Capítulo 18. Más fuerte de lo que crees

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Más fuerte de lo que crees

30 de mayo, 2020

¿Alguna vez has sentido que haces algo mal y no sabes cómo remediarlo? Bueno, exactamente así me sentía. No quería remediar las cosas con Kate, a decir verdad, el que estuviera enojada o decepcionada era lo que menos me importaba.

Sin embargo, el hecho de que antes se esforzaba al menos por hablarme y de repente dejara de hacerlo, me hizo sentir un poco de empatía.

Digo, después de todo fui yo quien saqueó su habitación cuando ella me dijo explícitamente que nunca me atreviera a entrar.

Ahora mismo me arrepentía de no haberle hecho caso a Ryan.

Me lo dijo muchas veces.

Había pasado ya tres días desde ese suceso, y Kate solo se dedicó a mirarme con enfado a donde fuese que yo ponía un pie. Dejó de hablarme al menos para decirme que hiciera los quehaceres, o incluso para informarme sobre mi padre queriendo arreglar las cosas conmigo.

No me dirigía la palabra.

Nada de nada.

Como dije, no era algo que me decepcionara del todo. Aun así, las pequeñas palabras que compartíamos me hacían saber que no estaba tan sola en esta residencia.

El día de hoy sí que lo noté, pues apenas salí de mi habitación con la intención de ir hacia otro lado, Kate se asomó por la cocina, al parecer echando unas papas en su mochila. No me miró ni siquiera de reojo, aun así yo aproveché para hablarle

—¿Hoy tienes que trabajar? —esperé diez segundos, y no me respondió. Suspiré—. Kate.

Salió de la cocina, colgándose la mochila al hombro, fue a su habitación y volvió a salir con una chaqueta en una de sus manos, dispuesta a irse.

—Oye, lo siento —insistí, haciendo que se detuviera—. Lamento haberme colado a tu habitación, ¿me perdonas?

Se giró hacia mí muy lentamente

—¿Sabes cuál es el problema? —su voz destiló todo el enfado acumulado—. Que yo de verdad intenté que nos lleváramos bien. Al menos mis intenciones sí fueron reales.

—Kate, no puedes decirme eso cuando ni siquiera tiene sentido —negué—. Tú me odias, no tienes que ocultarlo.

—No te odio, Dani. Jamás te he odiado.

—¿Ah no? —crucé mis brazos—. ¿Enserio lo niegas ahora cuando ese día me dejaste panecillos con maní? Soy alérgica al maní.

Frunció el ceño

—Yo no lo sabía.

—Sí, ¿cómo no? Si no hubiese sido por Ryan hubiera tenido que ir al hospital.

—A ver, eso no viene al caso —sacudió su cabeza—. Tú entraste a mi habitación cuando te dije que no lo hicieras. Te lo advertí.

—En primer lugar, siempre entras a la mía —bufé—. ¿Qué ocultas que no quieres que nadie vea?

Apretó sus dientes

—¿Debería preguntarte lo mismo? —enarcó una ceja—. ¿Qué ocultas en el cofre que está bajo tu cama?

Contuve la respiración

—No te importa.

—Exacto, a ti tampoco te importa lo que yo oculte —masculló, ahora señalándome—. No intentes entrar otra vez, o me vas a conocer.

La última de las estrellas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora