Capítulo 29 (II)

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Demoré como veinte o treinta minutos pero pude salir del tránsito y llegar a la dirección que me había mandado Crisantemo. Quizás ya se había ido sin esperarme. Suspiré al parquear mi carro y me puse un nasobuco negro junto a mi gorra. Estaba vestido negro completamente, apenas me veía en la oscura noche excepto por algunas pocas luces de faroles.

Salí de mi carro y le puse seguro pensando en la posible reacción de Crisme al verme. Al menos no se veían mis tatuajes así que no debía parecer  aterrador.

Negué intentando no ser demasiado duro conmigo mismo y cogí mi teléfono para llamar a Crisantemo. Espere un poco y ella respondió.

—Sebastian ayúdame, creo que me persiguen.

—¿Dónde estás? —cuestione preocupado.

—Ni idea, nunca he venido aquí. —respondió asutada— Hace tres cuadras pase un edificio abandonado y desde ese momento un chico me siguió. Tengo mucho miedo.

—Cálmate Crisme, necesito que te enfoques en buscar una salida. Envíame tu ubicación.

—La ubicación, cierto, la había olvidado. Por favor apresúrate. Trataré de escapar pero si no lo logro diles a mis hermanas que las amo.

—Te prometo que te encontraré. —afirmé confiado.

Ella colgó y me envió su ubicación. Estaba en una calle peligrosa. En carro no podría ir así que fui corriendo a toda velocidad. Corrí casi siete cuadras hasta que la encontré.

Crisantemo corría en mi dirección hasta que el chico que la perseguía la alcanzó y le aguanto del brazo. La sangre me hirvio al momento y volví a correr a donde estaban terminando por detenerme justo a su lado. Toqué el hombro del chico y cuando este me miro le di un puñetazo en el pómulo. Quité su mano del brazo de Crisantemo y le tomé de la mano para hacerla ponerse detrás de mi espalda. Entonces observé nuevamente a el chico desconocido.

—Vete mientras soy amable. —advertí y me quité mi chaqueta dejando expuestos mis tatuajes para señalarle uno en mi brazo izquierdo— No querrás problemas.

Él asintió con expresión asutada y salió corriendo. Honestamente me alegraba no haber tenido que pelear, podía ganarle obviamente pero no quería volver al yo del pasado y menos delante de Crisantemo. Sonreí aliviado y me giré para quedar de frente a Crisantemo.

—¿Estás bien? —cuestione poniendo mis manos en sus mejillas y la observe de arriba a abajo en busca de posibles heridas. No tenía ni un rasguño.

—¿Sebastian? —interrogó con voz temblorosa.

—Sí Crisme, soy yo. —respondí con tono suave y le puse mi chaqueta sobre  sus hombros, daba igual porque ya había visto mis brazos llenos tatuajes— Te dije que te encontraría.

—Gracias por venir.

Sonreí y le tomé de la mano para guiarla a mi carro.

—Te llevaré a casa Crisme. Todo estará bien.

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