Akın
No pude evitarlo.
No pude seguir evadiendo la manera en cómo no he dejado de pensar en Melissa desde hace semanas. Es que la castaña hasta ha aparecido en mis sueños como una intrusa a la cual le gustó quedarse en mi mente y no se piensa ir.
A veces cuando miraba por la ventana del auto, veía a chicas parecidas a ella, pero ninguna era Melissa. Y me frustraba que el destino no nos juntara de nuevo. Es por eso que le dije a Conrad que me llevara a su edificio. Solo que las cosas se pusieron difíciles cuando comenzó a llover; me encontré con ella, pero al llegar al edificio, se lesionó su tobillo y mi única sugerencia en el momento fue traerla a mi apartamento.
Y aquí estamos.
Obviamente tuve que mentir y decirle que solo estaba de paso por los lados de Montlake, porque sería muy extraño y ella desconfiaría de inmediato si le dijera que fui a verla.
Ella está con cara de dolor y molestia en su rostro, mientras yo la miro desde el otro lado de la gran sala del apartamento.
—El doctor ya vendrá —le notifico a la castaña que me mira con recelo—. Deja de mirarme así. Solo me preocupo por ti. ¿Está mal hacer eso?
Veo como se queda pensativa, me mira y niega con su cabeza.
—Es que sigues siendo un extraño para mí, Akın. ¡Ni siquiera sé tu apellido! ¡Mírame, estoy en tu casa! —Se queda en silencio y termina diciendo—: Es una locura.
Tiene razón, puede que sea un poco loco tenerla aquí. Pero yo ya no la veo como una extraña, ya podemos considerarnos ¿conocidos? No lo sé, pero no es alguien que es de simple paso.
No quiero que sea así.
—Tamam, lo entiendo. Tienes razón, Melissa. —Ella me mira fijamente cuando digo su nombre—. ¿Quieres que empecemos de nuevo?
Noto que se encoge de hombros.
—Me llamo Akın Bozkurt, soy dueño de la empresa Yıldız en Turquía. Por asuntos personales, tuve que venir a Estados Unidos. Trabajo desde aquí. Me gusta el pastel de manzana, como te dije la vez pasada y me gusta la pesca.
Le hago una seña con mi mano para que ella se presente o diga algo más de lo que ha dicho en este tiempo medio conociéndonos.
Ella luce dudosa, pero toma aire y empieza a hablar.
—Melissa Deniz, directora del museo turco asiático en Seattle, estoy comenzando... Uhm, me gusta leer historia universal y turca, supongo que de allí viene el querer trabajar en un museo —Ladea una sonrisa, también le sonrió—. De postre... Me gusta el Baklava.
Nos quedamos mirando en silencio, no es incómodo, más bien se siente bien solo apreciar su belleza y estar conectando con ella a través de nuestros ojos. Es como si nos entendiéramos de esa forma. Sé que ambos somos muy distintos. Lo poco que hemos hablado, cada uno tiene una opinión diferente sobre algo.
Pero igual nos llevamos bien o eso creo.
—Disculpa por ser tan desconfiada —confiesa, veo que se muerde el labio inferior—. Es que estamos en un mundo en el que la persona que menos parezca, puede hacerte daño. Entonces, vienes y te apareces en mi vida, una persona con dinero y siendo tan gentil... Pues, uno desconfía sobre si realmente estás siendo sincero o tienes otras intenciones. ¡Mírame, estoy en tu casa!
Agradezco su sinceridad. Eso dice mucho de ella.
— ¿Y has sentido que tengo malas intenciones contigo? —Ella niega—. No las tengo, Melissa. Sabes cómo son nuestras costumbres y valores, somos leales, somos sinceros y siempre hablamos con la verdad. Sí, puede que haya personas engañosas, es cierto, siempre hay que estar pendientes a nuestro alrededor. Pero conmigo puedes dejar de preocuparte, tomémoslo cómo que quiero hacer amigos en esta ciudad. Y tú... Me llamaste la atención desde el primer momento en que te vi en la barra del pub.

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Dulce deseo
ChickLitMelissa Deniz es una directora de museo que está cansada de vivir una vida rutinaria, pero tampoco hace algo para cambiarla. Se divorció hace seis meses y aún no tiene claro qué será de su vida cuando su exesposo le dé la mitad del dinero del aparta...