La noche estaba siendo terriblemente tediosa para Carl. Para algunas personas el inicio de la temporada social era emocionante y una gran oportunidad para encontrarse con viejos amigos, mejorar el estatus social, buscar un matrimonio ventajoso...
Miles de razones y él desgraciadamente estaba allí por la última. La diferencia es que su definición de ventajoso distaba mucho de la del resto de la sociedad. No necesitaba dinero, era de los banqueros más apreciados de la ciudad y a su empresa le iba bien. Su fortuna crecía a un ritmo generoso y solo podría seguir aumentando en los siguientes años.
¿Estatus? Nunca le había interesado casarse con una aristócrata. Todos sus conocidos pensaban que odiaba a los nobles irracionalmente, lo cierto es que no era verdad. Algunos eran de su agrado, no la mayoría, pero podía contar con los dedos de una mano a quienes toleraba. Ya tenía el reconocimiento que deseaba en Londres y estaba contento con su situación actual.
¿Entonces, por qué diablos seguía en esa fiesta?
La razón era clara, era rubia y tenía preciosos ojos color avellana y se había convertido en una gran amiga en los últimos meses. No tenía idea de qué forma lo había persuadido para volver a frecuentar esas veladas.
Carrie estaba a su lado, paseando la mirada, buscando una candidata perfecta para él. Se había prometido asimismo no seguirle el juego, alejarse lentamente de los duques de Kent y no volver a cenar con ellos, pero allí estaba, sufriendo de nuevo por sus desacertadas decisiones.
—¿Qué tal lady Whitwell? Es hija de un barón y una burguesa. Creo que es bastante afín a lo que buscas.
—Te recuerdo que no estoy buscando nada, Carrie. —mencionó con aburrimiento. De lejos vio a Barwick y a Kent riendo discretamente. Ambos alzaron sus copas hacía donde estaba él y eso solo lo irritó más.
Debía admitir que tenía un gran problema al no poder negarle algo a su amiga y ellos ya habían hecho varias bromas al respecto. Llevaban meses en la misma tónica y parecía que no estaba dispuesta a renunciar hasta verlo frente al altar.
—Carl, prometiste cooperar conmigo.
El banquero le dio un sorbo a su vino y evitó suspirar o hacer una mala cara. Era verdad, le había dicho que quería terminar con eso unas semanas antes, sin embargo, con el pasar de las noches, estaba arrepentido.
Las intenciones de la joven eran buenas, eso lo sabía de sobra, pero ya no sabía cómo negarse sin lastimar sus sentimientos.
Todo había empezado exactamente ocho meses atrás, en la cena de aniversario de los duques y a Carl no se le había ocurrido asistir acompañado. Fue el único hombre solo en aquella mesa y a pesar de que no estuvo incómodo o fuera de lugar, Carrie no había pasado por alto ese pequeño detalle. Desde ese día lo había presionado con que necesitaba una pareja, que ya tenía edad suficiente para sentar cabeza y formar una familia, que debería tomar como ejemplo a sus amigos y mil cosas más que ni siquiera su propia madre le decía.
En parte era verdad, ya había llegado a ese momento de la vida en la que se esperaba que un hombre empezara a preocuparse por su descendencia. No tenía ningún apuro por contraer matrimonio, no obstante, le había creído a Carrie cuando dijo que no le haría mal ir viendo candidatas.
—Sabes que no hay un tiempo estipulado, ¿cierto? —intentó distraerla.
—Me gustaría que sonrieras con más frecuencia. Estoy segura que la mujer adecuada te hará feliz.
—Bueno, yo estoy segura que el señor Winston haría infeliz a la pobre dama en cuestión. —Carl apretó los dedos en torno a la copa y miró a lady Barwick, quien estaba al otro lado de Carrie, con fastidio.
—Isabella, por favor... —le advirtió la duquesa a su amiga.
Todo sería más llevadero si Isabella no se juntará con ellos cada noche y lanzará ese tipo de comentarios. Él la ignoraba la mayor parte del tiempo, sin embargo, no se contenía en todas las ocasiones y le regresaba sus ataques. Si en algún instante pensó que luego de dar a luz al pequeño Elliot cambiaría su comportamiento, se había equivocado garrafalmente.
—Tranquila, Carrie. Milady no habla con mucho sentido, en todo caso, ella debe basarse en su propia experiencia, Una mujer contenta no actuaría como ella lo hace. —su intención no era ir contra Darien, pero quería utilizarlo para que su esposa se picará un poco— Barwick ha de ser un pésimo marido.
—¿Cómo se atreve? —siseó la rubia con enojo.
—Se los pido, a los dos. Basta. —medió Carrie.
Winston la miró con una ceja enarcada, desafiándola abiertamente a que continuará con su afrenta, pero ella cayó, dándole la victoria esa oportunidad. Como forma de festejo, bebió otra vez y su mirada se deslizó hacia la dirección en la que un grupo de chicas estaban reunidas.
No. Ninguna llamaba su atención lo suficiente para considerarla una gran candidata. Eran muy jóvenes o hacían parte de la nobleza, lo último que quería era tener a una especie de Isabella como esposa, porque dudaba encontrar a alguien mejor o que se pareciera a Carrie, en ese aspecto.
Los minutos pasaron y cuando Carrie se aburrió de mencionarle los nombres de las señoritas que habían asistido a esa fiesta, las escoltó a ambas con sus esposos. Ya estaba agotado física y mentalmente, como para seguir allí fingiendo que estaba a gusto.
Thomas y Darien lo observaron con cierto deje de burla, pero no dijeron nada como estaban acostumbrados a hacerlo normalmente, eso lo relajó. No tenía el humor para aguantarlos por más colegas que fueran.
Se despidió de todos con rapidez y avanzó hasta las salida con pasos largos y constantes. Respiró mejor al abandonar la sala repleta de personas y se sumió en el silencio del pasillo. Justo antes de lograr su objetivo, su cuerpo chocó con uno más suave.
—Perdón, lady... señorita —se corrigió a tiempo al ver que se trataba de Allison Barrett.
—Disculpe, señor Winston, estaba distraída.
Carl conocía a Allison desde hacía muchos años. En el pasado había tenido un fuerte vínculo comercial con su padre. Era increíble la forma en la que la castaña había cambiado su comportamiento después del ataque que había sufrido a manos del asesino de Londres.
La recordaba más conversadora y alegre, sin embargo, ahora lucía asustada y bajaba la mirada constantemente. Ella hizo una ligera venia como despedida y volvió al salón. Mientras se perdía entre la multitud, Carl se fijó demasiado en ella. Su cabello corto en comparación a como lo llevaba antes, el vestido aunque un poco aburrido y recatado, le quedaba de maravilla, mostrando unas curvas nada despreciables. Era atractiva, siempre lo había sido, pero Allison no era la misma que antaño.
—Su carruaje llegó, señor. —informó un lacayo a sus espaldas.
—Gracias.
El banquero se giró y subió al coche. Había socializado suficiente por esa ocasión y eso era suficiente.
No sabía qué iba a hacer para que Carrie le diera un respiro, pero ya se ingeniaría algo para ganar unos días de más.
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Historias Cortas - Misterios de Londres III (COMPLETA)
RomanceParte final de la saga de Misterios de Londres. Son dos historias cortas de algunos personajes de las anteriores novelas. Recomiendo leer primero "Huyendo de Barwick" y "Seduciendo al Duque de Kent", aunque pueden leerse de forma independiente tambi...