Epílogo

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—No puedo creer que estén aquí Camelia, Margarita y Hortensia.

—Lo siento. No pude hacer que se fueran de mi casa —murmuró Crisantemo.

—Se suponía que solo seríamos tú, yo y una cena —mencione serio—. Imposible estar solos ahora.

—Haré que se vayan de alguna forma. Mientras tanto compórtate. No seas muy frío con ellas.

—Me esforzaré —asegure neutro.

—¿Qué hacen chicas? —cuestionó Crisantemo caminando a donde estaban sus hermanas.

—Aburrirnos —respondió Camelia.

—Juguemos verdad o reto —sugirió Margarita.

Crisme me miró y se sentó al lado de sus hermanas.

—¡Yo empiezo! —exclamó Hortensia—. ¿Verdad o reto, Margarita?

—Reto, obvio.

—Asómate por la ventana y grita algo vergonzoso.—dijo Hortensia.

Margarita se puso de pie y cumplió el reto, después se volvió a sentar y miró a las demás sonriendo maliciosamente. Esto no me gustaba. Por suerte yo no estaba incluido en el juego.

—Mi víctima será Cam —indicó Margarita.

—Elijo reto —anunció Camelia.

...

—Adiosito, vuelvan otro día.

Tapé mi boca con mi mano intentando que no se oyerá mi risa al ver como mi novia botaba a sus hermanas. Yo pensaba que quería que se fueran, pero Crisantemo me gano.

—Suerte que eres inteligente y pusiste el reto de que todas se fueran sin protestar —dije divertido.

—Sí. La inteligencia es lo mío. Aun así no pude evitar hacer un reto —comentó avergonzada.

—Fue divertido verte hacer el ridículo —expresé risueño.

—Sí, burlate fuera de mi casa.

—¿Me botas? —inquirí incrédulo—. ¿Y la cena?

—Cancelada.

—No lo creo —afirmé serio.

Avancé hasta tener en frente a Crisantemo y la cargué en mis brazos. Ella se puso roja inmediatamente y yo le sonreí.

—¿Qué estás haciendo? Bájame Sebastian.

Negué y me dirigí al comedor donde la baje cuidadosamente hasta el piso y puse mis manos en sus hombros viéndola a los ojos.

—Disculpa por burlarme de ti —expresé sincero. Y como sabía que a ella le gustaban los pequeños detalles le dejé un beso en la frente—. ¿Me lo dejas pasar y cenamos?

Crisantemo asintió apenada y fue a la cocina volviendo con dos platos que dejó encima de la mesa. Ambos nos sentamos delante del otro y nos sonreímos sin dejar de mirarnos. De no ser por la mesa entre nosotros la podría besar. En vez de eso decidí mostrar sinceridad con mis palabras.

—Te quiero Crisantemo Flores, ¿lo sabes?

—Lo sé.

En ese momento pensé en la partida de mi hermano, la despedida de Paloma, el perder a Amla y obtener a Crisantemo... Tenía altas y bajas en mi vida, pero por fin estaba bien. No sentía dolor ni remordimiento.

Yo era buena persona. No tenía necesidad de pedir otra disculpa.

DisculpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora