Cuando se separaron sus labios pidieron más. Carolina quería volver a sentir los labios de Guillermo contra los suyos. Se miraron a los ojos y sonrieron nerviosos, era como besarse de nuevo por primera vez y, de alguna manera, pensaba que siempre iba a tener parte de ese sentimiento de primera vez. La muchacha no esperó; lo agarró de la camisa y lo atrajo de nuevo hacia sí para volver a sentir de nuevo ese beso sin nombre que tanto le gustaba. Y luego otro y otro y otro... No supo cuanto tiempo estuvo besándole, pero quería continuar. En realidad, no quería dejar de besarle nunca.
Por un momento se preguntó como había sido capaz de estar un mes entero pasando todos los días con él sin besarle. Sonrió dentro de su boca agarrada a su cuello y él hizo lo mismo. Una canción de Melendi dice: "Porque no he vuelto a besar, ni lo haré jamás, con los ojos cerrados. Eso es para enamorados". Ella siempre cerraba los ojos al besar a los chicos con los que salía pero estaba totalmente segura de que no estaba enamorada de ellos, más ahora que sabía lo que se sentía. Con los otros era más bien un acto reflejo: algo que había visto hacer en las películas y ella imitaba. Además, resultaba siniestro tenerlos abiertos. Con Guillermo era diferente. Los cerraba porque no necesitaba ver nada. Porque no quería ver nada. Sólo quería sentir. Sentir el calor de sus labios. Sentir el tacto de sus manos. Sentir los latidos de su corazón. Sentirle a él.
-¿Sabes que...- empezó a decir el muchacho pero ella lo interrumpía con más besos- es muy...- otro beso- extraño que pases...- otro beso- de un extremo a otro- otro beso- tan repentinamente?
Carolina se separó un momento de él y lo miró, se apartó el pelo de la cara con fastidio y levantó una ceja.
-¿Eso es que quieres que pare?
-¿Estás loca? ¡Dios! No- le dijo él asustado y la chica sonrió con picardía y se volvió a acercar a él, esta vez para darle besos en el cuello-. Sólo era... una observación.
La chica se volvió a apartar de él, esta vez para quitarse la camiseta y se sentó a horcajadas sobre las piernas del otro. Le sonrió de nuevo y le besó lentamente mientras él recorría con las manos sus caderas, pasando por cada curva de su cuerpo.
-Pues déjate de observaciones eh- le pidió en un susurro.
Guillermo asintió rápidamente con los ojos abiertos sin creerse realmente lo que pasaba. Ella se rió levemente y se apartó el pelo a un lado de un cabezazo para continuar besándole el cuello al muchacho que le desabrochó los vaqueros mientras le temblaba el pulso.
Carolina le sujetó ambas manos y entrelazó sus dedos con los de él sintiendo su contacto. El corazón le latía con rapidez en el pecho, tanto que le dio miedo de que él se diera cuenta pero cuando le miraba veía los nervios que ella misma sentía reflejados en sus ojos y se mordió el labio con ternura. Pensó por un momento en lo a gusto que se sentía con él precisamente allí, en uno de sus sitios especiales. Aunque en cualquier sitio en el que hubieran estado juntos era especial. Pero había algunos que tenían su propia historia; como la casita de árbol en la que estaban, el claro del bosque donde se habían dado su primer beso sin nombre o el único lugar donde el muchacho se sentía en contacto con su padre y ella había encontrado de nuevo. Esos eran los sitios perfectos. Esos sitios, que susurraban historias. Historias que hablaban de ellos.
-¿En serio?- preguntó Guillermo dudoso cuando la chica empezó a desabrochar los botones de su camisa- ¿aquí?
La chica no contestó, sólo puso los ojos en blanco y sonrió antes de continuar en su tarea. Pestañeó varias veces seguidas sabiendo lo mucho que le gustaba ese gesto al muchacho que le lanzó una mirada cómplice.
-A la mierda- murmuró terminando de quitarse la camisa y besando a Carolina con pasión mientras la tumbaba en el poof que habían traído para adornar la casita.
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La felicidad no tiene nombre.
RomansaPasar el verano en un pueblo donde la media de edad pasa de los 40 años no es, ni por asomo, un buen plan para una chica de 17 años. Con lo que Carolina no contaba era que todas las vacaciones tienen sus sorpresas.