Inevitable atracción

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El sonido de los labios chocando uno sobre el otro inundaban el lugar.
Las manos rodeaban el cuerpo del contrario intentando hacer de ese el momento perfecto.

-Entremos- jadeo en la boca ajena casi bordeando la desesperación.

-No lo creo- replicó sin dejar de morder y chupar

-Yo creo que si- suplicó desesperado y con el deseo recorriendo su piel.

Detuvo todos sus movimientos, lo miró con intensidad y entonces habló.
-¿Sabes que después no habrá vuelta atrás verdad?, ¿sabes que no te dejaré alejarte de mi, lo sabes no?-

Jimin se perdió en las palabras de su acompañante y en apenas unos segundos o quizás durante varios meses lo había pensado y sabía muy bien que era allí donde pertenecía y donde quería estar.
Necesitaba una balsa en el océano, un oasis en el desierto, necesitaba sentirse amado y amar a la vez, necesitaba golpearse contra la pared, enloquecer, lo necesitaba como el agua para beber y el aire para respirar. Había decidido que necesitaba a Min Yoongi como necesitaba la comida cada día, como un adicto necesita a su droga. Su droga pensó y tal vez solo talvez podría ser adicto a él.

Los besos y las caricias fueron acompañadas por enloquecidas carcajadas y ya dentro de aquel lugar, toda la pasión que habían contenido salió de ellos como un huracán arrastrando todo a su paso.

¿Contenerse? Ya no sabían lo que eso significaba y cada uno dedicó su tiempo y sus sentimientos a sentir la calidez y la ternura que podían poseer sin dejar de convertirse en dos amantes atropellados por el deseo.

Lentamente la ropa de cada uno cayó en el piso, ya ni siquiera importaba donde.
Y allí desnudos, sonrojados y jadeantes pudieron verse por primera vez, pudieron entender que encajaban demasiado bien y que ya no existía nada que pudiese interponerse entre ellos.
No había miedos, reproches, peleas, palabras, nada absolutamente nada más que ellos dos amandose más de lo pensado, más de lo deseado.

Los besos surcaron por cada parte de piel expuesta enrojeciendo todo a su paso, las manos inquietas acariciando cada rincón del cuerpo ajeno, descubriéndose, conociéndose, sintiéndose. Y en el sublime acto de amor más puro que ambos podían entregar se dejaron llevar sin pensar en nada más.

Jimin jadeaba maravillado por la sensación que su pecho sentía.
Cálido esa era la palabra, lujurioso, placentero, todos y cada uno de los adjetivos que jamás creyó utilizar estaban allí, en ese preciso instante y cada uno supo que se volvería a repetir una, diez, cien, miles de veces hasta desgastar la piel ajena, hasta secar los labios, hasta que el corazón aguantara.

Caminaron sin soltarse hasta la cama que se encontraba fría esperando para albergarlos, lo recostó lentamente sin dejar de verlo, sin dejar de repetirle una y mil veces que era todo lo que había soñado y más.

Besó sus enrojecidos labios y lentamente siguió besando su cuerpo entero llegando al punto exacto donde su lujuria se encendía aún más. Tomó su miembro ergido y deseoso, brillante de deseo, su lengua traviesa delineó cada músculo, cada vena que encontraba a su paso y se estimulaba cada vez más al sentir todo lo que provocaba en el otro. Engulló su pene completo sin esperar, haciendo que lanzara un gemido ahogado de placer, enterrando su boca hasta lo más profundo, subiendo y bajando sin dejar de chupar y lamer.
Era una sensación tan magnífica que ninguno podía detenerse.
Comenzó a jugar con su entrada, poco a poco colando cada uno de sus dedos, abriéndose paso para lo que seguía después, tocando cada punto neurálgico del ser que se encontraba bajo él.
Los jadeos desesperados del otro lo insitaban a enterrarse en él pero debía ser cuidadoso, quería que sea perfecto y se ocuparía de que así fuera.

Donde manda el corazón. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora