Cuando Se Concieron

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DYLAN 11 AÑOS

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DYLAN
11 AÑOS

Mamá es feliz, así que yo también soy feliz.

Ella pasó muchos años llorando por culpa de papá, él no la hacía feliz, pero Reginald sí. Él me agrada, es un buen tipo y además me dio una hermanita a la que cuidar y un hermanito que se convirtió en mi mejor amigo.

Pensé que nunca vería a mi mamá con un vestido blanco y una sonrisa en su rostro, pero ahora que estoy esperando a que se termine de arreglar para llevarla al altar sé que sucederá.

—Promete que serás amable —asiento—. Ella es tímida, hoy no tienes que ser un lille imp, tienes que ser un Lille engel.

—¿Tengo que fingir ser un ángel para agradarle? —Le pregunto.

—Solo no la asustes —volteo los ojos—. Por favor.

—Esta bieen —rezongo, pero siempre le hago caso a mamá.

—Ella es linda.

—No me importa.

—Como digas.

Mamá se termina de alistar y llega la hora de llevarla al altar junto con su nuevo esposo italiano. Los ojos están sobre mí, pero los míos solo están pendientes de mamá. Isabel y Dean van detrás de nosotros con los anillos.

Le entrego a la mujer más importante de mi vida a Reginald. Él sonríe ampliamente y sus ojos color menta se llenan de un brillo qué solo he visto con mamá. Él ama a sus hijos, pero ese brillo en los ojos solo lo tiene cuando ve a mamá.

Por eso me enoja un poco la situación de que tenga a su exmujer y su hija aquí. Si tanto ama a mamá ¿Por qué tuvo a otras? No entiendo eso.

—Mírala —Isabel me golpea el hombro—. Es ella —señala en la fila delantera donde puedo ver a una mujer de cabello tan oscuro como las noches y ojos marrones.

—¿Quién es? —preguntó.

—Emily —entrecierro los ojos—. La exesposa de papá.

—Mamá es más linda —aseguro.

—No sé donde está Gabriela —dice mi hermana mientras busca entre las personas.

—¿Quién es Gabriela? —pregunto.

—Mi hermana.

—Ah —de ella hablaba mamá.

No conozco a la hija de Reginald, ella nunca ha venido a Italia. Solo la conocen Isabel y Dean porque son sus hermanos, yo nunca he querido verla. No es mi hermana, no tiene sentido crear un vínculo.

Los violines vuelven a sonar y en la entrada de la iglesia aparece una pequeña figura que sostiene los listones rojos qué usarán para sellar su unión.

—Ahí está —dice mi hermana sonriente y yo no puedo apartar los ojos de esa niña.

Camina con gracia y su mentón está tan alto como el de una reina. Su cabello es de un hermoso color chocolate y su piel es canela al igual que la de Reginald. Aunque sus facciones son como las de su madre, sus ojos son del mismo color verde menta de Reginald.

Ella pasa por mi lado sin prestarme atención y entrega el listón a mi madre. Luego se hace a la derecha de su padre y se para firme. Al rato se gira hacia mí y algo estalla dentro de mi pecho. Ella me sonríe y siento que podría estar flotando.

No le devuelvo la sonrisa porque estoy demasiado hipnotizado mirándola. Eso la enoja tanto, que me cuesta tres horas y cinco fresas con chocolate convencerla de que no la odio. Es muy sensible, pero me gusta eso.

—No me sonreíste —me recuerda—. Es de mala educación no hacerlo.

—Perdóname —Le ofrezco otra de las fresas, qué robe del pastel de los novios.

—Me encantan las frutas —sonríe de nuevo y aunque le falta uno de sus dientes, su sonrisa es hermosa—. Solo por eso, te perdono.

—Muchas gracias.

—¿Cómo te llamas niño?

—Dylan Tosh Winter Pietroson —Le digo mi nombre completo y ella se ríe—. Dylan está bien.

—Me llamo Gabriela Alessandra Santoro Betancourt —me rio ahora—. Dime Gabriela, nunca Gaby.

—¿Por qué?

—Me hace sentir pequeña y no lo soy.

—Tienes como seis, lo eres —su expresión se contorsiona de una manera divertida.

—¡Tengo ocho! —Le sonrió.

—Y yo once, eres una bebe —hace un puchero y niega.

—¡No me hables! —me aparta con su mano.

—Mamá me dice que soy un lille imp —ella quita la mano.

—¿Qué es eso? ¿Estás enfermo?

—Es pequeño diablillo en danés.

—Oh, mi mami me dice princesita —sonríe.

—Lo pareces —la halago y eso parece no importarle. No entiendo, normalmente las niñas se sonrojan cuando las halago.

—Lo sé —oh, es engreída—. Mamá dice que soy tan hermosa como una diosa.

—Podría ser —lo es.

—¿Crees que soy hermosa?

—La más hermosa de Italia.

—No soy italiana, pero me gusta ser la más hermosa de aquí.

Era la más hermosa de aquí y de todo el mundo ante mis ojos.

La Noche De Los Asesinos [Serie Foresthell #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora