Como antes II: Una pelirroja y una tormenta

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Bueno, ya es de mañana, cuesta acostumbrarse al baño, o más bien a la completa inexistencia de algo medianamente parecido. No es nada agradable buscar un arbusto adecuado para evitar que nadie te sorprenda haciendo tus necesidades cada mañana, o encontrar cierto matojal que no esté ocupado ya (asquito). Más aún cuando uno está apurado, especialmente en un lugar tan concurrido como este. Poniéndome a pensar; esto se va haciendo cada vez más grande. La gente continúa llegando y, a decir verdad, me alegro, abunda la compañía, aunque no es que la aproveche, en absoluto, me temo.
Es... digamos, relajante. Dentro de mi "casa", aquí sentado, apoyado en mi "mesa", escribiendo (lo que más amo hacer). Mientras, a través de las paredes, si se les puede llamar así, escucho claramente los griteríos de la gente, los comentarios que improvisan, sus opiniones y chismorreos. Anoche dormí bastante cómodo, me gusta recordarlo porque el calor que reina ahora mismo me saca de quicio. No recuerdo la última vez que tomé un baño, huelo un montón. En el camino avisté una laguna, no es demasiado amplia, pero la catarata es bellísima. Supongo que en un rato partiré hacia allí, se ubica aproximadamente a medio kilómetro, no muy lejos.
Ya necesito un respiro, llevo más de una hora andando por el monte, hay demasiadas plantas espinadas por los alrededores, tengo cortes leves pero molestos en los brazos y las piernas. Mi camisa también está toda rasgada. Hace un instante resbalé con caca de res, di un buen zarpazo contra el suelo y acabé escurriéndome por una pendiente hasta acá abajo. Encima estoy perdido..., comienzo a creer que fue una mala idea esto de venir. Mejor continúo.
No recuerdo esta cueva, mejor tiro en otra dirección.
Sinceramente, pensé que sería más peligroso, pero más allá del terreno resbaloso, las ramas ocultas o alguna que otra serpiente (esas sí que asustan), noto una ausencia enorme de depredadores. No hay jaguares o pumas, mucho menos tigres u osos, o alguna rara especie de tribu caníbal del bosque; es un alivio.
A más camino, más me pierdo y más me enfado.
Vale, según yo, ya avancé la distancia aproximada hacia el sur y el este, por ahí no debe ser. Aún no es mediodía, así que tapo el Sol con mi mano izquierda y extiendo recta mi mano derecha al frente, ese es el norte, entonces, derecha. Menudo lío.
¡Por fin! ¡Cuánta belleza! Me encanta la calma del lugar, los efectos que logra la luz del sol estrellándose con el afluente son, sin duda alguna, fantásticos. También los sonidos: el agua que cae. Me parece escuchar un carpintero. Definitivamente esto vale toda la desventurada excursión. Extraño, el bello me ha crecido bastante, más de lo que esperaba. Ahora, con la ropa limpia, aunque rota, supongo que dejaré mi cuaderno a un lado y me daré tiempo para tomar un buen baño, comienzo a extrañarlo.
Pocos minutos después, el calmado lago salpicó enormemente. El estallido arrojó demasiada agua en mi rostro, creo que se llegó a colar algún fragmento de hoja al interior de mis párpados, porque ardía lo justo. Entonces mi vista se aclaró y fui capaz de verla. Estaba de espaldas. Su cabello carmesí me atrajo de inmediato, resultó empaparse con la inmersión; admito que, en cierto modo, me gustó la forma en que caía sobre su dorso. Su piel se apreciaba blanca y poseía un aspecto saludable y terso. Resaltaban pequeñas pecas en sus hombros y parte de su espaldilla superior. Me quedé embobado mirándola, escurrió con la mano su rostro empapado y luego se giró, justo hacia mí.
Como era de esperarse, al verme, su cara fue de consternación. Gritó bien fuerte, tan fuerte que tuve que vociferar yo también. No voy a mentir en mi diario, apenas tuve tiempo para percibir la expresión de su rostro. Ahora no me los puedo sacar de la cabeza, eran tan bonitos, redondos y torneados. Me siento sucio, no soy más que un ser impuro que no merece vivir, o eso diría mi abuela, tan exagerada como siempre. Aun así... mejor regreso a la pequeña laguna.
— ¿¡Qué haces aquí!? —preguntó ella ofuscada, dirigiéndose a mí con el ceño más que fruncido, como indignada de verme tomando un baño.
—Puedo explicarlo, yo sol... —no me dejó terminar, casi nunca lo hacía.
— ¿¡Explicar qué!? ¡Qué eres un pervertido espía mujeres, un ser sin una gota de decencia en busca de bellezas caribeñas que desde el principio fueron sus objetivos!
— ¿Qué? ¿Bellezas caribeñas? ¿De qué habla? — Pensaba yo.
—Bueno ¿entonces? — y empujó sobre mi rostro algo de agua.
—Por favor, presta atención, que nos encontráramos en una situación como esta solo fue casuali...
— ¿¡Casualidad!? Ay sí, ¡qué imprevisión!, estar con una dama, sin ropa, en un lago alejado de la sociedad. No me imagino yo lo que sí sea intencional.
—Vale, me disculpo, te pido perd...
— ¿¡Disculpas dices!? ¿¡Crees que puedes solo disculparte!?
— ¿Sabes qué?, mejor salgo de aquí —abandoné tan rápido como pude ese lugar.
— ¡Ey! No puedes irte sin más.
—Sí puedo, sólo míreme, señora.
— ¿Señora? ¿¡Cómo que señora!? ¡Vuelve aquí, infeliz! —Gritó enojada, verdaderamente enojada.
Creí que si demoraba un segundo más ahí metido sería devorado. Agarré mi ropa, mi cuaderno y escapé; corriendo totalmente desnudo por el bosque, ya me vestiría en el camino. Es mejor que morir, ¿no? Sí, algo así fue, he de admitir que era hermosa, ¡pero estaba loca! Debería irme a dormir, arriba tengo mi hamaca aguardando mi llegada.
Hoy ha sido un día agotador. En la mañana me dirigía a mi chabola desde mi arbusto favorito cuando un abuelo de unos setenta años me abordó en la trayectoria. Vestía unas camisas ripiosas, pero limpias, era obvio que las usaba a propósito, ¿por qué? Apenas alcanzaba mis hombros con su frente. Sin embargo, no usaba bastón, caminaba completamente erguido y su musculatura, aunque me duela admitirlo, me superaba con creces.
— ¿Y tú? ¿Ere’ nuevo también? —preguntó sin más.
—Bueno, podría decirse, llevo aquí unos tres días, poco más —respondí en tono muy suave, no quería sonar para nada agresivo.
— ¿Tre’ día? Sobra pa’ haberte conocío, ¿seguro?
—Sí, completamente, solo no acostumbro a abandonar mi zona de confort.
— ¿Zona de conqué? —dijo subiendo una ceja y entrecerrando su ojo derecho.
—De confort, es ese lugar dónde uno suele sentirse cómodo— expliqué.
—Ya, ya, estoy un poco viejo pa’ la’ palabrita del estilo, usted sabe.
—Tranquilo, no se preocupe —dije con un muy respetuoso margen.
—Buen muchacho, me cae bien —exteriorizó sinceramente, moviendo su dedo índice hacia arriba y hacia abajo.
—Aprecio su honestidad, una lástima que haya quienes piensan diferente —no pude evitar recordar a la bella pelirroja loca.
—Ja, si ere’ tan… así, como ere’ con to’, será un malentendío —aseguró sonriente.
—Bueno, no se puede decir que tuvimos un gran espacio para conversar —me arrimé al tronco seco de lo que una vez habrá sido un árbol de guayabas—. Entonces —suspiré—, ¿qué me dice de usted?
—Soy Alipio, el dueño de to’ esto que está lleno ‘e persona’ —escupió en el suelo y aplastó un par de hormigas con la saliva—. Llegan del problema ese, de allá, del otro lao.
—Yo soy Tomás, soy escritor. ¿No le molesta que tanta gente se hospede en su propiedad?
—No, qué va, ahora es mejor, mijo —decía sonriente—. Hay gente nueva adonde mire. ¿No ve?  
—Pero no pagamos nada por estar aquí.
— ¿Y pa’ qué me sirve eso a mí, muchacho? —Alzó un poco la voz, completamente seguro de lo que diría—. Que solo busco vivir el resto de la vida con gente pa’ hablar por la mañana o compartir un trago, por las noche, en la candela. No, muchacho, no hay mejor oportunidá. Una lástima sus pérdida y to’ eso y que hayan abandonado su casa, pero es lo que creo yo, más na’.
Guardé silencio, no se me ocurriría alguna vez una simple palabra que fuera, como mínimo, apropiada.
— Esa era la duda, ¿no? —Hizo una pequeña pausa—. Iba a ponerme a trabajá, quiero empezá un huerto que ayude y que haga má’ fácil alimentá a tanta boca. ¿Puede ayudarme, o tiene algo mejor que hacé?
— No, para nada, será un placer— asentí de inmediato, me sentía casi obligado a querer ayudarlo.
—Muchísima gracia, joven.
Alipio lo guio a una planicie cercana. —Este será nuestro lugá—. Dijo con los brazos abiertos, seleccionando todo el terreno, ofreciéndole un amplio abrazo. Después llevó sus manos a la cintura— ¿conoce el dicho?: "Cuando llena esté la huerta, habrá amigos en la puerta" o ese otro que decía: "Cuando el labrador trabaje la huerta, más alto tendrá el trasero que la cabeza" Bueno, comencemo de una vez, eran aquellos buenos viejos tiempos con mis compañeros... hablo mucho, ya sé, ya sé—.
Puso en mis manos una azada, luego marcó un bordillo con el cuchillo —Hasta aquí hay que arrancá las hierba— Tomó también su herramienta. Y Así, sin decir más, encorvó el cuerpo y se dedicó plenamente a la tarea. Limpiarlo, surcarlo y sembrarlo nos arrebató el día, de no ser por su maestría y experiencia, ciertamente, hubiésemos terminado al siguiente.
Lo que decía yo... una jornada muy cansada. No sé cómo mantengo los ojos aún abiertos. Seguramente caiga rendido en la hamaca.
Desperté asustado en la madrugada, ¡todos lo hicimos! Una tormenta decidió tomarnos por sorpresa. La gente no se contenía los gritos: ¡Asegurad el techo!; ¡aguantad la pared!; ¡mucho cuidado, por aquí no hay hospital! Yo, por otro lado, no dije nada. Descendí y me salvaguardé en el refugio, al pie del árbol. Como pensaba, resistió bien la tormenta. Creo que le pondré nombre, se llamará..."Steel" (acero en inglés). Pues tengo fe en que hará frente a cualquier tempestad.
Quien sí murió, incapaz de soportar el vendaval, fue nuestro recién finalizado huerto, que terminó siendo nada más que una parcela lodosa sin posibilidad alguna de preservarse. Entonces me dirigí a Don Alipio y pregunté:
— ¿No le parece lastimoso, señor? —con qué decepción cargaban mis habladurías.
—Suspira— ahí fue el trabajo.
—Ya no importa, no volveré a pisar una huerta —dije entre desconsolado y enojado.
—Carcajeó levemente— ¿Entonce quién me va a ayudá a sembrá el próximo?
— ¿Está loco? —Abrí enormes los ojos— ¿En serio piensa cultivar uno nuevo? ¿Y si llueve otra vez, con la misma ferocidad o con más ferocidad aun?
—Fácil, muchacho, tú verá, el otro lo vamo a sembrá a prueba de tempestade’.

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