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Para Park Yvette los meses habían sido rutinarios, ir a la empresa, llegar a su Penthouse. Comer, dormir, tomar una que otra vez, y repetir el mismo procedimiento.

Tal cual vivía antes de conocer a su castaño, aunque claramente tenía algo que hacía con frecuencia, ir a su ex club favorito o alquilar sumisos.

Pero aquello ya no era el caso, únicamente tenía la misma fría y monótona vida de antes, pero con la certeza de que algún día, volvería hacer igual que cuando estaba su castaño con ella.

Y los meses transcurrieron, hasta el día en que llegó la graduación del menor, y pudo besarlo con ansias.

Aunque quería más que besos, supo controlarse, porque había nacido en ella un pequeño terror al tocarlo y que él se sintiera incómodo o atemorizado.

Por eso, pese a que le costaba, pudo abstenerse de tocarlo de más. De cumplir su deseo de acariciarlo y escucharlo como a ella le gusta.

Había encontrado cómica la situación en que se encontró al negarse al menor. Él le pedía ser tocado y ella se había negado, cuando sinceramente antes jamás lo hubiese hecho.

No obstante, anhelaba que Si-U estuviese bien de una vez por todas, que todo lo que ha sucedido con él pudiese ser, al menos, un poco sanado y enterrado.

Ella también debió alejarse más de lo que quiso, por eso, pese a que quería al menos llamarlo todas las noches, no pudo.

Porque aquel psicólogo se lo había prohibido, por el simple hecho de que aquello le ayudaría al menor saber si los sentimientos de él, si eran fuertes y seguros, y no solo una dependencia por ella.

Ella lo sabía, comprendía que no se trataba solamente de dependencia porque lo habían hablado, y sobre todo, porque él se había alejado para poder sanar y volver a ella renovado y siendo alguien estable.

Por ese motivo, fue que no puso objeción alguna, quería ella también ser partícipe de lo fuerte que es su esposo.

Y aunque le dolió ver que Si-U había decidido sanar por si solo y no junto a ella. Al final lo aceptó, porque entendió que él no quería depender tanto de ella, sino que también quería ser alguien independiente y capaz de soportar cosas duras sin la ayuda de alguien más.

Dejó de vivir en la mansión para irse a hospedar al Penthouse. Llegar a casa a la hora que le corresponde, almorzar y adentrarse a la piscina. Para desde ahí ver la ciudad y el atardecer, esa rutina ha sido cotidiana para Yvette.

Llama de tanto en tanto a su Nana, se mantiene al pendiente de su padre y recibe las informaciones que Kim le da.

Sigue siendo ella, pero con un vacío en su pecho.

A la hora correspondiente, Park Yvette llega a su Penthouse, en donde se desviste y toma una prenda de ropa más cómoda.

Camina de nuevo a la planta primera y se sirve una copa de vino, deja las luces tenuemente y se sienta en el balcón, viendo todo desde ahí.

No piensa en nada, y esa sensación le agrada. La tensión que sintió las primeras semanas cuando su castaño se marchó, al suponer que podría recibir alguna llamada desagradable. La tenía con insomnio.

Pero en esos momentos, está relajada, tranquila y con ganas que el esperado día en que él vuelta a ella, llegue.

Cuando su estómago le da a conocer que debe de cenar algo, es ahí en donde Yvette se pone de pie y camina hacia la cocina.

Prepara algo de cenar, concentrándose en lo que está haciendo. Aunque al instante en sentir el sonido de su ascensor, se gira con las cejas fruncidas.

-Totalmente Diferentes- EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora