— ¿Y bien?, ¿qué te parecieron mis padres? —dijo Lucas, intentando mantener el equilibrio, casi se había caído hace nada.
—Son muy buenos —sonríe—. No sabía que existiese gente tan agradable hasta ayer.
— ¿Verdad? ¿Cómo son tus padres? — preguntó ahora intrigado y un poco preocupado.
—Bueno, no te agradarían, eso seguro —respondió rápidamente, sin agregar explicación alguna.
— ¿Por qué?
—Eli puso una cara agotada, bastante irritada— Mamá se toma muy en serio todo lo de la iglesia. Tú no sabes nada de eso, ¿verdad?
—Pero eso no tiene que hacer la cosa más difícil, ¿no? Mira qué bien nos llevamos. Ya va a ser un mes y medio, es muchísimo tiempo —su rostro hablaba encendido, tenaz y optimista.
—Se nota que no la conoces, mejor olvídalo —Elizabeth se resiste, como una yegua indomable que no se echa al galope ante ningún cobarde de estos que intenta en ocasiones montarla por la fuerza.
—Pero quiero presentarme —sigue firme Lucas, que ya no tiene miedo de hacer algunos berrinches ni de mostrar sus sentimientos tal cual son, porque existe cierta confianza que le transmite única y agradable tranquilidad.
— ¡Olvídalo ya, Lucas! — Insiste ella.
—No puedo —dice neciamente—. Si no me conocen, seguramente no podrás venir a mi casa para mi fiesta de cumpleaños el próximo domingo. No podrás —dice apretándose el pecho—, ¿verdad?
—Tienes razón, no podré ir —y lo acompaña ella en algún que otro sentimiento, pues ambos cargan el mismo rostro fustigado y mohíno.
—Gira entonces la cabeza en dirección a la calle, pero sin motivo; se agarra fuerte y se acomoda en el columpio— Pero te quiero ahí.
—Imposible —recalca una última vez— solo balancéate, nunca has llegado más alto que yo.
Dejaron por un momento el tema y regresaron a su competición del recreo. El resto de los estudiantes los miraban envidiados. Reían un montón, como lo hacen siempre. Pero, una vez más, Lucas fue incapaz de ganarle a Eli en el columpio.
— ¿Cómo llegas tan alto? ¿Y si vuelas, no te da miedo? — pregunta Lucas desentendido.
—Al contrario, sería increíble salir disparada y “chocar los cinco” con algún ave grande que se cruce delante de mí. Yo no tengo miedo. Por eso siempre pierdes.
—Lucas divagó un instante en sus pensamientos— Por favor, pregúntale a tu mamá cuándo puedo pasar a saludarla.
—Ya te dije q…
—No quiero, no quiero oírlo, simplemente pregúntale, por favor —estaba tan decidido que Eli tuvo que rehusarse a negar sus sentimientos.
—Vale, como quieras, pero luego no me digas ni pío cuando nada salga como esperas —a Eli siguió sin agradarle la idea—. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Oye, sabes…
Charlaron un rato antes de regresar a clases. La lección de Matemáticas del señor Munch estaba tan difícil que ni siquiera pensaron más en aquello que discutían en el recreo. Historia Canadiense los puso a dormir a mediados de la clase. Sin duda alguna fueron amonestados por la señorita Rebecca. ¡Qué irrespetuoso acto!
En el autobús, sentados uno al lado del otro, Lucas estaba a punto de rectificar un ejercicio de la clase pasada; pues no le quedaba claro si el antiguo Bajo Canadá estaba constituido por el norte de Ontario o por el sur de Quebec.
— ¡Ey! Par de tórtolos —habían sido interrumpidos antes de comenzar la explicación.
Ambos miraron hacia arriba, la cabeza de Jessie asomaba por encima del espaldar del asiento de en frente; apoyando los codos en la parte superior y lanzando una mirada inquieta y un tanto seductora sobre los muchachos.
— ¿Desde cuándo son tan unidos? Deberían casarse —se burla Jessie.
— ¿¡Cómo!? —dice exaltado Lucas.
— ¿¡Cómo crees!? Somos muy jóvenes —agrega Eli.
—Yo no los escuché decir que no. ¿A que no, Ray? —Lo introduce nuestra burlona.
—Siempre están juntos, es adorable— menciona Ray. Ambos se pusieron colorados como un tomate a punto de estallar.
— ¿Qué sucede, algo interesante? —husmea Ashley, siempre atenta a lo que sucede a su alrededor.
—Solo interrogamos a estos sobre su evidente matrimonio —explica con indiferencia y señalándolos con el dedo Ray.
—Nada de eso, solamente nos llevamos bien…—intenta rebatir Eli.
—Así es, solo somos amigos —habla Lucas, apoyando el comentario de su compañera.
—Mmm, ¿por cuánto tiempo? —pronuncia Ashley con un aire detectivesco.
— ¡Apuesten, apuesten! Si Lucas y Elizabeth terminan juntos, ellos deberán hacer lo que sea que les ordenemos por un mes completito —declaró la siempre alocada Jessie.
—Me parece justo, hagámoslo —opina Ray.
—Si no terminan así, nos tocará asumir a nosotros —establece Ashley—. Aunque eso no pasará nunca.
Los unidos compañeros simplemente se miraron a los ojos, y luego se desternillaron junto a los otros. Imposible no formar parte de tan frívolo enredo, liado por la zascandil Jessie y el resto del grupo. Además, sus risas inacabables fueron la respuesta afirmativa a la propuesta de sus amigos.
Por fin llegó el día. El nerviosismo se apoderó completamente de sí mismo. Lucas estaba de pie frente a la puerta delantera de la casa de Elizabeth, asustadizo y ansioso. Quien abrió la puerta fue una señora muy amable, sonriente y simpática. Todo lo contrario que el niño hubiese imaginado. Lo invitó a pasar, por supuesto. Ya su amiga lo esperaba en la sala; acompañada por un jugo de mandarinas y galletas sobre la mesa del té. El interior del lugar se apreciaba limpio, moderno; con paredes lisas y blancas o grisáceas, asistido por algunos toques de negro y marrón. Había una tele enorme colgada en la pared derecha. Adornos perfectamente rectos o bien adornos perfectamente curvos componían los costados. Incluso, algunas partes habían sido hechas con madera, ¡qué toque elegante! Aunque tanto decoro no era sorpresa viniendo del padre de Elizabeth, reconocido arquitecto dentro de la ciudad.
La señora no paraba de halagar el comportamiento educado, nervioso y gentil del muchachito. Preguntaba intrigada, buscando conocer a fondo a su invitado. A sus ojos parecía un chico maravilloso y de valores profundos y marcados. Entonces Lucas preguntó por la asistencia de Elizabeth a su fiesta de cumpleaños.
— ¿Una fiesta de cumpleaños el domingo? —preguntó extrañada Lara.
—Sí, señora Lara, así será —afirmó el niño, pegando el último sorbo a su jugo.
—Pero el domingo tienen que ir al culto en la iglesia —asombrada quedó su intransigente y superficial expresión—. ¿Lo olvidaste?
Eli permanecía encogida de hombros, guardando silencio, con las manos apoyadas en los muslos.
—Perdone, pero no acostumbro a ir a la iglesia —mencionó Lucas, un poco avergonzado.
— ¿¡Cómo no!? —cruzó un pie por encima del otro y dejó caer las manos juntas sobre sus muslos— Si es lo más importante que puede hacer una persona.
— No he ido nunca, no me contaron nada sobre eso —qué más podría decir él, así ha sido.
—Entonces eres de esos niños…, eres de esos futuros delincuentes y homosexuales que nunca encontrarán el camino hacia el señor —aseveró convencida de sus palabras.
Lucas permaneció en silencio, “¿de qué habla Lara?”.
—No puedo creer que mi hija haya traído a mi casa a alguien mundano como tú—agachó la cabeza y se agarró el semblante, como intentando pensar— ¿¡Qué hace él aquí!? —Habla ya férvida y a punto de estallar, dirigiéndose esta vez a Elizabeth.
—Solo vine a saber si usted puede dejar lo del domingo y dejar que Eli vaya a mi fiesta. Por favor —suplica Lucas, alzando un poco los brazos, como intentando que la madre de Eli dejase de mirarla de esa forma amenazante en que lo estaba haciendo.
— ¿¡Cómo crees!? —Abandonó el cómodo sofá para ponerse en pie—. No voy a dejarte influir a mi hija. ¡Lárgate! Maldito y…
— ¡Mamá, ya! —grita desesperada Elizabeth entre sollozos.
Pero su madre hace caso omiso de su voz.
— ¡Váyase ahora mismo, hágame el favor! — ¡Qué es esto!, dice para sus adentros.
Y entonces cerró con dureza la puerta delantera. Los ojos de Lucas comenzaron a llorar, su pecho brincaba y sus pupilas aún conservaban una expresión de susto. Aun estando fuera se escuchaban los regaños sin sentido de Lara a Eli. Erick, el padre de Elizabeth, recién llegaba del trabajo. Miró con desgano y confusión a Lucas llorando frente a su puerta. Se apresuró a dentro, sin decir nada, con una máscara de cansancio y decepción en el rostro; como si hubiese tenido que atravesar por algo parecido en anteriores ocasiones. Solo para que, una vez más, la discusión fuese cosa de tres.
Lucas regresó sobre sus pasos, acompañado por una desconcertante certeza: su importantísima amiga no lo verá cumplir los 10 años; lioso y desolado como nunca. ¿Qué significaron las palabras enojadas de Lara? Estuvo decaído durante todo el camino; solo por la posibilidad de que aquello que decía la señora, con semejante seguridad y agravio, bien podría ser verdad.
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Astronautas
RandomHemos cometido errores; algunos leves; algunos graves... gravísimos. Seguramente continuaremos cometiéndolos, es normal, porque somos humanos. El mundo no siempre es como desearíamos. No siempre tiene la fortaleza para sostener la sonrisa de todos h...