quince

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Nunca fui claustrofóbica. Por el estado económico de mi nana aprendí a vivir en lugares pequeños, siempre rodeada de cuatro grandes paredes. Esta ocasión es diferente, estoy encerrada en un vehículo con un hombre que potencialmente puede matarme en un abrir y cerrar de ojos, y siento que el aire me falta.

Vasily es un hombre que confía muy rápido, eso lo ha dado a demostrar. También ha demostrado lo autosuficiente que se cree, solo se llevó a uno de sus hombres -el cual desconozco-, él se encarga de conducir. En los asientos de atrás estamos nosotros dos, Vasily mueve su pierna de arriba abajo sin parar, está ansioso por ver a su hermano.

Y nunca lo verá porque está muerto, pero obviamente eso él no lo sabe.

Por ahora.

Reconozco que hay algo en lo que Donovan triunfó y es que la dirección que dio si queda lejos de donde estábamos, llevamos media hora de viaje. Quedé sorprendida cuando salí de la casa, era como una cabaña y todo estaba desolado a nuestro alrededor, es tanto que aún en la carretera no se observan casas cerca. Está desierto, hace mucho calor y sin mencionar el sol que está picando con su resplandor.

—Pásame eso.

Mi corazón tropezó cuando Vasily me habló por primera vez en todo el trayecto, apuntaba a un maletín que ha estado descansando cerca de mis pies todo este tiempo. Lo levanté llevándome la sorpresa de que tenía un buen peso y se lo pasé.

Miré de reojo lo que contenía cuando lo abrió y dejé de respirar cuando sacó una pistola. Revisó si tenía balas y, efectivamente, tiene el cartucho lleno. Dejó otra ahí dentro y volvió a cerrarlo.

—Toma —me extendió el maletín para que lo volviera a poner en el suelo del carro y eso hice sin decir ni una palabra. ¿Y cómo hablar? Si antes me sentía intimidada ahora me siento peor ya que Vasily tiene un arma cargada en su mano.

El muchacho giró en una rotonda y dos kilómetros más adelante llegamos a lo que podríamos llamar un establo. La madera que rodea el solar estaba podrida, desde aquí dentro pude notarlo. La hierba se ve que podría sobrepasar la rodilla de cualquiera, en algunos lados está seca y resultado de eso hay una mezcla de color verde opaco y amarillo.

—Uh, señor —a medida que el vehículo lentamente se iba deteniendo, el hombre en el volante empezó a comentar—, con todo respeto, este lugar no parece el correcto. Ni siquiera hay hombres cuidando la zona.

Oh, no. Tragué saliva nerviosa, qué rápido se dio cuenta. Aunque, bueno, el lugar está casi destrozado, hay que ser idiota para no darse cuenta de que es una farsa.

—Pues claro que no hay hombres cuidando la zona, ignorante. Si pusieran sus guardias llamarían la atención, no me hagas arrepentirme de haberte traído.

Y no podría estar más agradecida de la idiotez de Vasily.

—Tiene razón, señor. Perdón —se aclaró la garganta.

Miré a Vasily y lo caché poniendo los ojos en blanco.

—Toma tu arma y baja —le ordenó y giró a verme dejándome sin aliento nuevamente—. Espérame afuera.

Seguí con la mirada al hombre, hizo todo exactamente como se lo pidió su jefe y nos dejó. Me dejó aquí encerrada con este psicópata. Lo que llamó mi atención es que la llave del vehículo sigue aquí dentro.

—Debo admitir que dudé de ti en todo este tiempo —quité la mirada de las llaves en cuanto volvió a hablar—. Nunca pensé que fueras capaz de traerme hasta aquí, ni siquiera mis hombres pudieron sacarle a golpes información a Donovan Russo.

—Los golpes no siempre funcionan, hay que ser inteligentes —respondí y mordiéndome el labio. Grave error, eso atrajo su atención.

—Y justo por eso —llevo la fría arma contra mi mejilla y no me moví. ¿Me va a matar? — no me deshago de ti aquí mismo —solté el aire.

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