Capítulo 22

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Los cálices de las pesadillas
Alessandro POV

Los cálices de las pesadillas
Alessandro POV

El semblante de Natalia empalideció, como si estuviera a punto de adquirir una paleta de mil colores al concluir la última línea y revelar el nombre verdadero de su amado. Su mirada se transformó con la rapidez de un relámpago; esa expresión de asombro se tornó en una oscuridad más profunda que la propia noche, donde se dibujaban el desprecio, el odio y la perplejidad de la situación. Era como si lo que presenciaba en ese instante replicara de manera exacta nuestro primer encuentro durante la noche del atentado al casino.

—No tienes objeciones, ya que eres consciente de la veracidad de mis palabras —afirmé.

Se podía percibir cómo la pequeña bola de nieve se transformaba en una avalancha, y todo se desmoronaba de un minuto a otro en la mirada que me lanzó.

—¿Te vas a quedar callada? —insistí, notando la tensión en el aire.

Ella desvió la mirada por un instante antes de responder, con un dejo de incredulidad:

—No puedo creer que estés diciendo esto.

Volvió a dirigir su atención hacia su pareja, quien seguía retorciéndose ante su dolor, esforzándose por mantener la compostura mientras murmuraba cosas ininteligibles.

—No utilices a él como excusa y mírame a los ojos de nuevo —exigí, tratando de romper la barrera que se estaba formando entre nosotros.

—¿Puedes decirme qué es lo esperas escuchar? Eres quien exige una respuesta, así que dime qué es lo que deseas que te diga —finalmente, ella rompió el silencio—. ¿Es esto lo que esperabas?

—Sé más específica

Natalia suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Esta es la razón por la que me salvaste la vida, ¿verdad? Querías mantenerme atada a ti, proporcionarme una seguridad que crees que anhelo. Pretendías que, sin importar lo que hicieras, yo no quisiera irme. Pensaste que tener a Stephan como garantía aseguraría tus deseos. Permíteme decirte que no eres el primer hombre que intenta eso.

—Tu interruptor de la inteligencia se ha reactivado mágicamente. —Aplaudí cínicamente.

—No sé qué pienses lograr con todo esto, pero no voy a ser tu títere —declaró ella.

Me acerqué unos pasos más, enfrentándola directamente.

—Eso es porque ya no tengo nada más que lograr. De hecho, nunca me he sentido más seguro en mi vida, y no tengo motivos para dudar de algo que está más que claro.

—No tienes pruebas que respalden tus afirmaciones. Nada de lo que alegues tiene sustento.

—Parece que no aprendiste nada de mí durante este tiempo.

—Oh, pero has subestimado cuánto he aprendido, Alessandro. He aprendido a no confiar en las apariencias, a no dejarme engañar por tus palabras vacías... Puedo continuar si lo deseas.

—Natalia, sé quién es Stephan. —la interrumpí antes de que pudiera proseguir—. Su posición en el FBI, la influencia de su familia, y especialmente, el hecho de que es hijo de un senador de los Estados Unidos. No hay lugar para las mentiras en esto.

Observé su rostro en busca de alguna señal de reacción. Natalia se quedó en silencio por un momento, sus ojos buscaban los míos, como si estuviera tratando de encontrar la fisura en mi argumento.

—¿Cómo puedes saber todo eso?

Opté por el silencio inicial, permitiendo que sus palabras flotaran en el aire. Un silencio que hablaba más que cualquier respuesta que pudiera ofrecer en ese momento.

En Contra del Tiempo (Nueva edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora