Capítulo 32: Pistas

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El balde de agua helada que me avientan me obliga a despertar, gran forma de empezar el día.

Activa todos mis sentidos e intento defenderme, en vano ha sido porque continúo encadenada como si fuera un animal. ¿Tanto me temes, Rebeca? Pienso que es alguno de los idiotas que han estado cuidándome estos días, pero no es así.

—Miren nada más, ¿Tu jefa quiso enviar a los más débiles?

Trevor sonríe amargamente, aún veo una venda cubriendo parte de su abdomen y se asoman algunos puntos de sutura, creo que mi disparo dio justo en el blanco. Es la primera vez que él y Víctor se aparecen por aquí, ya que los otros dos gorilas no han conseguido información Rebeca debió enviarlos para que apresuraran el trabajo, llevo una semana aquí y apenas pensó en eso, creí que sería más lista.

—Deberías verte, Rachel —se acerca Víctor tranquilo, sabiendo que no puedo lastimarlo—. Ya te han lastimado suficiente, privándote de agua, comida, golpeándote hasta que uno de los guardias se canse, ¿no quieres detener esto?

—Te recomiendo que hables, mocosa.

Suelto una carcajada, estos idiotas son tan divertidos.

—¿A qué juegan? ¿Al policía bueno y al malo? Ya les dije que no les diré dónde están los tubos, de hecho, llevo toda la semana diciéndoles lo mismo.

—Lo interesante es que ahora tenemos información valiosa para ti —veo a Rebeca acercarse.

Eso solo provoca que me asqueé.

—Rebeca, hasta que dignas en aparecer, ¿cansada de estos inútiles?

—La verdad es que sí, igual que siempre el trabajo sucio tengo que hacerlo siempre yo.

La detallo cuando sale de las sombras, está fumando, la muy maldita está tranquila, sabe que en esta ocasión tiene ventaja.

—Mira si nos dices o no dónde están los tubos no será problema, estamos esperando a que se cumplan las dos semanas para sacarte más sangre.

Suelto una carcajada bastante forzada, apenas y tengo fuerza para respirar.

—Se te olvida que no solo necesitas mi sangre.

No pienso decirle la verdad, si logra su cometido al menos ella también morirá, una vez que intente acabar con el programa el domo que protege la ciudad se desactivará y no tendrá escapatoria, los zombies vendrán, nada los frenará son miles, moriremos todos.

—No soy estúpida, Rachel.

—Yo creo que sí.

Ignora como de costumbre mi comentario.

—Sé que necesito la sangre de tres personas, la mía ya la tengo, falta la tuya que no tardaremos demasiado en quitártela de nuevo y la de tu querido amigo el zombie, ese problema ya lo resolvimos, está en el domo conmigo, lo alimento bien descuida.

Hasta ahora me había dado más información de la que imaginaba.

1.No estoy en el domo, significa que si hay alguna manera de librarme de estas malditas cuerdas que me queman a cada segundo, puedo escapar, no debe haber tanta vigilancia.

2. Jack está bien, bueno muerto, pero bien, ustedes me entienden.

—Buena suerte con Jack, es el más listo del equipo, lo creo capaz de meterse algo en el organismo en sus tiempos de lucidez, créeme, preferirá morir a quedarse y ser parte de tus estúpidos juegos.

—Sí —sonríe con malicia—, pero no creo que quieras ver morir a tu mejor amigo, si es el caso avísame que yo lo mato ahora.

—Eres una —intento moverme, las cuerdas y el ardor que provocan en mi piel me obligan a volver a mi posición.

PROGRAMA F3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora