"Me impresiona cuantas cosas tenemos en común, parece que te conociese de otra vida, en donde tal vez, fuimos almas gemelas; me pregunto si también,
lo seremos en esta"—Permíteme —pide aun sujetándome.
Aclaro mi garganta y retiro lentamente la mano, observo como coloca de manera muy delicada los terrones en mi taza. Es muy caballero y es algo que no pasa desapercibido, los muchachos de su edad no se comportan así.
—Gracias —agradezco y muevo mi taza cuando los terrones se fundieron.
—Háblame de ti —repite.
—Te dije todo de mí —respondo obvia con una sonrisa.
—No, me hablaste de tu profesión, familia, pero no me dijiste nada de ti —Corrige.
—Entiendo, bueno, es obvio que amo leer, me gusta el romance, la literatura clásica, Jane Austen, el Sr. Darcy y todas las cosas pegajosas y de color rosa de éste mundo —En lo último bromeo y ríe dándose cuenta.
—Qué más... —inquiere.
—No entiendo —aclaro.
—Dime qué ocultas detrás de esos ojos color cafés —pide como si supiese algo que yo no. No sé cómo tomarme su comentario.
—¿A qué te refieres? —investigo.
—Tus ojos están como apagados —afirma.
«Otra de sus filosofías griegas».
—Que sean marrones y comunes, no los hace apagados —contesto bromeando—. No todos tenemos la dicha de tener esas gemas preciosas en lugar de ojos —termino.
Su pequeña sonrisa ladeada me acaba de avisar que dije algo que no debía.
—¿Te gustan? —pregunta y se acerca un poco por sobre la mesa, como si quisiese que los mirara de cerca.
—¿A quién no? Son geniales —confieso observándolos.
—Bueno, a mí me encantan los tuyos, son oscuros y hermosos —habla sin quitar sus ojos en los míos—. Y a veces brillan, sobre todo cuando estás al frente de la clase.
«En las clases que estás tú», pienso.
—Los tuyos brillan permanentemente —replico.
—No siempre, solo cuando hay algo por lo que llamar la atención —responde en el mismo tono, siguiendo mi juego.
—¿Cómo un faro?
—Sí, tal vez —duda.
—Pero al faro nunca te acercas, la luz brilla desde lejos —aclaro y sonríe pícaro como si hubiese descubierto su punto débil: la filosofía.
—Eso es miedo a chocar —replica seguro—, sólo hay que estar dispuesto a correr riesgos —termina dejándome sin nada que acotar.
Desvío mis ojos hacia mi taza, esta conversación se está poniendo intensa, tengo a un filósofo griego frente a mí con sus analogías fantásticas, y siempre perderé. Su mirada me reta, Arsen es muy desafiante.
—Bueno, puedes estar feliz, le has ganado a una profesora de literatura —suelto con humor.
—No me gusta perder —responde con un poco de seriedad y presto mi atención a lo que siga contando—. Soy de esas personas que nunca se rinde, cuando veo algo que quiero lo tomo a cualquier precio —confiesa orgulloso.
—¿Todos los griegos son así? —cuestiono.
—La mayoría —admite—. Igual soy algo más que el resto y mi padre es peor, es algo genético —termina y ríe.
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Lovers: Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...