Capítulo 33

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Al Filo del Control
Dominique POV

—¿El gran plan que tenías para un miércoles por la tarde es emborracharme? —pregunté con una sonrisa, girando la copa de vino de bienvenida que nos habían ofrecido al entrar.

El sol de invierno se filtraba entre las hojas doradas de las vides, creando un juego de luces y sombras sobre las piedras antiguas. Era un día inusualmente cálido para ser invierno en Grecia. El aire fresco del Mediterráneo acariciaba nuestra piel, llevando consigo un ligero aroma a uvas maduras y tierra húmeda. La brisa era suave, acariciando la piel con una calidez reconfortante, un contraste bienvenido a los días más fríos que habíamos experimentado antes.

—Bueno, eso depende de cuánto bebas —replicó con su característico tono sarcástico, su risa suavizando el comentario—. Tal vez tenga que sacarte de aquí en una silla de ruedas.

—Solo asegúrate de que no vayas a tumbar todas las cajas de vino que llevaré en mi regazo —respondí entre risas, disfrutando del sorbo del vino que tenía un sabor robusto, con notas de frutas maduras y un toque de especias—. Después de probar esto, definitivamente unas cuantas cajas se irán conmigo.

Alessandro me quitó la copa de vino de las manos justo antes de que pudiera darle otro sorbo.

—Estás apenas comenzando el día, si sigues así, probablemente mi idea no suene tan loca como sonó al principio —dijo, su tono ligero pero con un toque de advertencia, mientras sus ojos brillaban con esa chispa juguetona que a menudo ocultaba detrás de su fachada impenetrable.

—No creo que consigas una silla de ruedas en este lugar —dije caminando y poniéndome frente a él—. Además, me sorprendería que pudieras manejarme en una.

Dominique, ¿qué acabas de decir? Eso sonó muy mal.

—Oh, créeme, podría manejarte sin ningún problema, en una silla de ruedas o de cualquier otra forma —respondió—. Aunque sospecho que disfrutarías más si dejamos la silla de ruedas fuera de esto.

—Bueno, quizás algún día tengas la oportunidad de demostrarlo —me encogí de hombros, dándole la mínima importancia mientras continuaba caminando.

Miró su reloj, su expresión cambió a la misma vieja expresión que conocía. Allí estaba el verdadero Alessandro,

—Andando, tenemos una clase privada con el Chef Nikolaos Manolis en menos de media hora.

—¿Clase privada? —parpadeé, sorprendida y ligeramente atónita—. ¿Cómo hiciste todo eso?

—Tengo algunos contactos en la isla —dijo, guiñando un ojo—. Y aparte, tú te pasas dormida la mayor parte del tiempo que estamos sobre el yate. Me da bastante tiempo para planear estas cosas.

—No me refería a eso —repliqué, sacudiendo la cabeza—. ¿Cómo lo conseguiste? ¿No es ese el chef que tiene un programa de cocina en la televisión?

—Trabajó en uno de los restaurantes de mi familia en Santorini, el  Aegean Pearl. Fue uno de nuestros chefs principales durante un tiempo. Pero dejó de trabajar con nosotros hace algunos años para enfocarse en sus propios proyectos.

—Pobre hombre. No puedo imaginar lo que tuvo que pasar trabajando para tu familia.

—Bueno, no todo el mundo puede soportar la presión de trabajar para los Di Montelrosso. Pero sobrevivió y mira dónde está ahora. Se las arregló bastante bien.

—Sí, claro —respondí, cruzando los brazos mientras caminábamos por el viñedo—. Sobrevivir a la tiranía de Alessandro Di Montelrosso debe ser una hazaña digna de un premio.

En Contra del Tiempo (Nueva edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora