Melissa
Ser apasionado sobre una profesión, un pasatiempo, un deporte es tan válido como no serlo por algo; pero ¿dónde radica el hecho de trabajar en algo que te gusta tanto, te apasiona, pero que con el tiempo se siente monótono y toda la magia y la pasión se pierde? Eso me ocurre con mi actual trabajo. Estudié para esto, me gradué con esfuerzo en un país tan diferente al mío, y aquí estoy, siendo directora de uno de los museos más importantes de Seattle; vale, puede que sea solo la encargada de la colección de Turquía asiática, pero es un cargo, y ese es el mío desde hace cuatro meses.
Soy nueva y no le caigo muy bien a muchas personas desde que me ascendieron a este puesto. Intento llevarme de lo mejor con todos, pero es difícil. He escuchado los rumores de pasillo, he hablado con otros, todos piensan que soy un ogro por solo querer que todo se vea perfecto en el museo.
Es que un director de museo tiene que ser apasionado, velar por las piezas que se representan en la institución, respetar cada colección, defenderlo y querer lo mejor para él. Siempre quiero estar al pendiente de todo, de cada detalle, pero tal vez, algunas veces me pase de la raya.
Lo acepto.
Aun así, no me siento mal por no dejar de ser así. Solo que ya mis amigos se quejan porque no paso tiempo con ellos, o como mi exesposo que se divorció de mí porque ya "yo no le estaba prestando la suficiente atención que merecía". Es que me enfrasqué tanto en la primera colección de mi ejercicio como directora que eso no le cayó bien a Ferit. Obviamente, él no menciona el hecho de que se acostó con una mujer diez años menos que él mientras yo estaba hasta tarde en el museo. ¿Quién lo menciona? Bah, para qué. Siempre la mala del cuento es la mujer por querer surgir y ser mejor cada día o por lo menos hacer el intento para el bien de ambos.
Cosas que suceden y seguirán sucediendo tristemente.
La cuestión en sí, es que me engañó con una universitaria, después se quejó de mis horarios de trabajo y poco a poco todo fue cambiando, es por eso que decidimos divorciarnos, vender la casa e irnos por caminos diferentes, algo que no resultó del todo bien, porque la casa aun no termina de venderse; sigo esperando la mitad del pago, y lo de irnos por caminos diferentes no se ha dado porque él vive en el apartamento de abajo en el otro alquiler disponible que había en el edificio.
Yo vivo con mi amiga Chiara, una italiana muy simpática que ha sido mi vecina y amiga desde que llegué a este edificio. Ella se ofreció a alquilarme una habitación mientras conseguía algo mejor. Solo que he estado tan ocupada con la nueva colección del segundo semestre del año que ha sido muy difícil ponerme a buscar un nuevo apartamento para alquilar.
—Melissa, te llaman desde el departamento de Conservación —me dice Michelle con una mueca en su cara, ella es una de las trabajadoras del museo, quien ayuda a que todo esté bien limpio—. Al parecer la nueva obra que trajeron no es la original.
— ¿Cómo es eso? Ayer cuando llegó lo verificamos muy bien —contesto, levantándome de mi escritorio y caminando hasta la puerta para poder salir hasta el departamento de Conservación. Allí es donde se encargan de la capacitación y cuidado de las obras, también se encargan de la investigación y la restauración de las piezas que llegan al museo.
—No lo sé, Meli —responde sin más, encogiendo sus hombros y haciendo otra mueca en su boca.
—Vale, vayamos a ver qué ocurre.
El jueves terminó tan rápido que no pude ni espabilar para darme cuenta que eran las ocho de la noche y yo aun seguía aquí. A veces hay momentos en los que pienso y le doy la razón a Ferit: soy una obsesiva con mi trabajo. Pero qué se le hace si soy apasionada en lo que hago.
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Dulce deseo
RomanceMelissa Deniz es una directora de museo que está cansada de vivir una vida rutinaria, pero tampoco hace algo para cambiarla. Se divorció hace seis meses y aún no tiene claro qué será de su vida cuando su exesposo le dé la mitad del dinero del aparta...