Capítulo 24

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Días grises
Alessandro POV

Al entrar al hospital, la frialdad del ambiente me golpeó de inmediato. El característico aroma de desinfectantes mezclado con químicos impregnó mis pulmones, evocando recuerdos de una época que marcó un punto crucial en mi vida. Durante una parte significativa de mi adolescencia, los hospitales y las salas médicas se convirtieron prácticamente en un segundo hogar para mí. Esto se debía a los duros castigos de entrenamiento y la disciplina impuesta por mi padre y su círculo cercano.

Me dirigí hacia los ascensores y entré en el primero disponible. Luego, presioné el botón correspondiente al número del piso asignado. Es irónico cómo dejé mi trabajo a un lado y corrí aquí para ver al hombre que no dudaba en romperme los huesos para disciplinarme mientras yo le suplicaba que se detuviera.

Tan pronto como se abrieron las puertas del ascensor, avisté a mi hermano al otro lado de la sala, acompañado por Katerina. No pasó ni un instante después de que di el primer paso fuera del elevador para que su mirada se posara en mí y se dirigiera directamente hacia donde me encontraba.

—Alessandro, ¿estás bien? Lamento mucho lo sucedido —dijo, rodeando mis hombros con sus brazos mientras me envolvía su excesivo aroma a vainilla y malvaviscos—. Tu hermano me llamó y no podía creer lo que estaba escuchando.

—Katerina... —murmuré con cierta molestia, apartándome de su abrazo—. No hables de mi padre como si hubiera fallecido. ¿O soy el último en enterarme de la noticia?

—No para nada, solo intentaba ser comprensiva, considerando lo que estás pasando en este momento —dijo Katerina, colocando su mano en mi hombro con gesto compasivo—. Sé lo mucho que valoras a tu padre.

—No necesito empatía —respondí, con un dejo de irritación en mi voz mientras apartaba su mano de mi hombro.

—Lo siento, no quise... —empezó a disculparse, pero la interrumpí.

—No importa, en serio —mentí, deseando terminar la conversación lo antes posible.

Con un asentimiento, Katerina dejó escapar un suspiro resignado y se giró hacia el pasillo, probablemente para dejar que tuviera un momento de privacidad. Mientras tanto, yo me dirigí hacia donde estaba Lucca, sintiendo el peso de su mirada sobre mí mientras caminaba.

—¿Cómo está papá? —pregunté, sintiéndome extraño al formular esa pregunta.

—Después de tratarlo en la sala de emergencias, lo trasladaron a una habitación hace como una hora. Fue entonces cuando te llamé.

Mientras hablábamos, noté la tensión en sus hombros y el ligero temblor en sus manos, señales de la ansiedad que estaba tratando de ocultar.

—¿Qué han dicho los médicos? ¿Sabes qué fue lo que provocó la convulsión?

—No me han dado ningún detalle aparte de que realizarán algunas pruebas después de que desaparezca la influencia de los medicamentos que le suministraron —respondió Lucca, su voz denotaba preocupación y mantenía su cabeza gacha.

—Tranquilo, estará bien —le di un golpecito en el hombro, intentando infundirle algo de ánimo.

—Cuando entré en su oficina, me quedé en blanco. El hombre en el suelo no parecía mi padre, esa figura invencible que siempre he conocido. Me quedé... allí paralizado, sin saber cómo ayudarlo al ver lo vulnerable que estaba. Era como si él mismo fuera su peor enemigo, su única amenaza real para destruirse a sí mismo.

Lucca, aún es muy joven, no logra ocultar cómo sus emociones lo traicionan. El miedo se reflejaba claramente en su rostro, y en sus ojos se percibía la preocupación devorándolo por dentro. Es el único de nosotros que ha vivido lejos de la familia durante un largo período, pues mi padre decidió otorgarle una nueva vida en el extranjero cuando era apenas un niño.

En Contra del Tiempo (Nueva edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora