"Eres ese fruto prohibido que quiero morder, eres aquello por lo que vale la pena caer".
Sus besos son mejor de lo que imaginaba, lentos y pausados, su lengua es experta llevándome a desear más, mis manos lo acarician y su piel arde bajo mis dedos que recorren cada uno de sus músculos; las manos de Arsen se han detenido una en mi cintura baja, haciendo presión hacia su cuerpo y la otra en mi cabeza, haciendo que nuestro beso sea más profundo. No puedo dejar de besarlo y cada vez estamos más cerca uno del otro, ya no me alcanza su beso y tacto.
Y como si fuese un interruptor, algo se prendió en mí, algo con nombre y apellido que me culpa. Me aparto, no puedo mirarlo a la cara y observo mis pies a través de los flashes de las luces.
—¿Qué sucede? —Levanta mi rostro con una mano en mi mentón y me observa preocupado—, ¿por qué lloras? —Toma mi rostro y lo acuna en sus dos manos, se acerca para verme y sus gemas de color jade me hipnotizan, realmente me cautiva.
—No está bien, Arsen —explico—, no puedo hacer esto, discúlpame.
Me suelto de su agarre y camino de vuelta a la barra donde están mi bolso y chaqueta. Los tomo en mano y salgo de la escena lo más rápido que puedo.
—¡Liz! —Escucho que me llama.
Viene tras de mí, pero no freno y me encamino a la salida. Siento vergüenza de mí misma, no soy la clase de persona que hace esto, nunca en los seis años que llevo con Samuel lo he engañado, ni se me ha cruzado por la cabeza hacerlo. Paso a los guardias y salgo, me encuentro con una gran cortina de agua y a la poca distancia no se puede ver.
—¡Maldita sea! ¡Maldita lluvia! —espeto molesta. Comienzo a caminar buscando un taxi pero es algo nulo.
—¡Liz! ¿Puedes explicarme qué haces? —Giro encontrándolo tan o más empapado que yo, su camiseta está pegada a su torso y trae la chaqueta en manos.
«Qué bien se ve así, mojado», pienso.
—Estás mojándote —Lo señalo, se encoge de hombros y camina hacia mí.
En este momento me invade la duda, pero no por las razones correctas, más bien por temor a dejar pasar a Arsen, por no tomar posesión de algo que quiero y deseo. Siento la necesidad de besarlo, tocarlo y sentirlo, pero está mal.
—¿Por qué te has ido?
La lluvia cada vez es más intensa y comienzo a temblar de frío. Los ojos de Arsen siguen sobre mí, esperando una respuesta.
—Porque no está bien lo que está pasando —respondo—, soy casada —Recuerdo para él y para mí misma.
—¿No quieres? —cuestiona.
Se acerca demasiado, bajo mi cabeza y trato de mirar a cualquier otro lado con tal de no caer nuevamente en la tentación de besarlo, pero toma mi rostro con una mano obligándome a mirarlo.
—No quiero engañar a mi esposo —farfullo por el agua que cae y entra en mi boca.
—¿Pero sí a ti misma? —cuestiona haciendo que yo también lo haga.
Sus labios se ven como puertas al más allá, son como las del Inframundo, una vez que entras, luego es casi imposible salir. Continuamos bajo el agua, al parecer está esperando una respuesta, pero estoy hipnotizada, me resulta extraño que aún no se haya cansado e ido.
—Vamos al auto, vas a enfermar —pide.
Me agarra del brazo tirando de mí sin hacerme daño y caminamos al auto. Me siento en estado de letargo, como si las cosas pasaran delante de mí y no pudiese controlarlas. Entramos a prisa, estoy temblando de frío y me tomo el momento de pensar en los asiento que están mojándose. No me coloca el cinturón y sube al instante, lo pone en marcha y su vista está en el frente, como si fuese solo.
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Lovers: Él, prohibido
Romance"Mi vida era normal, quizás un poco monótona y aburrida. Hasta que aquél griego de tan solo 19 años de edad, hizo temblar el suelo bajo mis pies. Sus ojos de aquel color jade me hipnotizaron y sus palabras me cautivaron. Jamás pensé que podía enamo...