Capítulo 36

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Afloje la corbata que tenía puesta y resople cansado. ¿Por qué mi vida era tan complicada? Crisantemo quería hablar conmigo cara a cara y yo quería que me tragará la tierra. ¿No me podía amargar en paz? Perdí todos mis trabajos en menos de dos horas, perdí a mi mejor amiga hace tres años, también mi relación con mi hermano y perdería a Crisantemo.

—¿¡Qué más me vas a quitar mundo!? —grite furioso.

Fruncí mi rostro muy enojado e ignoré el que las personas me vieran con miedo o como si estuviera loco. Caminaba rápidamente inundando de mal humor. Incluso las personas se quitaban del camino cuando pasaba y no las culpo; doy miedo enojado.

Me detuve para sentarme en una banca y suspiré alzando la vista al cielo. Se aproximaba la lluvia.

—Genial. Bienvenido seas cielo grisáceo. —irónice lleno de sarcasmo— Adiós al cielo templado. Solo falta que llueva y me enfermé.

Miré adelante a ningún punto en concreto y me quedé pensando en que haría con mi vida. De la nada una pequeña niña se sentó a mi lado y me tocó el brazo viéndome con curiosidad.

—Señor, ¿usted está loco?

—Sí. —afirmé— La fastidiosa vida me vuelve loco. Quizás terminé en un manicomio.

—Usted tiene pinta de ganster.

—¿No te doy miedo? —indagué arqueando una ceja.

—No, eres muy bonito como para dar miedo. ¿Cuántos años tienes?

—Veintidós. —respondí regalándole una sonrisa.

—¿Tiene novia? —cuestionó la pequeña.

—No tengo. ¿Por qué? ¿Quieres que sea tu novio?

—¡Sí! —exclamó asintiendo eufóricamente.

—Lo siento, me gusta alguien más. —expresé amistoso— Pero podemos ser amigos. Me llamo Sebastian.

—Yo soy Paloma. Tengo estos años. —dijo la niña y mostró seis dedos— ¿Cuántos dedos son tu edad?

—Muchos. —respondí risueño— ¿Y tus padres?

—Tres metros bajo tierra.

—¿Cómo? —inquirí confuso. ¿Estarían muertos?

—La tía dijo eso antes de dejarme aquí. Yo tampoco entendí. Tía es tonta, ni me dijo a que hora volvía.

Pobre pequeña. La dejaron abandonada.

—Tranquila. Yo te cuidaré hasta que venga alguien a recogerte. ¿Vale?

—Vale. —afirmó sonriente y se puso a aplaudir cantando una canción infantil.

La mire con lástima y ternura mientras pensaba como llevarla a servicios sociales.

DisculpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora