Capítulo 28 (I)

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—Oye. ¿Has hecho ejercicio? Te ves más fuerte, más alto y más apuesto. Debes tener muchas chicas suspirando. Seguro que te piden el número a diario...

—Cállate hermano, no estoy de humor —interrumpí enojado y resople frunciendo el ceño sin quitar la vista de la carretera por donde conducía—. Maldita sea, hay tránsito.

—¿Ahora que hice? —cuestionó Esteban—. Solo halague a mi pequeño hermanito.

—Deja de ser idiota, trato de conducir sin matar a alguien —mencioné seriamente y le sonreí falsamente—. Suerte que no esté borracho para ignorar a mi hermano y atropellar a mi novia. Oh, cierto, eso lo hiciste tú hace tres años.

—Vamos, acabo de salir de la cárcel, ya pagué mi error.

—Felicidades —irónice sonando varias veces el claxón de mi carro—. ¡Muévanse gente!

—Eres menos agresivo de lo que recordaba.

—Las personas cambian —aseguré tamboreando con mis dedos el volante— Tú sigues idéntico. La cárcel no te hizó nada.

—Me parece que tu teléfono sonó —mencionó mi hermano y cogió mi teléfono. Yo solo le di una mala mirada mientras él revisaba el objeto— Te escribió Crisantemo, te pregunta si tienes tiempo. Yo me preguntó qué querrá.

—Deja de ser chismoso —pedí molesto y le quité mi teléfono.

—Pensé que no te comunicarías más con ella.

Revolee los ojos al oír a mi hermano y le escribí a Crisantemo: Estoy libre.

—No le respondas.

—No tienes derecho a opinar, me has arruinado la vida, hermano y Crisme solo quiere ayudarme a repararla —indiqué muy enojado— Ella me hace sentir mejor. Te advierto que si te atreves a decir algo de Crisantemo te romperé la cara.

—Bien, ya estás sacando el viejo tú. De todas formas ambos estamos de acuerdo en que no deberías seguir acercándote. ¿Quieres que la mate?

—Mírame hermano. —ordené muy serio— Le pones un dedo encima a Crisme y yo te juro que no volverás a poner un pie fuera de la prisión.

No dije más nada porque mi teléfono empezo a sonar. Solo me calme y observé quien llamaba, era Crisantemo. Le hice un gesto a mi hermano de que se callará y cogí la llamada.

—Hola Crisme. ¿Qué pasa bonita? ¿Me extrañas tan rápido?

—Nop, solo te llamo para ver si puedes recogerme. —respondió Crisantemo con tono risueño— Ningún carro se detiene aquí.

—¿Segura que no es una excusa para verme? —inquirí asomando una sonrisa.

—Segura, ¿ahora me recoges?

—Que directa. —murmure divertido— Estoy en medio del tránsito pero veré como salgo y te buscaré.

—Si se te olvida el nasobuco no me molesto.

Reí un poco y dejé de hacerlo al ver a mi hermano mirándome con burla.

—Te veo luego Crisme, envíame la dirección. Después me lo agradeces.

—De acuerdo. —contestó Crisantemo de forma amistosa y alegré— Adiosito.

—Adiós bonita.

Colgué la llamada y giré mi vista a mi hermano.

—Bájate.

—Resultaste enamorado Sebastian.

—Bájate. Te daré dinero para que llegués a mi casa.

Él revoleo los ojos y tras coger mi dinero salió del carro. Tocaba ver como salir del tránsito.

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