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La fiesta de aniversario de Isabella y Darien Barwick estaba en todo su apogeo.

La bebida iba y venia, los meseros rellenaban las copas vacías y repartían deliciosos aperitivos constantemente.

La verdad es que Carl no había querido asistir a esa fiesta. Por un lado, la anfitriona no era de su total agrado. Lady Isabella y él nunca se habían llevado bien y cuando se hablaban solo lo hacían con comentarios sarcásticos o se insultaban con pasividad. Prefería quedarse en casa y disfrutar del precioso cuerpo de Allison que escuchar a la rubia lanzando palabras mordaces no solo a él sino ahora también a su esposa.

Por otro lado, habían dos cuestiones importantes. El tema de las cartitas que Darien y Ally se intercambiaban ya estaba resuelto, pero odiaba pensar en esa curiosa amistad. Debía admitir que estaba celoso incluso cuando no había motivos. Agradecia que Barwick hubiera dejado de escribirle a la castaña, sin embargo, era cuestión de tiempo para que su mujer diera su opinión al respecto y conociendo a su amigo como lo hacía, estaba seguro que seguirián enviándose misivas. Sería él quien terminará cediendo. Después de todo, no sería capaz de negarle algo a su esposa.

El otro problema que lo inquietaba era Thomas. De una u otra manera el duque lo había convencido de que le permitiera hablar con Allison y verificar que ella no estaba al tanto de los negocios de su padre. Eso Carl ya lo sabía. Y aunque le gustaría también abogar por su suegro, no podía hacerlo. Últimamente el hombre se comportaba sospechoso y no había manera que Thomas se equivocara. Si el Ministerio de Asuntos Exteriores lo estaba investigando tendrían sus razones.

La prueba estaba allí y ahora. Barrett estaba en una esquina alejada charlando con dos hombres. No sabía si eran conocidos de Barwick, pero había tantas personas en esa fiesta que suponía que podía ser posible. Aún así, estaban nerviosos y miraban a su alrededor cada tanto para comprobar que no llamaban la atención. Así era, frente a la sociedad no lucían fuera de lugar, pero para él y seguramente para Thomas también, era obvio que se traían algo entre manos.

Lo único que esperaba es que no fuera ilegal o por lo menos algo no tan grave como para ser arrestado y traerles problemas a todos. Unos minutos más tarde los dos tomaron destinos separados y actuaron con normalidad.

¿Debía permitir que la situación escalara hasta que se saliera de control y dejar que el duque se encargará o interceptar a Barrett y aclarar sus dudas?

Sería mejor evitar cualquier asunto puntiagudo por el momento y tratarlo con calma luego. Podría invitar a su suegro a tomar unas copas en su oficina u organizar una cena en casa y plantearle el asunto de frente.

Vio a lo lejos que Carrie y Allison conversaban con otras damas. Iba a estar eternamente agradecido con su amiga si lograba que Ally volviera a ser tan sociable como antes. Quería que recuperara confianza y pudiera encontrar buenas amistades. Que tuviera una vida normal.

Tomó una copa que le ofreció uno de los meseros y se desplazó hasta estar junto a Jhon. El hombre estaba claramente amargado y no había conversado con nadie en toda la velada. Se veían asiduamente debido a sus reuniones aunque las más recientes habían sido cortas debido a los problemas familiares de Belmond.

—¿Cómo sigue tu hijo? —preguntó interesado por el estado del pequeño Marc. Los gemelos de Jhon siempre le habían agradado. Eran niños inteligentes y vivaces. No iba a mentir y decir que no había pensado ya en tener a sus propios bebés. Estaba emocionado por tener una familia grande y ya había empezado con ello.

—Está como nuevo. Lo peor ya pasó y solo está recuperando el apetito. —le contestó con una ligera sonrisa, sin embargo, se notaba que estaba allí por mero compromiso.

Historias Cortas - Misterios de Londres III (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora