paran-O-rmal.

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Y de repente estaba ahí.
Solo, con un vaso.
Otra vez. Pintando poesía en la barra.
De papel, una despedida ensayada y patética.
De musa, la bradicardia agonizante de unos latidos rechazados.

...

El crepúsculo impuntual de viernes, entre voces y textos en tercera prioridad, había autorizado clandestinamente la demolición de mis expectativas.
Las ruinas de un “quizás” no pronunciado, se desplomaron como castillos de naipes... edificados en puentes nublados de miradas inhabitables en los pasillos.
La notificación había llegado: El sueño alquilado de un bohemio, daba fecha de expiración jurídica.

...

Fue inhumano, en cierto adiós.
Un poema normal y abnegado, y una canción, resultaron ser las víctimas fatídicas de la imposibilidad de no querer quererla.
Los silencios se adjudicaron la jurisdicción de mis promesas, y las palabras, esclavizadas en sus labios, reclamaban sus cartas de libertad.

...

La atmósfera me asfixiaba con un cuentagotas.
El humo de una contestación sincera, se propagó flemático y ambiguo a palabras previsibles.
Las arterias, se saturaron de un perfume perpetuo, inflexible a amnesias inducidas.
La conciencia suplicaba su inconsciencia ante los comentarios, mientras que versos desechados y emociones culpables en veredicto, medían el pulso raquídeo de un patriota caído.

...

Joder. Ella dolía en muchos matices y melodías.
Verla de sueños. Pensarla en imprevisto y estudiar sus centros.
Lo que antes figuraba como respirar, terminó siendo una apnea diluida en arsénico.
Las brújulas en mis ojos se habían estropeado. Lucían fragmentados, anhelantes de una ignorancia de identidad y pertenencia, contextualizada y certificada por los desvelos y unos preciosos ojos con lentes.
Todo estaba distorsionado: yo, mis tiempos, mis dogmas e interpretaciones, incluso, sus letras. Sí, suyas.

...

Terminé roto, como la ventana por donde disfrutaba la lluvia de los jueves, mientras escribía y la contaba.
El colapso de trece espacios en suspiros rasgados, había estrechado mis paredes. Podía sentir, incluso, la empatía del gato de schrödinger desde su caja.

...

Quise escapar. Siempre lo hacía.
Huir a mi lápiz y notas de voz.
a mi madriguera y suciedad,
a mi vacío e inexistencia.
Así de cobarde y precavido. Evitando dolor y tratando de dormir bien.
Nadie notaría la ausencia del borracho abrigado de la última fila.
El que no dialogaba y solo tomaba apuntes en su mente.

...

Era el plan perfecto.
Se lo comenté a Dios...
Han pasado tres semanas; aún siento sus carcajadas...y con razón.

...

No funcionó.
Tan simple y ridículo como eso.
Me burlé del reflejo cínico del espejo. Me sentía mucho más enfermo, inservible, como un fonema aislado de la palabra.
No lo creía.
Toda excusa y pretexto culminó su encargo en la estación de sus ojos; mis gestos comenzaron a basar su existencia pendientes de su mirada, al tiempo que el maquillaje circense se plasmó en mi rostro.
Era un desastre ilógico.

...

No podía negarlo.
No quería aceptarlo.
Todo había cambiado.
Ella lo cambió.

...

Sus esencias habían intoxicado el clima de mis rutinas y horarios, y mis páginas, y los batidos. Mi desorden ordenado no existía.

Ya no me pertenecían los desayunos de sonrisas e instantes de perfección... huéspedes exclusivos de mis chistes en las mañanas de bancos.

Los encuentros casuales colmados de intención, se ambientaron en el ruido vibrátil de un corazón convulso paralítico; ulcerado por celos arbitrarios, educados a silencios por sus fechas.

Era insufrible la simple noción de tener que compartir los gestos, y espacios y cielos que solo anhelaba para mí.

...

¿Qué tenía que hacer? ¿Cómo despintarla de mi ser?
¿Serían sus hilos, o sus papeles de colores jugados a besos?
Quizás sus disparates o imperfecciones en una llamada.
O tal vez sus complejos e inseguridades adorables.

...

No lo sé.
Ni yo me explico.
Nunca lo hago.

...

Y de repente estoy aquí... Solo, con un vaso.
Intentando, entre estaciones y exámenes, sanar la herida de un pescado enlatado.
Después de todo, aquel maldito viejo seguía teniendo razón: una resaca dolía menos que un desamor.

...

Hoy, me despido de nuestra anécdota y reloj.
Debo aceptar el hecho de que jamás serás mía.
No hay muchas palabras pendientes, pero sé que los silencios cuentan.
Ya no escribiré de usted. Escribirte es escribir a la nada...y hasta las palabras se cansan de no ser leídas o escuchadas.

...

Usa paraguas al salir.
Hoy el cielo y la tierra están de luto.
Tu poeta... ha muerto.


Comentarios del autor:

Muy buenas tengan todos. Esta es la última actualización que tengo planificada, aunque tengo un poema prometido que también pienso subirlo en su momento. Este escrito me generó muchas dudas, sobre todo el final y la forma de concluirlo. Pero bueno, para juzgar y ayudar a crecer están ustedes. Es una segunda y última parte del anterior. Espero que lo disfruten y dejen sus comentarios y criterios. Muchas gracias por leerme.

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