Capítulo 38. Tu eres mi suerte.

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Tu eres mi suerte

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Tu eres mi suerte.

Estaba sobre algo. No sabía bien qué era, pero reconocía el espacio muy cómodo, bastante calentito y abrigador. Sin pensarlo, sin despertar aún, solo me moví más hacia ello, arruchándome para continuar con mi sueño tranquilo.

Las imágenes del día anterior me invadieron como un torbellino. Me vi a mí misma preparándome para la fiesta, el vestido blanco, los tacones, Alicia insistiendo en que aún no estaba lista, el camino hacia el bar y lo tedioso que fue entrar y descubrir ese montón de personas juntas bebiendo alcohol.

Luego recuerdo ir al baño con la rubia, para después volver a donde estaba la fiesta justo en el mismo lugar en el que vi a cierto individuo mirándome. Mirándome fijamente como si hubiese nadie más importante que yo en aquel sitio.

Me desperté de un tirón, y al instante puse una mueca, pues la punzada en mi cabeza dolió horrores. Me llevé una mano a la frente, parpadeando demasiadas veces todo para caer en cuenta de donde me encontraba.

Era mi piso de residencia.

Pero ¿cómo llegué aquí?

Antes de que pudiera responderme, algo se removió a mi lado, debajo para ser más precisa. Una especie de brazos me tomaron de la cintura y me llevaron contra su pecho con algo de fuerza.

Okey, no recuerdo la mayoría de las cosas, pero definitivamente me conozco y yo no dormiría con alguien por más ebria que esté.

Con mucha lentitud, bajé la vista, topándome con un rostro bastante atractivo, era más que atractivo, era... muy conocido para mí.

Ryan dormía plácidamente, sosteniéndome.

Joder, pero ¿qué hice?

Se veía muy tranquilo, muy diferente a las otras veces que lo había visto desde que terminamos. Ahora mismo era como un ser vulnerable necesitando de mucha atención. Una atención que yo no le daba.

Sentí mi corazón encogerse.

Con cuidado, retiré un mechón de su cabello para que no le estorbara. Aproveché para darme cuenta de que usaba la misma ropa con la que lo vi en la fiesta, su chaqueta estaba en el suelo y mi bolso con mis cosas en la mesita de noche.

Yo todavía usaba ese dichoso vestido, con el edredón cubriéndome hasta la cintura donde sus brazos me tenían sujeta.

Me sentía tan... en paz.

Claro, eso no podía durar por mucho.

—Oye —lo removí, pinchando su mejilla—. Ryan, despierta.

Soltó un gruñido molesto

—Solo... cinco minutos —me atrajo a su cuerpo, sacándome un pequeño chillido cuando hundió su nariz en mi cuello—. Dame cinco minutos más contigo. Por favor.

La última de las estrellas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora