—Buenos días —saluda Ricky, recién salido de su pieza, con la puerta todavía entreabierta.
—Buenos días, amor —primero devuelve el saludo Marta, cálida y afectuosa.
— ¡Qué buen despertar!, muchachón —dice luego Fidel, que no hace mucho llegó del trabajo, reposado en la mesa del comedor.
— Papá, ¡¿dónde estuviste, grandote?!— pregunta Ricky, acercándose lentamente, aún somnoliento, a abrazar a su padre— te extrañamos mucho acá.
—Suspira relajadamente Fidel— El trabajo, papi, no dejaron descansar a este pobre hombre, pero mira —separa su cuerpo de la mesa, se hace a un lado y apunta su mano hacia el lugar antes escondido por su esbelta figura.
Había sobre la mesa dos camisas; una negra y otra gris y dos pantalones a juego con las prendas superiores. El primero, ajustado y roto a posta, con un toque informal pero agradable a la vista. El segundo era un poco más ancho, no tenía roturas y se apreciaba más elegante. Un cinturón de cuero con una hebilla plateada y un par de zapatos nuevos.
— ¿Y esto? —Ricky se veía sorprendido, casi asustado.
—Es para ti.
— ¿Para mí? No…, hay mucho que tenemos que pagar, la renta, la corriente…
—Rick —interrumpe Fidel, haciendo un gesto de “basta” con la mano—, ya pagué todo eso, deja de preocuparte y acéptalo. Trabajé muy duro durante tres días para comprar esto, así que no me lo niegues, por favor, y solo tómalo.
—Bueno —dice aún dudoso— gracias, papá; de verdad, muchas gracias.
Ricky lucía conmocionado, feliz; algo nostálgico, tal vez, pero muy contento. Quizá no recuerda la última vez que tuvo ropa nueva en sus manos u olfateó el característico olor que ella desprendía. Marta y Fidel solo podían mirarlo con una media sonrisa en los labios de ambos.
Pone rumbo a la costa. La noche se cierne sobre lo que alguna vez fue el día y el viento sopla un poco fuerte, trayendo consigo una frialdad agradable que le hace querer abrazarse a sí mismo. Esa parte de la playa suele siempre estar vacía, por eso le gusta ir allí. Hoy la costa se siente incluso más solitaria. Todo el mundo se ha reunido en el muelle, ¿qué pasará? No le interesa mucho. Piensa sentarse en el sitio de siempre, divagará por su mente como siempre, hará las cosas de siempre. Esos serían los planes para esta noche. A menos que Jonas se apareciera, saludase a Ricky, lo tomase de la mano y lo invitase a ir a la feria que se está llevando a cabo en el puerto.
— ¡Oye! No tengo dinero.
—Tranquilo, pago yo, es verano y hay que aprovechar —dice alegre, arrastrando consigo a Ricky, casi a la fuerza.
—Bien, como gustes, pero suéltame… que es incómodo.
—Perdón, es la emoción.
—Se nota.
Corrieron bastante. La idea era llegar lo antes posible, no fuera a ser que se perdieran de algo. Ya para entonces la llama de Jonas se había transmitido totalmente a Ricky. Nunca había disfrutado de un evento de este tipo —“Hay que ahorrar, los gastos no se cubrirán solos”. Eso dicen siempre mamá y papá—. Ricky se sentía más cómodo con la ropa nueva, confianzudo, podría decirse.
Estuvieron dos horas paseando por la feria, había un montón de puestos y todo estaba terriblemente iluminado, “terriblemente” en el buen sentido. Hasta por fin detenerse en una mesita redonda, justo al lado de la baranda metálica del puente. Ya estaban acostumbrados a la vista, pero eso no la hacía menos encantadora. Jonas se acerca con dos helados.
—Chocolate para ti y fresa para mí —antes de poner los helados sobre la mesa, un hombre que pasaba por allí lo chocó con el hombro, sin querer, por supuesto, afortunadamente no sucedió nada, él simplemente lo ignoró y no le dio importancia alguna.
—Gracias —dijo Ricky, encogido de hombros y agarrándose la mano izquierda con la derecha.
—No me termina de convencer el chocolate —deformó un poco la boca y extendió las fosas nasales, exponiendo un gesto de desagrado o inconformidad— creo que el sabor es muy intenso.
—Eso es lo divertido. ¿Sabes? —dio el primero bocado a su helado.
—Nah, el de sabor a fresa es más suave, disfruto más al comerlo —Jonas saboreaba ya su segunda probada.
—Mmm, sigo prefiriendo el sabor a chocolate.
—Bueno, bueno, para gustos los sabores, ¿no?
—Así es.
Hacen una breve pausa para disfrutar de su postre y luego Ricky pregunta:
— ¿Y?, ¿cómo va la huida?, ¿lo solucionaste? —llevaba un rato preguntándoselo.
—Eso es imposible —suspira—, demasiado enredo.
—Si quieres hablar, acá me tienes, sé escuchar o por lo menos eso creo — ¿cuántos habrán presenciado esta faceta preocupada y amable de Ricky?, pocos, eso seguro.
—Rebusca profundamente— mi familia es el problema.
— ¿Cómo es eso? ¿Tus padres?
—Es lo mismo de siempre, pretendiendo que sea alguien que no soy —quedaron estresadas sus facciones—. Como si fuera posible.
—Pero no debería ser tan malo, los padres siempre tienen expectativas, es normal —es un poco ingenuo, pero Ricky siempre dice lo que piensa.
—Sí que es para tanto. Quieren que estudie lo que ellos desean, que me mude al extranjero, que sea el hijo perfecto que los cuide de viejos, que cumpla los sueños que ellos no pudieron cumplir; blah, blah, blah. Para empezar, si es por esas razones, mejor no tengan hijos —estallaron los fuegos artificiales, adornando, el cielo magníficamente, la gente hizo bastante ruido y se movían por todo el muelle, pero ellos no detuvieron su charla.
— ¿No estás siendo un poco egoísta? —le reprocha sin pelos en la lengua—. Ellos te dieron la vida, ponen comida en tu mesa, se esfuerzan por tu bienestar; lo hacen, ¿No es así?
—No lo entiendes. El egoísmo no es malo, amigo mío, piensa. Todo lo que hacemos, sin excepciones, lo hacemos por egoísmo, hasta los gestos más bondadosos. Ayudamos a otros porque nos dará satisfacción y eso es egoísta. Así somos, pero nos tenemos miedo y nos atacamos acusando al otro de ser egoísta, deberíamos aprender a ver el mundo como lo que es —puso una cara irritada, esa que pondrías, probablemente, si hablases con una roca.
—Tenías razón, no entiendo nada. Yo no suelo darle tantas vueltas a las cosas.
—No pasa nada, además, ellos son los más egoístas aquí. Alimentarme y protegerme es su responsabilidad como padres, lo sabían antes de tenerme. Eso no quiere decir que sean capaces de imponerme nada, ni que puedan poner responsabilidades que nadie les ha pedido sobre mis hombros.
—Creo que entiendo lo que dices. Pero, aun así, me parece un precio bajo, la verdad —dice a medio bostezo.
—Pues a mí me parece uno muy alto, Ricky. En mi opinión, la vida no es algo que tengas que pagar. Te la regalaron, tú no compraste nada. Quizás si fueras un poco más egoísta te darías cuenta de que, a veces, no merecemos todo lo malo que nos pasa, Ricky.
—Vale, vale. ¿Al menos has intentado hablar con ellos?
— ¡Un millón de veces! —Exclama agitado—. Pero no hacen más que enfadarse e ignorarme o castigarme. Es muy jodido vivir como si mi vida no fuese mía, ¿sabes? Su único trabajo es amarme como su hijo, ¿verdad? entonces yo los amaré como mis padres. Lo sé, que podré hacerlo. Pero no, esto… realmente… es—y derramó una lágrima frustrada, ya hacía bastante que deseaba salir, al parecer— es muy jodido, tío.
Ricky se quedó mirándolo, preguntándose si él tenía razón, si en realidad son tan duras las condiciones y tan ridículas las expectativas que uno no está dispuesto a cumplir. Se puso en pie, sin terminar siquiera el helado. Agarró a Jonas del brazo y apuntó con el dedo a la noria, — ¿quieres subir? — preguntó primero. —Subamos— dijo luego, con inusual decisión.
Desde la parte más baja a la cima, una y otra vez. Sería algo difícil saber si conversaban o si, por lo contrario, guardaban silencio. Miraban serios y pensativos por la reja del pequeño cubículo, como una vez hicieron sentados en la playa. Podían contar las estrellas o entretenerse con su reflejo en el mar, lo que fuera. Allá arriba hacía bastante frío, aunque no creo que se quejase ninguno, hay una reputación que mantener.
¡Y qué acontecer! Ya los ojos de Ricky, como nunca antes, habían comenzado a brillar. Podrían compararse con las luces, diversas y sublimes, de las atracciones de la feria. Ahora apagadas, cerrando el evento. Fijando un resultado.
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Astronautas
CasualeHemos cometido errores; algunos leves; algunos graves... gravísimos. Seguramente continuaremos cometiéndolos, es normal, porque somos humanos. El mundo no siempre es como desearíamos. No siempre tiene la fortaleza para sostener la sonrisa de todos h...