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Estaba terminando de revisar que los planos para la construcción de una nueva dependencia para los trabajadores y mejores cocinas para ellos estuvieran completos antes de enviárselos a los arquitectos y obreros pero no podía concentrarse en lo absoluto.

Hoy se cumplirían tres días desde que se había explayado confesando sus sentimientos a Amber y ella no daba señales de vida. Sabía que estaba bien porque la tarde anterior los gemelos recibieron una carta como siempre.

¿Era su forma de rechazarlo?

¿Iba a aparentar indiferencia y ya?

Aún podía sentirla temblando entre sus brazos la última vez que estuvieron juntos, habían conectado de nuevo después de tanto tiempo, no solo físicamente sino que sus emociones se habían renovado y la quería.

¿Tal vez había malinterpretado sus palabras y aquellos meses no habían significado tanto para ella como para él?

Necesitaba ir y verla. Que le dijera de una vez por todas que harían con su matrimonio porque no estaba dispuesto a vivir así mucho más.

—Disculpe, señor. —la voz de un criado lo hizo levantar la vista de los planos y en parte le agradeció internamente que lo distrajera de sus pensamientos. —Ha llegado más correspondencia.

—¿De Cambridge? —la esperanza en su voz le molestó, no obstante, no hizo nada por ocultar que esperaba una carta de aquella ciudad.

—No, señor. —el criado le ofreció los sobres pero Jhon no hizo ademán de tomarlos. Acababa de matar sus ilusiones. —Todas son de Birmingham.

—Déjalas en el escritorio de Barwick. —le indicó sin mucha energía. Darien se estaba encargando de esos deberes mientras él resolvía el lío con los bocetos de la construcción.

—Como ordene. —el muchacho hizo lo que le pidió y después abandonó la oficina sin hacer mucho ruido.

Iba a volverse loco. Sin saber nada directamente de Amber, sin que le dijera que también lo amaba, sin verla o tocarla. Pero no quería presionarla. Detestaba la idea de exigirle algo cuando había sido un completo imbécil por años.

—¿Estás bien? —se sorprendió al ver a su hermano. Se suponía que esa mañana no iba a estar en el hotel.

—Si —no iba a contarle que estaba muriendo por un poco de atención de su esposa. Era ridículo y vergonzoso. Lo último que quería escuchar de su parte era un "te lo dije".

Barwick había intentado mil veces que su matrimonio funcionara. Le había explicado que Amber estaba confundida y aquel beso era un error tanto como un evento que jamás iba a repetirse. Le había dicho que su mujer lo quería y solo se sentía sola. Que todo se podía arreglar. Sin embargo, Jhon no había querido hacerle caso. Su indignación y orgullo no le permitieron ver más allá de los verdaderos problemas y prefirió dar por terminada su relación.

—Luces cansado. ¿Los gemelos no te dejaron dormir? —preguntó mientras se quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero.

—Es el trabajo —murmuró como respuesta y casi suspiró de alivio cuando Darien se encaminó hacia su mesa y se dispusó a revisar sus pendientes.

Una hora más tarde, cuando se estaba sirviendo una taza de té y estiraba los músculos, su hermano se acercó a él con un sobre sellado en la mano.

—¿Tenemos negocios en Cambridge? ¿Algún inversor o socio?

—No. La mayoría nos contactan del oeste o mucho más al norte. —le explicó casi rodando los ojos. Él ya debería saber eso. Era quien estaba al mando del hotel. ¿Desde cuándo se había relajado tanto que ya no sabía ni dónde estaban sus accionistas y demás?

Historias Cortas - Misterios de Londres III (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora