💖𝟑𝟔💖

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Otra tarde más, el día se le había ido demasiado lento, para su mala suerte. Ya todas sus tareas estaban listas, el omega solo podía suspirar y ver el reloj en la pared cada tantos segundos, con la sensación de su estómago retorciéndose. 

El teléfono sonó asustándolo, Shotaro había olvidado ponerlo en silencio. Si Yuta hubiera estado ahí le hubiera hecho todo un interrogatorio pero afortunadamente aún faltaba tiempo para que regresara a la casa.

Observó en la pantalla el número de Yukari y sintió escalofríos, era momento de llegar a una conclusión.

—¿Hola?— el omega estaba nervioso. Imaginándose lo que le diría.

—Ah, Shotaro—La voz se escuchaba tan lejana— Hola

Se quedaron callados por unos momentos.

—¿Qué ocurre?— le preguntó con cautela, con el sudor frío ya recorriéndole la frente.

La mujer suspiró— Las municiones de los cuerpos de ambas victimas...coincidieron con la muestra que me diste...de hecho eran exactamente iguales, probablemente del mismo paquete.

El sonido de la voz llevado por el teléfono se amplificó en la cabeza de Shotaro, el labio inferior le comenzó a temblar y los ojos empezaron a picarle. Con esa afirmación sintió su vida venirse abajo. "No puede ser...no puede ser"

Lo que Yuta escondía en el escritorio, no lo tenía por coincidencia, no estaba ahí por una razón aleatoria.

—¿Shotaro?— la alfa volvió a llamarlo al no obtener respuesta. 

—Gracias— le dijo aguantando un sollozo— Perdón, me tengo que ir...

—Espera, no vayas a- —ni siquiera escuchó lo que tenían que decirle, con las manos temblorosas colgó inmediatamente.

Un gimoteo escapó de sus labios y se abrazó a si mismo, encogiéndose en una bolita para protegerse. Tomó aire a duras penas, sentía que no podía respirar. El silencio de la sala fue interrumpido por otro sollozo que finalmente rompió la atmósfera.

"No puede ser posible, no puede" se repetía una y otra vez, sabiendo que lo era.

El llanto incontrolable se hizo presente con cada pausa para jalar aire su corazón se rompía más y más. Sus manos se dirigieron a sus mechones perfectamente peinados, alborotándolos como un nido, jalándolos como sí de maleza se tratara. Las manos bajaron a su rostro dejando tras sí marcas de sus uñas enterrándose y arrastrándose por la tersa piel.

¿Cómo pudo?

¿Cómo pudo hacer eso?

La verdad que conocía, la vida que construyó, se rompió cual cristal al que le dan un golpe tras otro. Después de haber entregado tanto, de dar su confianza, su amor, su perdón, su cuerpo, su libertad. Entregó tanto a una mentira construida en base a una obsesión.

Aquello era suficiente, ya no podía buscar otra explicación. 

No supo en que momento terminó recostado en el suelo, inundándolo de sus lágrimas, poniendo sus manos sobre los mosaicos para sentir que estaba en tierra firme, que no estaba cayendo por un acantilado.

"Me tengo que ir, tengo que salir de aquí" se tenía que ir, tenía que salir de esa casa, de esas paredes que lo habían visto hacer de todo por Yuta "Ya no puedo, ya no puedo, no puedo" Se había adentrado a la boca del lobo por voluntad propia, porque sintió un poco de calor, porque le ofreció una protección que en realidad era un cautiverio. 

Subió por las escaleras tropezándose por el apuro y las imágenes de su cabeza distrayéndolo, imágenes donde se veía a sí mismo cayendo cada vez más bajo. Desde la primera vez en la que aceptó ayuda con su calor, hasta la propuesta de una relación, el primer regalo del cortejo y las palabras dulces, la noche en la que fue marcado, la primera vez que le hiso una escena de celos y luego se disculpó besando los restos de lágrimas en sus mejillas. Rememoró todas las veces que bailaron un vals en la sala y terminaban besándose con pasión, y recordó cómo igual, en la misma habitación, lo dejaba llorando a mares cuando se largaba de la casa porque le hizo enojar.

•̩̩͙*𝔅𝔞𝔟𝔶'𝔰 𝔬𝔫 𝔣𝔦𝔯𝔢  - Sungtaro*•̩̩͙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora