Capítulo 32 (I)

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(Dos días después)
POV Crisantemo

—¿Por qué me bloqueo el muy idiota? Ni siquiera me dio tiempo a decirle unas cuantas cosas.

Frustrada pegué mi cara a la almohada de mi cama y grite. Luego respiré hondo y enojada comencé a tocar mi violín con movimientos poco delicados. Mi enojo se notaba en la melodía.

—Crisantemo.

Nada más oír que me llamaban solté mi violín y fui a la sala donde estaba una de mis hermanas sentada en el sofá intercalando su vista entre las tres laptos frente a ella.

—¿Encontraste algo Magnolia? —cuestione intrigada.

—Solo pude descubrir que el número que te escribe esta a nombre de alguien más, quien resulta ser un hombre de actualmente cincuenta años. Revisé y el hombre tiene dos líneas a su nombre. También tiene una esposa y tres hijas, todos con un solo número telefónico menos él.

—¿Puedes conseguir su otro número? —inquirí sentándome a su lado.

—Hablas conmigo Crisita, puedo conseguir cualquier cosa que este en la red. Solo recuerda que esto es ilegal.

—Te pagaré bien Magnolia. Aparté, si te descubren yo cargare con la culpa. Eso acordamos.

Ella me miró y tras asentir me enseño un número en un papel. Yo le di un pequeño abrazo a mi hermana mayor y llame a ese hombre.

...

—¿Qué dijo? —interrogó Magnolia.

—Dijo que un chico de apariencia aterradora y ojos verdes le pago por conseguirle un número telefónico. El hombre necesitaba el dinero así que no hizo preguntas. —respondí pensativa— El chico debió ser Sebastian.

—Si supieras sus apellidos podría hackear...

—Detente. —ordené— Nada más de cosas ilegales. Eso está mal. Vayamos a tomar algo fuera.

—Vale. Me aburría tu casa.

...

—Aquí vine una vez con Tulipán y me gusto el servicio. —mencioné entrando a una cafetería con Magnolia.

—Confiaré en tus gustos.

—Sentemonos allí. —sugerí señalando una mesa vacía.

—Los camareros son bonitos. —susurró Magnolia en mi oído.

—Tú siempre observando. —murmure divertida.

Ambas nos sentamos y miramos alrededor. Allí pensé estar mal de la vista pues veía a Sebastian vestido de camarero atendiendo una mesa con expresión seria.

—Oh dios mío. —murmure incrédula.

No era una alucinación. Él trabajaba en ese lugar.

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