treinta y ocho

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Volví casi corriendo a la oficina y cerré la puerta detrás de mí. Me quedé paralizada antes de actuar pero la imagen de mi nana herida y amarrada me llegó a la mente y ya no pude pensar más.

Empecé a revisar los cajones del escritorio, cada uno de ellos en busca de alguna libreta que contenga los contactos de Donovan. Para mi desgracia no encontré ninguna. Abrí el cajón que me falta inspeccionar y jadeé al encontrar una pistola. La miré y es como si ella me estuviese viendo a mí, incitándome a tomarla. No puedo ir desarmada, eso es cierto. Es la pistola de Donovan, una de muchas. Sería como robarle su pistola. Bueno... la devolveré, ¿no? Tragué duro y la agarré, al levantarla se descubrió un fardo de billetes de cien dólares.

Mis manos empezaron a sudar y cerré el cajón. No. Me puse de pie y guardé la pistola en mi cintura. Se siente tan pesada.

No encontré nada de lo que realmente estaba buscando.

Mi última opción está brillando en toda la habitación, iluminando, literalmente. Y esa es la laptop de Donovan. Bingo.

Sintiéndome como una traidora empecé a teclear en busca de sus contactos. Donovan es un hombre tecnológico, es obvio que tiene su celular vinculado con su laptop y sus contactos ha de estar por aquí.

Luego de una corta búsqueda pude encontrar mi objetivo. Saqué el celular y empecé a marcar.

Un tono fue suficiente para darme cuenta de que esto es un error, pero no colgué. Esperé y al cuarto tono me contestaron.

—Buenas noches.

Sé valiente, Violet. Todo esto es por Kenya.

—Hola, Wilmer.

—Vaya, vaya. Esta voz la conozco.

Cambié mi peso al otro pie. Mis labios me duelen, no por el recuerdo de Donovan besándolos, sino por los fuertes mordiscos que me doy a causa de mi nerviosismo.

—¿A qué se debe esta sorpresa, linda?

—Yo... —hice una pausa y respiré. No puedo sonar nerviosa e indecisa— Necesito un favor.

—¿Un favor? —sonó sorprendido— Ilumíname.

—Un favor de dinero para esta noche.

Su risa me avergonzó aún más.

—Ay, querida. ¿Tú, pidiéndome dinero? Estás del lado de los hombres jóvenes más ricos. ¿Cuál es el truco?

—No hay truco. Y... Es algo entre tú y yo, los Russo no tienen nada que ver y tampoco se tienen que enterar.

Wilmer no es de fiar. La voz de Donovan me persigue, pero no le hago caso.

—¿Ah, sí? —sonó más intrigado— Un favor no es gratis, eventualmente querré algo a cambio. Lo que sea.

Lo que sea. Miré a lo lejos a través del ventanal. Wilmer es mi única salida a obtener todo el dinero que quiero para esta noche, si no lo hago a través de él tendré que tomar el riesgo de hurgar en los espacios de este penthouse hasta encontrar tal cifra tan elevada.

Lo que sea. Lo que sea. Lo que sea.

—Lo sé, la cifra que quiero no es pequeña. Entiendo tus condiciones.

—Dime cuánto necesitas y yo gustoso de hacer negocios contigo te los daré —puedo imaginármelo con su sonrisa.

—Veinticinco mil dólares.

—¿Veinticinco mil? ¿Estás drogada, mi niña? —carcajeó con fuerza.

—Estoy hablando en serio, si no me puedes ayudar solo dime —espeté sin ganas de aguantar su burla. Claro que sé que es una gran cantidad de dinero para pedir de un momento a otro, no tiene que recordármelo. 

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