Capitulo 30

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La risa de Michell hizo eco por toda la casa, no sabía si se debía a la borrachera, o era alguna especie de terapia para olvidarse del dolor. 

—¿Todavía tienes ganas de reír? —Pregunté desconcertada mientras lo ayudaba a sentarse en el sofá—, es porque aún no has visto tu cara. 

Mi amigo sonrió. Llevó tres dedos a su boca y una mueca de desagrado apareció cuando notó un poco de sangre en sus yemas. 

—Bonita forma de conocer a Min Yoongi —se burló quitándose los zapatos y rode mis ojos. 

—Voy por el botiquín —avise, y él asintió dejándose caer sobre el sillón. 

Comencé mi labor, desinfectando primero y untando un poco de crema después. Su sonrisa aún seguía en su rostro, lo que generaba en mí, una gran curiosidad. Es decir, estaba tratando de ser muy suave con él, pero sus golpes no eran cosa menor, suponía que algo debía doler, pero si era así ¿entonces porque seguía sonriendo como un idiota? 

—¡Auch! —se quejó, cuando intencionalmente apreté su herida— ¿Por qué hiciste eso? 

 —¿Por qué sigues sonriendo como un idiota? —quise saber y él me miró con diversión. 

—Tu chico es lindo —contestó desinteresado, y bufé guardando nuevamente las cosas en el botiquín—. Lastima —dijo con pesar—, él ya tiene a alguien en su corazón. 

—No es mi chico —corregí, sentándome a su lado— y no tiene a nadie. Esta soltero, Gia me lo contó. 

Con esfuerzo se incorporó en su asiento y me miró. Negó con su cabeza mientras reía de nuevo y habló segundos después. 

—Hyen respóndeme una cosa —tomó mi rostro entre sus manos, y mis ojos lo miraron con mucha confusión— ¿Por qué crees que fue la pelea? 

La verdad era que no tenía idea, solo creo que Yoongi enloqueció y ya... y bueno los efectos del alcohol, supongo que ayudaron también. 

—Y yo que voy a saber —contesté con sinceridad, alejando sus manos de mí. 

Sea la causa que sea, ya no debería importarme, yo no quería tener más nada que ver con Min Yoongi. 

—Él estaba celoso Hyen —aseguró con una sonrisa—, ese chico, está enamorado de ti. 

—No —retruque levantándome del sofá—. Él estaba borracho. Y mejor me voy a dormir, apaga las luces antes de subir... 

Y una vez acostada, la tortura comenzó. Di ochenta mil vueltas en la cama no pudiendo conciliar el sueño. Maldije a Michell por hacerme pensar en cosas imposibles, y me maldije a mí misma por que aún sabiéndolo, deseaba que aquello fuese verdad. 

"Él estaba borracho Hyen, entiéndelo de una vez", me repetí en mi cabeza con insistencia, prohibiendo que nazca algún tipo de ilusión. Y después de morderme las uñas, de taparme y destaparme, de mirar al techo, y de contar más de trecientas ovejas, finalmente el cansancio gano, quedándome así, completamente dormida. 

 

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