Epílogo. Todos los días

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01 de febrero, 2024

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01 de febrero, 2024

Las luces de sol caían en mi rostro, mi ceño se frunció por el enfado y las ganas de mandar todo al demonio no se me quitaron. Era incómodo. Me frustraba estar en una buena posición y no poder dormir solo porque a alguien se le olvidó cerrar la persiana.

Bueno, ese alguien fui yo.

Torpemente puse un brazo tapando mis párpados cerrados, buscando algo de comodidad. Lo que no sirvió de mucho, pues cierta persona a mi lado se removió, despertándome. El calor que ocasionaban los rayos del sol se volvió abrumador.

No podía solo quedarme tranquilo sin sentir esa molestia. Así que, en contra de mis deseos. Me removí hasta que abrí mis ojos.

Hice una mueca, volviendo a cerrarlos y abrirlos, repitiendo el movimiento por unos largos minutos. Me froté el rostro y luego giré hacia quien estaba a mi lado. Divisé su cabellera castaña tapando su espalda desnuda. Sonreí inevitablemente. Le pasé un brazo por su cintura y la apegué a mí.

Seguía con sus ojos cerrados, así que le di un beso en su hombro, seguí subiendo hasta que llegué a su cuello y su piel se erizó por mi tacto, sacándome una sonrisa

—Ryan... —reprochó

—Es hora de despertar, bonita.

—No —gruñó, cual niña pequeña

—Anda, tenemos cosas por hacer.

—¿Por qué eres tan pesado?

—Amor —reí, girando su cuerpo hasta que estuvo boca arriba—. Vinimos para divertirnos. Tengo muchos planes, pero no podremos cumplirlos si dormimos todo el día.

—Cinco minutos.

—No —reí, con ternura. Le di un beso en la mejilla y una pequeña sonrisa adornó su rostro—. ¿No vamos a la playa entonces?¿no quieres ir al museo o al acuario? ¿Cancelo todas las actividades y nos quedamos aquí en cama?

—No —frotó sus ojos, abriéndolos poco a poco—. Está bien, iremos.

—Lo sabía.

—Me estás manipulando —se quejó, haciéndome reír

—Bonita...

—Ahora me ducharé yo sola —me dio la espalda, muy digna, para luego empezar a removerse hasta que se sentó, y sacó sus piernas

—¿Es enserio?

—Sí.

—Dani...

—Suerte.

Antes de que se pusiera en pie, la tomé del brazo y la devolví. La oí reír, en lo que yo me ubiqué sobre su cuerpo, pasando a dejar un reguero de besos por su cuello incluso su clavícula

La última de las estrellas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora