10. Dylan

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"Las presas pueden correr, pero no esconderse"

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"Las presas pueden correr, pero no esconderse"

DYLAN

Seguí a Gabriela cuando la vi salir de su edificio en la camioneta naranja qué le dio su padre. Estuvo casi tres horas hablando con ese imbécil italiano y parecía tan complacida, le sonreía e incluso le hacía esos ojitos de cachorro que me enfurecen.

Cuando vi que ella lo llevó a ese callejón, creí que sería capaz de hacerle una puta mamada ahí mismo. No estoy loco por pensar eso, ella le sonreía demasiado a ese italiano.

Me alegré profundamente cuando ella lo estrelló contra esa pared, lo ahorcó y luego le corto los brazos. No escuche una mierda de lo que le gritaba, pero pude ver cada detalle de la macabra escena.

Ya sé, irónico de que me alegre verla torturar a un hombre, pero quiera asesinarla por un asesinato qué cometí en su nombre. Pero prometo que todo tiene una justificación. Nada de mi venganza tiene que ver con el derramamiento de sangre.

Gabriela camina hacia mí como una tigresa qué ya se ha alimentado y está contenta, pero no lo suficiente como para no comerme a mí también. Cuando la veo a sus ojos color menta, veo irá y sobre todo sadismo. Está enojada, más enojada, qué cualquier otra vez.

Sus ojos carecen de todo brillo de bondad. Están oscurecidos y llenos de sed venganza. Ese tipo de ojos solo lo he visto en dos personas y una de ellas es Gabriela.

Me inquieta qué no me deje de ver como si yo fuera esa mierda italiana y me quisiera hacer lo mismo. Pasa por mi lado y antes de seguir su camino, se detiene y me dice:

—Quieres jugar a cazar, bien, se necesitan dos para eso —me clava la mirada—. Pero ten por seguro que no juegas con una presa. Seré una cazadora y a diferencia de ti, no tendré compasión con mi presa.

¿Soy su presa?

Bien. Juguemos.

Gabriela sigue caminando como si nada, pero antes de que pueda pensar que ha ganado una batalla, la agarro de los muslos y la tiro a mi espalda. Empieza a patalear, pero le doy un manotón el culo qué la deja atónita.

Las personas me ven cargarla por la calle mientras me suelta un montón de insultos. Nadie la salvará, en este barrio se ven cosas peores y no hacen nada.

La tiro dentro de mi camioneta y luego conduzco sin detenerme. Ella se mantiene en silencio, seguramente planeando una manera de matarme. Es lo suficientemente inteligente como para no hacer qué nos accidentemos, pero en el momento en el que pare ella no se detendrá hasta tener mi sangre.

La miro por el retrovisor y su salvajismo me excita de una manera increíble. Ella me excita, siempre lo ha hecho, pero me había mantenido en control hasta ahora. Perdí la cordura, el control y la razón cuando la vi con ese vestido rojo.

La Noche De Los Asesinos [Serie Foresthell #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora