Sueños.

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Anoche la soñé,
Desconozco qué o quién desenterró sus recuerdos del fondo del abismo memorial, encerrados en tal caja fuerte de la que pensé haber arrojado la llave,
y no,
me equivoqué.

...

Quizás practiqué ilusionismo en mí,
la lancé amarrada al mismo hilo que nos ataba,
el irrompible,
el enmarañado por las manos de lo incierto.
Parecía tan real,
tal vez leer UNSLEEP por varias horas provocó el hechizo.
Pudo haber sido una broma, pero la mente conoce cada veneno, y no se mide a la hora de jugar con el corazón.

...

La veía tan hermosa, tan divertida,
tan envuelta en sábanas de inocencia de cuando éramos infantes,
Como si nada hubiera pasado,
Como si aquel capítulo no hubiese sido publicado.

...

Parecía un futuro alternativo,
donde la decepción autora de mi muerte, jamás cometió el acto.
Los parajes pintados para ella seguían intactos, verano soleado,
inundados de sus atrayentes cualidades,
inspirado en su forma de tratarme, de expresar su cariño autóctono de forma inusual.
Un universo en el que aquel amor sempiterno, hundido bajos los escombros de nuestra historia, todavía respiraba, o al menos, sentía.

...

Me gustaba hacerla reír.
La curva que pretendía ser la cura para mi síndrome,
era a su vez, el veneno.
Sin ella no moría, pero tampoco vivía vivía.

...

Era un sueño hermoso. Enmarcado por anhelos.
Una quimera, como nuestra historia de amor colegial.
Me trataba de escabullir mientras discutía el juicio con mis ansias de quedarme,
al compás de la emoción frenética del corazón por oír aquella voz tan delicada, enigmática en ocasiones.
Sin dudas, la directora de sus latidos, de sus pasos.

...

Contábamos anécdotas de nuestra coincidencia,
muchas incluso, perdidas en la arena del reloj.
Por instantes me volvía a sentir a gusto en su presencia.
Ya no eran las escenas incómodas de dos extraños muy bien conocidos, tratando de ocultar con sus ojos,
enloquecidos por mirarse,
tantos años de imágenes amarillas.

...

Ignoraba los caminos que habíamos tomados.
Feliz cada uno en su mentira preferida, o al menos, así me engañaba yo.
Tanto reímos que la barriga me dolía, pero el sentimiento pedía más a gritos.
Y aquel cardíaco hipnotizado en un acto de magia tan pulcro y místico,
no apartaba los ojos de lo que alguna vez fue la estrella que más brillaba en su insignificante universo.
La Diosa que hacía de su infierno, un paraíso celestial.

...

La fantasía golpeaba con realidad.
La historia tenía vida propia, respiraba, dolía, incluso podía decidir cuando morir.
Me hacía dudar del poder controlar los fenómenos a mi alrededor,
y cómo cada suceso emparejaba con mi mala fortuna, algo que me detenía a pensar, y pensar.

...

¡¡Desperté!!, y me dolió hasta el alma.
Quizás el hecho de no querer soñar con usted o la simple tragicomedia de ver el telón de mi obra caído.
Era patética mi supuesta indiferencia en tal espectáculo de mi autoría, burlándome en la ironía de mi ser.
La noche puso en evidencia lo que tanto el bar y la música trataban de ocultar.
Daba un aviso de lo que aún quedaba, y lo que aún latía.

...

El Karma, como siempre, se acordaba más de los fallos que de las hazañas,
eligiendo eternamente a la inoportunidad del momento como su más fiel amiga y cómplice.
Adquirí el miedo a dormir, a desvelar mis verdades.
No me gustaba el sabor agridulce de las reflexiones o los desvelos.
Anhelaba descansar, sin sentir, sin doler... sin soñar.

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