treinta y uno

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VIOLET

12:56 pm

—Mhmm —gemí adormilada. El sonido de mi celular no me dejaba descansar. Ha sonado dos veces con la notificación de mensaje debajo de mí.

Estiré la mano para encender la lámpara que se encuentra en la mesita de noche pero no agarré absolutamente nada. ¿Estoy muy lejos? Ya de por si la cama es muy grande.

Con mis ojos cerrados giré sobre mi cuerpo para estar más cerca, y para mi sorpresa caí al suelo golpeándome la cara con fuerza.

—¡Au! —me quejé en voz alta. El celular cayó después de mí. Masajeé mi cabeza y miré a mi alrededor, no estoy en la habitación. Estoy en la sala. ¡Dormí aquí toda la noche!

Debí haber llegado muy cansada anoche por el trabajo, recuerdo haberme bañado y ponerme mi pijama, luego me dio tanta hambre que bajé a comerme unas galletas.

En la mesita veo un plato con solo las migajas de lo que anoche eran galletas que Eva, la chef, hizo.

Tomé el celular, dos mensajes de Tyler.

Me puse de pie y retrocedí ahogando un grito. Dos pares de ojos me veían con atención desde el comedor.

—Buenas tardes —me saludó Michael con una sonrisa burlona—. Qué manera tan peculiar de despertarte.

Donovan sonrió ladino y no dijo nada. Me miró de arriba abajo y sentí calor en mis mejillas, qué verguenza.

—Ahm, yo... —tartamudeé sin saber qué decir.

—¿Qué es esa pijama que llevas puesta? —Donovan arrugó la frente y me miré a mi misma. Habla como si fuera la primera vez que ve mi pijama de abejitas.

Iba a soltar un comentario sarcástico que podría comprometerlo con su hermano, pero mi celular empezó a sonar. Miré la pantalla y es una llamada entrante de Tyler.

—¿No vas a contestar? —esta vez Donovan habló con los ojos entrecerrados— Si insisten tanto es porque ha de ser importante —su tono irónico me da náuseas mañaneras.

—Hasta yo tengo curiosidad.

Ugh, par de chismosos. Dejé el celular en el mueble y me acerqué a la mesa. Sus ojos me siguieron cada paso, Michael sonreía con la punta de la su lengua atrapada entre sus dientes. Donovan está serio, como siempre.

Solo hay un montón de papeles esparcidos, la laptop de Donovan está encendida frente a él. Michael está viendo algo en su celular. ¿Estos hombres nunca comen nada? Mi esperanza de ver alguna comida aquí se esfumó. Eva tampoco está por ningún lado.

—A mi me gusta la pijama —soltó Michael con una pícara sonrisa. Mi pijama de abejitas es una obra de arte, al parecer. A Donovan no le pareció gustarle el comentario, pero no dijo nada—. ¿Planes para hoy?

Comer para no morirme, seguramente.

—Tengo que llegar temprano al club. Me toca bailar sola y prefiero no tener problemas con ninguna de las muchachas —suspiré. Estoy cansada del club, si hace unas pocas horas estaba saliendo de allí.

—Julio nos contó que suelen ser muy problemáticas, sin embargo no nos hemos topado con ningún problema.

—¡Y gracias a Dios! —exclamó a Michael del otro lado de la mesa— ¿Crees que soportaría un problema de esas mujeres? Ya tenemos mucho entre las manos.

Me encogí de hombros.

—La historia es diferente cuando convives con ellas. Hay chicas buenas —tomé el atrevimiento de subirme en la mesa y sentarme en el borde, clavé mis ojos en la fruta que está en el centro. Esa manzana me llamó tanto la atención que terminé tomándola—. Margarita y Elah son muy divertidas, nunca pelean por puestos.

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