¿Qué nos separaba? V: Un toque rebelde

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El bus estaba alegre al día siguiente, se hablaba poco de otra cosa que no fuese la divertida fiesta de ayer. Del pastel; del frío que había en el patio, pero que poco importaba; de la tía Yvonne y el loro Mike; de Ashley y sus ocurrencias. Yo creo que todo eso será tema de conversación por un largo tiempo. Lucas fue el último en subir, como siempre. Caminó hacia su puesto, bastante relajado, feliz, chocó las manos con Ray y tomó su sitio.
—Creo que ya sé en qué pensaba quien escribió eso de ahí —dijo en voz baja, poniendo una cara pensativa y sugestionada—, aunque no es nada seguro. Suposiciones mías, más bien.
— Ah, ¿sí? ¿En qué pensaba? —preguntó Elizabeth.
—En hacer reír a la gente. Es más, estoy seguro de que esa persona había asistido recientemente a alguna presentación de comedia y se le quedó grabada la frase.
—Se sonrío levemente—  ¿De dónde sacas esas cosas?
— ¿Qué? Cosas más extrañas se han visto.
— ¿Sí? ¿Cómo qué? — averiguó esa vez incrédula.
—Uuuy, no tientes al destino, Eli. Yo mismo me he grabado cosas más extrañas —afirma muy seguro.
—Pero dime cuales, a ver.
— “¿Sabías que la hermenéutica telúrica incaica trastrueca la peripatética neotérica de la filosofía aristotélica por la innocuidad fáctica de los diálogos socráticos no dogmáticos?”
— ¿¡Qué!?
—Lo mismo me pregunto yo, algo así era, pero no entiendo ni una palabra.
— ¿De dónde sacaste todo eso?
—A veces los shows cómicos sorprenden.
—Ja, ja, ja, ja, ja. No me lo creo, iré a más shows, definitivamente eso haré.
—Acompañó sus risas— Sí, deberías.
—Bueno, si mi madre me da permiso, claro está —su rostro se mostró decaído de repente—. Ni siquiera pude ir a tu fiesta de cumpleaños.
—No te preocupes por eso, hubiera sido más divertida contigo ahí, pero no tienes por qué disculparte. Es más…
Sacó un pozuelo de la mochila; dentro había tarta, galletas, mini panes, caramelos, y algunos dulces más. Además, en un pomito de medio litro traía un poco de soda para acompañar todo el asunto.
—Ten, no me olvidé de ti.
—Su cara volvió a la normalidad, alegre, brillante y un poco sonrojada— Gracias, Luquita.
—Pero no seas tonto, chico, dale de comer por ti mismo, es lo que hacen los futuros esposos en momentos como este —gritó Jessie desde el asiento de en frente, reposada en su espaldar, como suele hacer siempre.
—Vamos, no seas tímido —le sigue Ray, claro que le sigue Ray.
—No me digan que Lucas le dará de comer, eso no me lo pierdo —ya estaba justo detrás de Lucas, empujándolo con su pecho, Ashley.
Este escenario, siempre este escenario. Lucas está nervioso, un poco enojado por lo metiches que son siempre sus amigos. Pero esta vista reconforta siempre el alma de Lucas, en el fondo se siente querido, acompañado. Y cree de cierta forma que nunca necesitará nada más.
—Aaaaaaahaaaa….
— ¿Elizabeth? ¿Qué haces?
—Egpeando e’ me deh de comee —dijo sin cerrar la boca.
— ¿¡Qué!?
—Vamos, Lucas, no seas cobarde, llorica.
—Sí, un día se casarán. No tiene caso. 
— ¿Cuándo será esa boda? Ya tengo ganas.
Lucas no pudo negarse, qué presión la de sus compañeros. Típico de esas edades, de no ser por nuestros amigos nunca haríamos nada, nunca nos atreveríamos a nada. Por eso esa obligación es preciosa y ese papel de todos tan importante.
Lucas tragó saliva, cortó un pedacito del pastel con la cuchara, asegurándose de que hubiese merengue, relleno y aderezo de chocolate. Puso la cuchara adentro de su boca. Ella la cerró rápidamente y se le escapó un ruidito muy tierno, un “ñam”. Lucas no podía estar más rojo, los chicos más emocionados ni Eli más complacida. Después de todo, parece que sí están destinados a casarse, pero yo solo opino.
Pasaron algunos días. Era la noche del viernes en casa de Jessie. Una mujer se despedía en la puerta delantera, saludando confianzudamente, retirándose poco a poco, dejando atrás a alguien. Jessie la abrazó, luego Ashley. Ese alguien era Elizabeth, quien estaba muy contenta, muy emocionada por comenzar la pijamada de chicas a la que había sido invitada.     
Subieron las escaleras, ahí estaba la madre de la anfitriona, de Jessie, obviamente. Estaba preparando todo, dejando la merienda sobre la mesa y esas cosas. Su hija no estaba para presentaciones, esperó a que se dijeran “hola” y empujó a su madre afuera. —Vamos, es nuestra fiesta— decía mientras la corría tiernamente. Cerró la puerta y se pusieron cómodas.
Elizabeth estaba un poco nerviosa, era la primera vez que dormía afuera. Ashley y Jessie eran amigas hacía ya bastante tiempo. Existía una gran naturalidad y confianza entre ellas, eso se transmitió enseguida a Eli. Su habitación era un poco rara, había muchas cosas que parecían mágicas: una bola de cristal, un sombrero de copa; incluso el color de las paredes, moradas, con estrellas, lunas y planetitas luminiscentes. Toda una experiencia.
— ¿Te gustan esa clase de cosas? —indagó Elizabeth, con su mano sobre la bola de cristal.
—Oh, sí, las llevo coleccionando desde siempre. Me gusta lo mágico, de pequeña quería ser una maga; ahora ya no sé, pero me sigue gustando mucho la idea.
—Vaya, es un gran sueño, tu yo de niña sabía de lo que hablaba.
—Sí, puede que sí.
—Aunque eso es una lámpara con forma de bola mágica —agrega Ashley.
—Sí, tienes razón, se enchufa a la corriente —aclara Jessie. 
—Así es, pero eso no le quita lo mágico.
—No.
—Claro que no. Hablando de magia, les tengo una sorpresa…
—Ahora es cuando comienza nuestra pijamada— Dijo Jessie acercándose al armario. Eli no sabía de qué se trataba, ni siquiera Ashley, eso ya era mucho decir. Abrió el armario del tirón y en él estaban nada más y nada menos que Lucas, Ray y Mike. Ambos dieron gracias a Mike por haberse portado tan bien allá adentro.
—Espera, espera —dice Ashley—, ¿no está prohibido traer chicos a las noches de chicas?
— ¿Qué más da si está prohibido? A mí me da igual, son nuestros chicos —y comienza a reírse.
—Sí, ¡qué importa! —enseguida cambia de opinión la detective.
— ¡Lucas! —Exclamó Eli— no esperaba verte acá.
—Ja, ja, ja. Sorpresa —dijo mientras se acercaba a abrazarla.  
Así, la noche se hizo divertida. Conversaron un montón, debatieron sobre su futuro, jugaron a las cartas, al parchís, vieron una película; desordenaron un poco la habitación y Jessie hizo una presentación mágica para sus amigos. Entonces llegó la hora de dormir. 
—Ustedes duermen juntos —dijo Jess, como ahora la llamaba Eli—, hacemos eso con los futuros matrimonios.
—Ay, madre —dice Lucas, a sabiendas de que no ganaría aquella discusión.
—Así te ves más bonito, haciendo caso a la anfitriona —su rostro pícaro resaltaba como la última estrella de cualquier cielo nocturno.
—Sí, sí, como diga, anfitriona.
Ashley tomó una esquina del colchonete; Jessie se quedó con el medio y Ray con la otra esquina. Elizabeth y Lucas dormían en uno diferente, acurrucados, pero dándose la espalda. Y aquellos tres susurraban…
—Ey, ¿Por qué duermen como dos borrachos en medio de la carretera? —pregunta Ray, susurrando, siempre susurrando.
—Tranquilo, es la primera fase, un matrimonio no se hace de un momento a otro —dice Ashley, susurrando, siempre susurrando.
— Sí, esas dos focas tímidas se volverán amantes oficiales, todo está bajo control, déjamelo a mí, serán mis esclavos por un mes entero —cierra la duda Jessie, susurrando, porque susurrar es muy importante.
— ¡Dejen el cuchicheo! Los estamos escuchando —dice Eli.
—Nunca cambian —agrega Lucas.
—Ji, ji, ji —fue todo lo que se escuchó al respecto, junto a los revoloteos de las sábanas en aquel colchón.
Ya no se hizo ningún comentario extra. Ray y Ashley roncaban abrazados de Jessie, y Eli, como Lucas, daba la espalda al otro.  
Jess despertó primero. Cuando miró a la cama de los tórtolos la posición era un poco diferente. Eli estaba metida en el pecho de Lucas, y sus piernas quedaban entrelazadas, abrazados como perezosos. “Pronto serán mis esclavos”, fue todo cuanto cruzó por su mente. A veces es necesario romper un poco las reglas, diría Jess.

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