"Desde el primer momento en que te vi, has ocupado mi mente, trayendo pensamientos y deseos imposibles de quitar".
Me encuentro en la cama con ganas de levantarme, mi cuerpo está acalambrado a causa de pasar todo el fin de semana descompuesta, al parecer la cena en casa de mi hermano fue lo que me dañó. Soy de ese tipo de persona que se descompone por cualquier cosa, todo me cae mal.
—Se hace tarde, debo irme ya —declara Samuel mientras se coloca la corbata frente al espejo.
—Ve tranquilo, suerte.
—¿Hoy te sientes mejor? —Se acerca a la cama y me mira como si estuviese a punto de morir.
—Sí, ya estoy bien —Sonrío—, mañana iré a trabajar. Hoy lo tomaré de relax —explico y asiente convencido.
—Nos vemos en la tarde —Besa mi frente y se pone de pie—, traigo la cena, aunque no puedas comer —bromea.
—Qué malo eres —Me quejo, sabe que estoy muerta de hambre y no podré comer decente en días debido a las dietas que tengo que hacer.
—Adiós, me llamas cualquier cosa —saluda y abandona la habitación.
Sigo sentada en la cama —presa del aburrimiento—, mirando por la ventana el horrible y común día gris. La televisión está encendida y los libros en mi mesa de noche esperan por ser leídos, pero quiero hacer algo distinto, salir, no lo sé. Decido levantarme, pongo música a un volumen bajo y voy a darme una ducha caliente. Mi aspecto es espantoso, estoy pálida tirando a verdosa a causa de los vómitos y la descompostura que tuve. Mi pelo está opaco y feo, hace mucho no voy a arreglarlo.
El clima está algo fresco, por lo que antes de salir tomo una chaqueta y un paraguas. Arreglé con mis amigos para encontrarnos en el centro de la ciudad, es día de juntarnos y además, quiero comprarme algo de ropa e ir al salón de belleza.
Al pasar a unas cuantas calles de la Universidad, me siento culpable de faltar al trabajo, no suelo hacerlo y lo peor es que ya me siento mejor, podría tranquilamente trabajar. Tras andar unas calles más, encuentro a los dos locos en una esquina hablando muy animadamente.—Era hora que te vuelvas un ser humano —dice Andrew con su particular gesto de exaspero, siempre critica el hecho de que no me arregle demasiado. Digamos que a veces me olvido de hacer eso.
—Claro, es que soy un extraterrestre con deseos de volverme más femenina —respondo a lo que los tres comenzamos a reír.
Momentos después llegamos al salón, ellos esperarán mientras me arreglan el cabello y seguramente se pongan al día con el chisme.
—¿Qué te quieres hacer? —pregunta el estilista, tocando mi cabello como con asco.
«Lo admito, está terrible».
—Hace un año atrás me lo tiñeron de color marrón, rojizo, me gustaría tenerlo nuevamente así —explico, parece pensarlo como si le hubiese pedido una locura.
Comienzan, me tiñen el cabello, mi color no disgusta, pero me da igual, es castaño oscuro, en cambio este nuevo tono me fascina, el único problema es que no soy constante con el mantenimiento, pero al ver lo bonito que me lo dejan, después de cortar las puntas y secarlo con el secador, me dan ganas de hacerlo.
—Has quedado hermosa —comenta Pat mientras me observa por el espejo.
—Sí, eres otra, parecías una marrana con esos pelos —acota un horrorizado Andrew.
—Gracias por el cumplido, Pat —Veo de reojo a Andrew y reprocho con mi mirada, mi rostro está rojo de la vergüenza, todos los estilistas miran y seguro aguantan las ganas de reír—. ¿Ahora qué hacemos? —pregunto curiosa y la mirada cómplice entre este par, no me da buena espina.
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Lovers: Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...