¿Tu culpa o la mía?

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Tal vez fue mi culpa.
Por mirarte sin que me llamaras;
Por hablarte sin que me buscaras;
Por hacerte reír sin ser tu bufón;
Por amarte sin que me quisieras;
Por ilusionarme con quimeras que en mi cabeza navegaban.
Por pensarte a cada hora,
a cada minuto,
a cada segundo.
Por construir un castillo de hielo en la nube más alta.

...

O tal vez fue tu culpa,
por ser tan perfecta.
Por provocar en mí lo que nadie más causa.
Por interrumpir el sueño inducido de mi corazón.
Por obligarme sin intención a observarte durante miles de instantes que apuran las manecillas del reloj, diluyendo el tiempo como arena en el mar.
Pero, de qué sirve elegir al culpable si el condenado es el mismo.
De qué sirve escapar del juicio, si la condena te persigue.
De qué sirve ser libre, si estoy encadenado a ti.

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