veinticuatro

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—Muñeca, despierta. Llegamos —escuché el susurro apacible de Michael. Apreté los ojos y gemí por el dolor de mi cuello, me mantuve en la misma posición por un largo rato—. John, coge su bolso y súbelo.

Al abrir los ojos me encontré con Michael teniéndome la mano para ayudarme a salir del vehículo. La tomé con gentileza y me dejé llevar.

Wao. Alcé la mirada porque ver al frente simplemente no era suficiente. Estoy parada frente a un gran edificio de muchos pisos. Estamos en el centro de la ciudad, zona de ricos, como diría mi nana. Hay varios edificios en los alrededores, plazas grandes,pero definitivamente este es el más alto de todos.

—Vamos.

Donovan iba delante de nosotros. Su expresión molesta seguía intacta haciéndome sentir incómoda, una vez más. Por la impresión del lugar me olvidé de que solo soy bienvenida por un solo hermano.

Fue imposible no darse cuenta la cantidad de seguridad que cubre el perímetro, Parecían civiles normales, sin embargo, al notar lo alerta que están viendo alrededor, unos vestidos en traje y otros con ropa muy común. ¿Acaso ese es un jardinero que veo? Vaya. Llevan un audífono en la oreja para comunicarse entre ellos.

Les daban un asentimiento cordial a los Russo, ni siquiera se molestaban en mirarme. Supongo que si saben que ando con ellos no represento una amenaza.

Entramos a la recepción, muy hermosa y grande. Mucho, la verdad. Nunca había visto algo tan amplio que no fuera la universidad. Las luces son cálidas, dando un toque elegante a todo el lugar. Hay muebles finos y una fuente de agua silenciosa que está pegada a la pared.

—Buenas noches, Clarissa —Donovan saludó en tono seco a la recepcionista.

—Mas bien, buenos días, Clarissa —Michael la saludó coqueto. Y eso que estoy a su lado. Pudiera ofenderme, pero no—. ¿Alguna novedad de la que tengamos que enterarnos?

Miré el reloj detrás de Clarissa. Casi van a ser las cinco de la mañana. Necesito descansar, mi cabeza se siente pesada y mis pies ya duelen demasiado.

Clarissa viste una falda de tubo roja, por el mostrador no puedo ver hasta donde le llega, pero suponiendo que es un uniforme, seguro hasta las rodillas. Una camisa blanca muy bien planchada y un blazer del mismo color de la falda.

Se alisó la coleta y sonrió feliz de ver a sus jefes.

—Buenos días, señores. No, todo se ha mantenido como de costumbre. Los huéspedes no muestran quejas, como siempre.

—Eres la mejor, Clarissa —Michael le guiñó un ojo despidiéndose, en cambio Donovan no cambió su cara de pocos amigos y fue el primero en caminar hacia el ascensor con las manos en los bolsillos.

Junté las manos y jugué con mis dedos. Dentro del amplio ascensor estábamos nosotros cuatro, pero John es como si no estuviera. Se mantiene quieto en una esquina sosteniendo mi bolsa. Es increíble que Michael le haya hecho venir hasta acá cargando eso, yo podría hacerlo. No pesa nada, no traje casi nada.

Hay una pared de cristal que desde aquí nos permite ver la ciudad desde el ascensor, mientras más subíamos más pequeña se veía. Es lo más hermoso que he visto en toda esta noche trágica. Pegué las manos en el cristal y me dediqué a ver las diferentes luces de los edificios.

—¿Frecuentas mucho la ciudad, Violet? —Michael rompió el silencio. Su brazo rozaba el mío a propósito. Estoy en medio de los dos.

—No mucho —me limité a decir—. Es muy movida, me gusta.

Sonrió y asintió con la mirada perdida, recordando cosas que ha vivido en la ciudad.

—Hay sitios espectaculares que deberías conocer.

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