Epílogo.

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Wanda caminó hacia el bosque cerca del departamento donde solía vivir con Natasha.

Durante el embarazo, ambas iban allí todo el tiempo. Era desolado, nadie cruzaba por esos lados y era extremadamente pacífico.

Wanda suspiró recordando el infierno que vivo durante esos cuatro años.

Unas ramas crujieron detrás de ellas y no siquiera tuvo que girarse para saber de quién se trataba.

— ¿Vienes a echarme en cara lo pésima madre que soy y que soy yo la culpable de que la mitad de la población desapareciera? — Wanda espetó de espaldas a ella.

Natasha se acercó con las manos en sus bolsillos.

— Estás vetada de Wakanda y aún buscada en Alemania. — Natasha respondió con frialdad. — En cualquier momento llegarán los guardias a buscarte.

Wanda se giró con el ceño fruncido hacía ella.

— ¿Qué?

Natasha caminó hacia ella para entregarle unas llaves.

Wanda miró las llaves en sus manos con confusión.

— Te estoy dejando huir. — Natasha murmuró mientras sacaba un mapa dentro de su chaleco y se lo entregaba. — En esa dirección encontrarás un remolque en el que podrás vivir y empezar de cero.

Wanda rió sarcásticamente mirando las llaves y el mapa en su mano.

— ¿Ahora soy una fugitiva otra vez? — Wanda murmuró sin apartar la mirada de sus manos. — ¿Y no vendrás conmigo?

Natasha negó, tragando el nudo en su garganta.

— Lo lamento, Wanda.

Wanda asintió, carraspeando su garganta y guardando el mapa en su bolsillo trasero.

— Tú no tienes idea del infierno que viví, encerrada en un lugar casi parecido al purgatorio durante cuatro años. — Wanda soltó de repente, buscando la mirada de Natasha. — La sangre de más de tres mil personas está en mis manos.

— Lo lamento. — Natasha repitió.

— No, no lo haces. — Wanda espetó sintiéndose traicionada. — Porque crees que fuí yo quien mató a nuestro hijo.

Natasha suspiró.

— Wanda...

— Cállate, no tienes que decirme nada. — Wanda la interrumpió pasando junto a ella, golpeando su hombro junto al de ella con fuerza, haciendo que Natasha retrocediera. — Si alguna vez decides buscarme, no estaré en el lugar que señalaste en ese mapa. — Wanda tiro el mapa y las llaves al suelo. — La última vez que te ví, la bruja escarlata fué quien te dijo todas esas cosas horribles... Pero ella ya no está, y quiero que sepas que soy yo, Wanda Maximoff, quien te dice que no te necesita.

Natasha agachó la cabeza ante sus palabras.

— Tú no lo entiendes... — Natasha murmuró.

— Es gracioso, porque la última vez creíste que yo pensaba que mi dolor era más importante que el tuyo pero es exactamente lo que estás haciendo ahora. — Wanda la miró por encima de su hombro. — Tú no eres mejor que yo, recuérdalo siempre.

Las palabras dolían. Ambas estaban allí, paradas en medio del lugar que solía ser suyo, pero ya no eran dos amantes perdidamente enamoradas, ahora eran dos adultas viendo los errores y la peor parte de la otra.

Ya no estaban cegadas por el amor.

Ya no eran lo que solían ser.

Y ya no eran ellas mismas.

— Adiós, Natasha.

Natasha cerró los ojos con fuerza y se giró hacia ella.

— Wanda, espera.

Wanda la miró expectante.

— Gracias por darme la oportunidad de ser mamá.

Wanda bajó la mirada y Natasha pudo notar como su labio tembló, simplemente asintió. Se giró nuevamente y se elevó por los aires sin mirar atrás, desapareciendo de la vida de Natasha, para siempre.





¿O no?

Fin.

Ángel. | Wandanat.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora