cinco

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—Grandísimo idiota —murmuré con una mezcla de tristeza y enojo dejándome caer sobre la puerta del salón. He estado aquí por media hora sumida en mis pensamientos y en mi propia desgracia.

Desde que llegué veinte minutos tarde y la profesora no me permitió entrar a la clase no he dejado de quejarme y de ilustrar a los estúpidos hermanos del mal que retrasaron más mi llegada.

Minutos más tarde, tras resignarme e irme a mi siguiente clase, traté de poner la mayor atención posible sin desmayarme del sueño. En un momento en que el profesor de fisiología explicaba algo sobre el sistema estomatognático, mi cabeza rebotó haciéndome volver en sí. Estoy mareada del sueño y mi cuerpo abatido por el cansancio me pedía a gritos la comodidad de mi cama.

Sentí un pinchazo en mi hombro y me volteé ligeramente.

—Ya para, Tyler —le grité en un susurro al rubio ojos color miel que cada día hace lo mismo. Nada más y nada menos que Tyler Moore. Me miraba preocupado. Articuló con sus labios un "¿Todo bien?" Y asentí sonriendo a boca cerrada.

Pretendí poner atención al profesor hasta que acabó la clase. Esa era mi última del día. Normalmente disfruto mis clases cuando tengo al menos dos o tres horas de sueño y un desayuno cargado en azúcar. Realmente lo hago. Amo mi carrera, pero a este punto no sé hasta dónde llegaré.

Escuché pisadas fuertes de alguien corriendo detrás de mi y vi a Tyler acercándose. Me siguió hasta acá afuera, al parqueo.

—¡Alto ahí, vaquera! —Tyler saltó posicionándose en frente de la puerta del vehículo prohibiéndome la entrada.

Él trataba de recuperar el aliento de manera exagerada. Una capa brillosa de sudor está pintándose en su frente.

—Tyler, pareces foca deshidratada. Quítate —rogué cansada. Él frunció el ceño confundido y preocupado por mi demacrado estado.

—Hola, Violet —con un alto tono de ironía me saludó sonriente e ignorando todo lo que dije.

—Lo siento. Hola, Ty. Ha sido una mañana muy movida.

—Ni que lo digas, no te vi en la primera clase.

Cambié de peso al otro pie. Ay, ni me lo recuerdes.

—Sí, se me hizo un poco imposible —hice una mueca. Espero que no indague ya que no me siento de ánimos para agregar más.

—¿Dónde estabas? La profesora nos dejó unos apuntes claves para estudiar, el examen final es la semana que viene. Lo recuerdas, ¿no? —me preguntó con una pizca de esperanza de que si pudiera acordarme de ese importante detalle. El repentino rubor en mis mejillas le reveló la respuesta—Violet, ¿lo recuerdas, no? —cuestionó una vez más. Mi silencio habló por sí solo y él empezó a quejarse y a sermonearme— Más te vale ponerte las pilas, Violet. Es la semana de los exámenes finales, y saben que de esas o pasamos o terminamos muertos del estrés.

—La primera opción siempre es la mejor —dije. Al encogerme de hombros sonreí dándole ánimos de alguna forma u otra. Suspiré poniéndome una mano en la frente—No sé qué me pasa. Lo olvidé totalmente.

Mi cabeza empezó a punzar con fuerza y me masajeé la sien. Necesito descansar.

—Violet, ¿estás durmiendo bien? —preguntó Tyler de repente y reí nerviosa. Él siempre me hace la misma pregunta cada vez que me ausento o llego tarde.

Ay, Tyler. Tan fortachón y a la vez tan rata de biblioteca. Verlo preocuparse por mí me hace recordar que fuera de ese mundo nocturno tengo un amigo verdadero.

Se hizo mi amigo cuando empezamos a estudiar anatomía en nuestro primer año, es un muchacho sumamente inteligente y siempre me motiva a estudiar y a ponerme al día, sinceramente me ha salvado de muchas. Considero que todos deberíamos tener un Tyler. Y aún así no me atrevo a contarle mi secreto nocturno. Una parte de mí, triste y culpable por el silencio, me atormenta con la idea de que no me verá igual y pensará cosas horribles de mí, lo cual tiene sentido. Una mujer que baila para hombres borrachos... se me vienen muchos posibles comentarios a la mente.

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