Capítulo 26 (II)

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Sebastian: Ella murió por mi culpa Crisem. No quiero que mueras tú también. No quiero matarte como la mate a ella.

Crisantemo: ¿Cómo que la mataste?

Sebastian: Sí, al ser su amigo la condene a los muchos peligros en que estaba metido y básicamente le impuse la pena de muerte. Sino la hubiera conocido estaría viva.

Crisantemo: ¿Así que ese era el secreto? Pensé que sería algo diferente. Deja de culparte tonto, no es que tú le hubieras apuñalado con un cuchillo.

Sebastian: No lo entiendes, yo la expuse al peligro.

Crisantemo: El mundo de por si solito está lleno de peligros, y tarde o temprano todos morimos. ¿Acaso no la protegías?

Sebastian: Sí lo hacía. Intenté de todo para salvarla mas no sirvió de nada. Murió atropellada por mi propio hermano, con mi viejo carro, conmigo estando de copiloto y no te he dicho lo peor.

Crisantemo: Detente.

Crisantemo: Te haces daño Sebastian. No tienes la culpa. Los accidentes suceden muy a menudo. Lo importante es que hicieras de todo por verla bien.

Crisantemo: No la salvaste pero tampoco la mataste. ¿Me entiendes?

Sebastian: Te entiendo perfectamente.

Con los ojos cristalizados dejé el teléfono de lado, tomé aire y mire nuevamente la foto de Amla, esta vez sin culpa, solo con tristeza. Sople mi nariz en un pañuelo y pasé las manos por mi cara para recuperarme. En ese instante quise llorar pero me retuve de hacerlo. Con algo de temor, preocupación y nervios envié otro mensaje.

Sebastian: ¿Quisieras quedar conmigo el viernes a las cuatro para tomar algo?

Crisantemo: Estaría encantada.

Sebastian: Gracias por la charla.

Ni siquiera era necesario añadir algo más. Puse mi teléfono en modo avión y me acosté boca arriba en mi cama para dormir un poco y descansar de tantas abrumaciones, de tanta culpa.

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