Capítulo 30

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Descubriendo Sombras
Dominique POV

—Buena noche, señor Di Montelrosso, todo está en orden y listo para que pueda zarpar —anunció uno de los oficiales costeros.

—Perfecto. —Alessandro asintió con un gesto de aprobación y luego sacó unos billetes envueltos de su cartera, entregándoselos al oficial.

No sentía más que un adormecieminto en todo mi cuerpo mientras permanecía junto a Alessandro. Era como una especie de anestesia emocional que me impedía sentir cualquier atisbo de emoción. Por fuera, intentaba mantener una apariencia impasible, sin mostrar ni el menor indicio de lo que realmente estaba sintiendo. Pero por dentro, era como una tormenta de voces que no cesaba, cada una acusándome de algo diferente. Pero todas ellas siempre llegaban al mismo lugar.

Eres una vergüenza para el apellido Miller. No deberías ni siquiera pertenecer al FBI.

Por aqui.

El otro oficial nos condujo por el puerto, señalándonos el camino hacia el bote. Cada paso que daba era un esfuerzo, como si mis pies estuvieran pegados al concreto. La brisa helada de la noche me erizaba la piel. El sonido de las olas del mar chocando contra la estructura de rocas aumentaba mis nervios, y me resultaba imposible voltear a ver la oscuridad y la profundidad del agua que se extendía a nuestro alrededor. Tú puedes hacer frente a esto, fuiste tú misma quien se metió en esta situación.

En ningún rincón del mundo, en ningún idioma, podría esto ser considerado simplemente un "bote". Lo que teníamos delante era una maravilla de la ingeniería náutica, una monstruosidad de yate que desafiaba cualquier definición convencional. Sus dimensiones eran impresionantes, con tres niveles que se erguían sobre las aguas oscuras. El casco, pintado en un blanco reluciente, reflejaba la luz de las farolas del muelle. A través de las ventanas de cristal tintado, se podía apreciar una tenue luminosidad proveniente del interior. Esto era una mansión flotante en toda la regla.

—¿Te vas a quedar ahí desasociado toda la noche? —Alessandro se adelantó con una zancada hacia el yate—. Temo decirte que por más que quisiera acompañarte, para mí ahora el tiempo es oro.

—¿Perdona?

—Déjame ayudarte, toma mi mano. —Extendió su mano hacia mí con una expresión serena—. Lo menos que quiero es que caigas al agua y termines con una pulmonía.

—Gracias, pero puedo hacerlo sola.

—Está bien, como quieras —dijo, retirando su mano y dejándome espacio para proceder por mi cuenta.

Me quedé allí, analizando la distancia. Puedes hacerlo, Dominique me repetí en un intento de tranquilizarme. No era una distancia insuperable, solo era un salto ¿verdad? Sin embargo, mientras mis ojos se clavaban en el espacio entre el muelle y el yate, la oscuridad del agua parecía devorar mis pensamientos.

—Estás haciendo todo un problema de física en tu cabeza solo para analizar la distancia. Es un simple salto, no es gran cosa —pronunció con un tono de incredulidad e impaciencia.

Lo estaba volviendo loco justo de la manera que esperaba y me encantaba verlo llegar a sus límites. O tal vez era la esperanza de que, con este tiempo perdido, los refuerzos llegarían para salvarme de cometer el peor de los errores.

Ahora estás sola, tu eres la única que puede salvarse.

—Lo dice el hombre que tiene las piernas más largas que las de una jirafa.

—Ven, toma mi mano —me ofreció, una vez más—. No compliques las cosas, no es como si nos fuéramos a casar.

Dude por un momento, sabiendo que después de esto nada volverá a ser lo mismo. Tengo un amargo presentimiento de que esta simple acción cambiará por completo el rumbo de mi vida. Extendí mi mano y tomé la suya, sintiendo cómo él me ayudaba a bajar al suelo del yate mientras sostenía mis zapatos en la otra mano

En Contra del Tiempo (Nueva edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora