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Jhon terminó de redactar una de las cartas que necesitaba enviar a Boston para la revisión de los contadores al otro lado del Océano. Posteriormente, se dirigió al segundo piso para hablar con un cliente de Holanda. El hombre era desagradable en todos los sentidos y no había pagado ni una sola factura desde su hospedaje unas semanas atrás.

Él ni siquiera debería estar tratando con los inquilinos directamente. Darien lo había vuelto a hacer, está vez se había ido a la mansión y era él quien estaba disfrutando de la compañía de su hermosa esposa, su bebé recién nacido y, para más colmo, de los gemelos.

Eso sí que lo hacía rabiar. Jhon quería descansar unos días y pasar tiempo con Arthur y Marc. Sin embargo, ya se había comprometido con reuniones y correspondencia. Los viajes y cenas se las dejaba a su hermano. Definitivamente Darien se estaba llevando la parte divertida.

Sorprendentemente, pudo solucionar el embrollo sin mucho escándalo. Ya era de noche cuando pudo volver a la mansión y estar con sus hijos. Al entrar a la habitación de los chicos sonrió al encontrarse con Isabella leyéndoles una carta, o mejor dicho otra de las cartas que Amber solía enviar a diario.

—Aunque la tía Agatha está mejor, los médicos descartan su pronta recuperación, por lo que me quedaré unos días más aquí en Cambridge. Quisiera que estuvieran aquí conmigo, estoy segura que les va a gustar el bosque que hay detrás de la casita y también hay muchos animales que normalmente no pueden ver en Londres. —Bella le dio la vuelta al papel y siguió leyendo de forma clara y rápida.

Marc estaba sentado en su regazo y Arthur abrazaba a la rubia por un costado, jugando con su cabello. Ninguno de los dos sabía leer todavía, pero miraban con mucha atención el papel, como si pudieran adivinar que sería lo siguiente que diría. Sonrió al verlos tan cariñosos con Isabella puesto que ellos no solían serlo con muchas personas y su cuñada los trataba como si fueran suyos.

Por lo menos podía quedarse tranquilo cuando no estaba en casa. Tenía la certeza de que los niños siempre iban a estar cuidados y lo agradecía profundamente. Cuando lady Barwick terminó de contarles el contenido de la carta, ella sacó una pluma y comenzó a escribir una carta aparte.

Desde hacía unos días se había enterado que Amber y Bella se habían hecho muy cercanas gracias a el intercambio de correspondencia. No sabía a ciencia cierta que se decían, pero sabía que su cuñada no había desistido de su idea de entrometerse en su matrimonio. Aún no comprendía el por qué quería meter sus narices en dónde no era requerida, pero poco podía hacer si Amber ya le había dejado la puerta abierta a preguntas y demás.

—Buenas noches. —una vez que sus hijos lo vieron, no se separaron de él. Eso evidenciaba lo mucho que lo extrañaban todo el tiempo y aunque aún no mencionaran nada al respecto o lo dijeran en voz alta, también a su madre.

Bella se despidió de ellos y fue a encontrarse con Darien, quien estaba en la otra habitación con Elliot. La señora Doyle le ayudó a darles de comer mientras lo miraba con cierto reproche. El ama de llaves estaba empecinada en que le escribiera a Amber para disculparse por la última discusión porque, una vez más, aunque nadie lo dijera, todos sabían que la prolongada estancia de su esposa en Cambridge no era sólo debido a la salud de su tía, sino a las peleas y diferencia que se traían entre los dos.

Llevarlos a la cama y hacer que durmieran fue otro calvario. Marc quería dormir con la luz encendida por sus pesadillas, pero Arthur prefería la oscuridad total. Luego Arthur quería jugar un poco antes de cerrar los ojos y Marc deseaba que le leyeran un cuento nuevo. Por fortuna, estaban lo suficientemente agotados para exigir más cosas y en cuestión de minutos los arropó con más facilidad de la que pensó al principio.

Historias Cortas - Misterios de Londres III (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora