un cajón de la mesita de noche guardé la caja con el regalo para Donovan, se lo daré en el momento correcto.

Cuando tenía días libres siempre me quedaba en mi apartamento viendo películas de romance, desde las más malas hasta las mejorcitas. Vestía de un camisón y mis shorts de dormir, a veces nada. En esta ocasión me toca vestir mi pijama nueva de tirantes y shorts. Me gusta mucho, además, pienso que será algo gracioso cuando Donovan lo vea. La compré pensando en él, desde que la vi supe que tenía que tenerla. Es blanca con pequeñas abejitas sonrientes. Quizás, si ve que lo disfruto dejará de llamarme por ese apodo. Aunque en el fondo me gusta que lo haga... "Abejita". Qué loco, ¿no?

Michael aún no ha llegado, Donovan me comentó que en poco tiempo estará por aquí y posiblemente nos traiga noticias de Vasily. Espero que sean buenas, no puedo esperar y ver a ese hombre en la cárcel, al menos. Debe pagar por lo que me hizo.

Dado a que ya se tomó mucho para avisarme que ya está desocupado, fui a la oficina y toqué la puerta tres veces. Entré cuando me lo indicó. Quedé impresionada por lo grande que es.

—Woah —susurré impresionada. La oficina es totalmente alfombrada, mis pies descalzos se adentraron y se sentía tan suave debajo de ella. Las paredes tienen un color crema claro. La paleta de colores está compuesta por colores neutros. Muy Russo.

Donovan está sentado detrás de su escritorio de madera fría, las bolsas de McDonald's están sobre el. Al notar mi presencia, él cerró su laptop y se recostó en la silla. Su cabello aún está húmedo por la ducha, lo tiene peinado hacia atrás. Viste más relajado que hace unas horas. Una camiseta blanca simple que me deja ver sus fuertes brazos, me da ganas de apretarlos. Y no solo eso, sus ojos resaltan con el color blanco que lleva puesto, su barba corta está bien peinada. Dios, qué hombre.

El ventanal del fondo deja ver el atardecer hermoso, cubre la ciudad como un manto cálido. Llegué en el momento correcto.

La luz en este lugar son luces cálidas, le da un toque acogedor. Donovan se esconde casi todo el tiempo aquí y puedo entenderlo. Aunque... parece un vampiro.

—Abejita —fue lo primero que dijo al verme, sonreí—. Lo hiciste muy obvio, ya no puedo molestarte con el apodo si estás, literalmente, usándolo.

Abrí mis brazos modelando mi pijama. Di tres pasos al frente con mis manos en la cintura como si estuviera en una pasarela.

—Deja de mentirte, te gusta más que a mí.

Donovan sonrió de lado. Me observó de arriba abajo en silencio, apretó los labios y cambió el tema.

—Ven, entra —me ordenó—. Tengo mucha hambre. No te acostumbres a estar aquí. Mucho menos a comer aquí dentro.

—Blah, blah, blah —me acerqué al escritorio. Donovan entrecerró los ojos en desacuerdo con mi actitud y sonreí burlona—. Qué hermoso está el cielo.

—¿El..., ¿qué? —hizo una mueca alzando la ceja. Giró la silla y vio los colores en el cielo. Combinación de naranjas y un poco de rosa— Ah, sí. Normal, supongo.

Tomé la bolsa y me senté al lado de Donovan, pero en el suelo. No desaprovecharé esta vista, tampoco tengo ganas de sentarme frente al escritorio como si esto fuera una entrevista de trabajo. Crucé mis piernas.

—Ensucias mi alfombra y dormirás en el sótano del edificio.

—Nadie duerme ahí, ni siquiera John.

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